El solitario pertenece a un mundo habitado por miles de seres que conviven y se entremezclan socialmente, por la necesidad perentoria que tienen de no sentirse solos. Los empuja la sensación de protección que da saberse masa, como les ocurre a las aves al unirse a la seguridad que supone la bandada, o a las gotas de agua, que por sí solas no suponen nada y todas juntas componen un océano. Pero cada uno de nosotros cargamos con nuestra diversidad, nuestros complejos y nuestras tristezas. Siempre a donde vamos, llenos de soledad y temor, soledad entre nuestros iguales, en una difícil conjugación de diferencias que imposibilitan nuestra total identificación con el que tenemos al lado, temor al encuentro, al futuro, al implacable destino y al terrible, por fin, desencuentro.
Paseamos por cualquier avenida repleta de gente y lo único que nos une a todos los viandantes es la soledad que reflejan nuestros cuerpos. Llenamos los estadios de fútbol con miles de espectadores que se están desgañitando, y es la soledad la que nos identifica a todos. Buscamos la compañía de la pareja, del amigo y seguimos siendo el mismo solitario, esta vez bastante mejor acompañado.
Cuanta más gente nos rodee, más fuerte es la sensación de soledad que nos embarga. Para este síntoma no hay medicina probada que responda. Es cuestión de paciencia y esfuerzo, la rehabilitación de tu estima, de tu mente, es esencial para redescubrir tu sitio. Algunos se desesperan por el dolor que produce y salen a la calle a buscar el remedio. Rebotan una y otra vez contra la contundencia del resultado. La soledad es una epidemia contagiosa que llevamos allá donde el ser humano se traslada. Su curación es complicada. Dicen de ella que es el cáncer del alma. Estás destinado a la muerte: si no acaba contigo el apartamiento, lo hará, indiscutiblemente, la tristeza.
La soledad sólo se cura con presencia, con deseo, con convencimiento. Saber que pertenecemos a una especie destinada a vivir en un mundo repleto de gente en la que todos estamos solos, es un primer y buen paso. Luego viene la aceptación, el creerte, de verdad, que tú no eres tu enemigo y que por lo tanto, no debes tenerte miedo ni huir de ti. Cuando reconozcas que el hombre es un lobo solitario que es capaz de vivir consigo mismo sin hacerse daño, entonces comenzarás a estar en el camino. Lo que nos pierde, lo que a veces nos confunde, es creer que nuestra salvación depende de los demás y que rodeándonos de un número superior de personas, dejaremos de estar menos solos. Es la trampa que nos ponemos y en la que, generalmente, caemos: el hombre acompañado no es más que el espectro taciturno del hombre solitario. Rodeados de muchas personas, eso sí, pero rodeado de solitarios. El hombre no tiene escapatoria, por eso creó la colectividad, para creerse que vivía acompañado y que, por fin, vencería a la soledad. Esfuerzo fallido. Sólo el día en que el solitario se reconozca y acepte, lo habrá logrado.
Paseamos por cualquier avenida repleta de gente y lo único que nos une a todos los viandantes es la soledad que reflejan nuestros cuerpos. Llenamos los estadios de fútbol con miles de espectadores que se están desgañitando, y es la soledad la que nos identifica a todos. Buscamos la compañía de la pareja, del amigo y seguimos siendo el mismo solitario, esta vez bastante mejor acompañado.
Cuanta más gente nos rodee, más fuerte es la sensación de soledad que nos embarga. Para este síntoma no hay medicina probada que responda. Es cuestión de paciencia y esfuerzo, la rehabilitación de tu estima, de tu mente, es esencial para redescubrir tu sitio. Algunos se desesperan por el dolor que produce y salen a la calle a buscar el remedio. Rebotan una y otra vez contra la contundencia del resultado. La soledad es una epidemia contagiosa que llevamos allá donde el ser humano se traslada. Su curación es complicada. Dicen de ella que es el cáncer del alma. Estás destinado a la muerte: si no acaba contigo el apartamiento, lo hará, indiscutiblemente, la tristeza.
La soledad sólo se cura con presencia, con deseo, con convencimiento. Saber que pertenecemos a una especie destinada a vivir en un mundo repleto de gente en la que todos estamos solos, es un primer y buen paso. Luego viene la aceptación, el creerte, de verdad, que tú no eres tu enemigo y que por lo tanto, no debes tenerte miedo ni huir de ti. Cuando reconozcas que el hombre es un lobo solitario que es capaz de vivir consigo mismo sin hacerse daño, entonces comenzarás a estar en el camino. Lo que nos pierde, lo que a veces nos confunde, es creer que nuestra salvación depende de los demás y que rodeándonos de un número superior de personas, dejaremos de estar menos solos. Es la trampa que nos ponemos y en la que, generalmente, caemos: el hombre acompañado no es más que el espectro taciturno del hombre solitario. Rodeados de muchas personas, eso sí, pero rodeado de solitarios. El hombre no tiene escapatoria, por eso creó la colectividad, para creerse que vivía acompañado y que, por fin, vencería a la soledad. Esfuerzo fallido. Sólo el día en que el solitario se reconozca y acepte, lo habrá logrado.
Buenos dias Manuel
ResponderEliminar¡¡Me gustan las entradas personales que escribes,que eres tú,sacadas de tu cabeza!!O, al menos esa es la sensación que tengo,como en este post.
A mi particularmente me gusta la soledad vivi en una casa con muchos hermanos y siempre buscaba mi rinconcito para alejarme a leer y pensar mis cosas,ya de adulta segui alejandome de los demas,creo que es en esos momentos donde uno se analiza a si mismo y aprende de sus errores,nunca me dió miedo estar a solas ni necesité de mucha gente a mi alrededor para sentirme bien.
No me gustan los acotencimientos sociales la mayoria,bodas,bautizos etc,para mi es un engorro es inclusive las ferias,Semana Santa y más etc y paso totalmente,sin embargo me siento persona muy sociable y extrovertida,será por que aún no la sufri por obligacion si no por deseo propio y sea joven todavia para saber cuan mala es,saludos.
De nuevo le comento,ayer recibi en mi correo de gmail,un email que me hizo pensar en usted se trata...de Sevilla : misterios y leyendas y me dije esto lo coge el sr Manuel,y monta un post maravilloso,pero como no se como ponerme en contacto,no se lo puedo enviar,mi dirección personal está mi en perfil de seguidora en su propio blog,pongase en contacto conmigo y yo se lo envio,si le intereza.
ResponderEliminarLos que buscan y aceptan la soledad, jamás son seres solitarios, Edy. A los solos, a los temerosos de su soledad se los reconoce a la legua: siempre están rodeados de gente y allá donde vayan, necesitan de la muchedumbre, siente verdadero pánico a verse sin nadie. Este es el verdadero solitario, aquél que teme enfrentarse a sí mismo.
ResponderEliminarUn saludo.
La mayoria de los casos buscan la compañia fuera del ambito cercano, prestan mas atencion al recien llegado que al vecino.
ResponderEliminarYo no veo malo en gustar de la soledad, me gusta.
A lo que siempre me niego es a ser la compañia de alguien, el relleno. No, asta hoy no preciso de gente alrededor, tengo mucha, la familia es muy grande y quizas por mi falta de interes a los demas mi casa es como se dice "El coño de la Bernarda".
Yo suelo ir a todos lados con la compañia de mi mujer y nunca me sentido solo, nunca hechado de menos a nadie, al contrario.
Yo no me siento solo, aqui, ejem, este fin de semana no sali al pueblo, hoy, despues de dos dias, todos me preguntan donde estado. Eso significa que te hecharon ayer de menos.
Para muchisimas cosas quiero estar solo, sera costumbre, tantos tiempo solo en el camion que ahora necesito estar solo con regularidad.
Como lo explicas, yo e paseado por sitios con abundante gente y no me percatado, me recriminan muchisimas veces de haber cruzado con alguien y no prestar atencion, se molestan, yo no me di cuenta, no me hubiera costado.
Miguel, la soledad, cuando no es impuesta, es incluso necesaria. Necesitamos dedicarnos algún tiempo a nosotros mismos para resolver nuestros conflictos interiores. Luego está el contacto con la gente que, además de necesario también es importante, pero utilizarla como refugio y como medicamento sanador, es un verdadero fracaso.
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