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lunes, 31 de octubre de 2011

Nacionalistas, insolidarios y mosqueones


Uno, a pesar de que llegue a cumplir dos mil años, no dejará de sorprenderse un solo día. En esta ocasión, mi perplejidad ha sido motivada por la reacción que el nacionalismo catalán ha tenido ante las palabras pronunciadas por Gregorio Peces Barba, persona que, hasta la presente, siempre se había caracterizado por la mesura y el respeto por los demás, pero se ve que ya, hasta las rocas más sólidas del espectro terráqueo, se están reblandeciendo y no pueden permanecer inalterables ante los envites verbales a los que nos tienen acostumbrados desde hace algún tiempo, los catalanes insolidarios.
Resulta paradójico, pero, aunque no lo parezca, el surrealismo existe. Llevan toda la vida insultando a las comunidades del estado menos favorecidas económicamente, y mire usted por donde, en cuanto los que están hartos (¿tendría que escribir “jartos” para que los Léridas de turno supieran que nosotros también escribimos y hablamos de manera distinta a los castellanos, y no se nos considera idioma?) les propinan un piropo, van los tíos y se cogen un rebote de mil demonios. ¡Vaya si son susceptibles! ¡Habráse visto la piel tan sensible que tiene el oso! Entérense de una vez, señores insolidarios. Lo que ha dicho Peces Barba no es más que la punta del iceberg de lo que muchos pensamos. Ya podrían haber formado parte de Francia, de Bélgica, de Rusia o de China, que al resto de los territorios de la península nos hubiera sido más beneficioso. Así, no tendríamos que habernos visto obligados, cientos de años, a tener que comprar los tejidos que vuestras industrias textiles fabricaban, a pesar de que los procedentes de los países bajos resultasen más baratos. Ni tener que financiar, nuestras Cajas de Ahorros, la creación de vuestro tejido industrial, mientras que el resto de regiones eran condenadas al atraso tecnológico. Tampoco habríamos tenido que soportar la “colonización” comercial de que somos objeto. Habéis extendido sucursales de vuestras empresas –sin que os produjera ningún ataque de repugnancia- por todo el territorio ibérico, centrando la facturación en Barcelona, con lo cual, el IVA que genera esta actividad, os lo apropiáis para vuestro beneficio. ¿Es que creéis que los demás nos chupamos el dedo y no nos damos cuenta de la jugada? Queréis –como el resto de los buitres- el reparto insolidario de las riquezas que genera el país, pero sin renunciar a instalar vuestros chiringuitos empresariales más allá de vuestras fronteras.
Miren, señores nacionalistas sensibleros, vuestro ingenio productivo lo tememos bastante calado. Vosotros (Cataluña, Euskadi, Madrid) no es que produzcáis más que el resto de los territorios, entérense de una vez, por favor, lo que ocurre es que tenéis la suerte de tener en vuestras capitales, la mayoría de las centrales de esas empresas (BBVA, Caixa, Endesa, Nutrexpa, Bankia, etc.).
Todas ellas hacen “el negocio gordo” fuera de la comunidad en la que facturan, cosa que antes no tenía importancia, ya que el que recogía los beneficios producidos, era el gobierno central, el cual los repartía equitativamente, según el número de población de cada comunidad, con lo cual se producía un reparto justo y equitativo de la riqueza del país, riqueza que era posible gracias al esfuerzo y a la colaboración del conjunto de la ciudadanía, unos produciéndola, otros consumiéndola.

Ahora, el nacionalismo trasnochado, pretende cambiar estas reglas de reparto solidario. Están tan salidos de órbita, que hasta llegan a creerse sus propias mentiras. El nacionalismo, además de haber sido siempre peligroso para la estabilidad del resto de los países, y ser un instrumento de derechas, es insolidario, avaro, rapiñador, excluyente, poco respetuoso con los demás y levitante. Nada tiene que ver esto con el respeto que debemos mostrar hacia un pueblo que tiene la suerte de poseer diferencias históricas específicas: lengua, costumbres, cultura, etc. De todos es conocido cómo fueron “unificados”, por el envidioso y agresivo nacionalismo castellano, los distintos pueblos de lo que hoy llaman España: a sangre y espada. No hay nada más que echar una ojeada al mapa autonómico y observar lo poco que tenemos en común los habitantes de una región con los de otra, si no, baste analizar las coincidencias de un gallego con un andaluz, la de un extremeño con un catalán, o la que hay entre un valenciano con un vasco, por citar sólo una cuantas de ellas.

Basta con escarbar un poco y, al momento, comienzan a brotar los elementos diferenciales de cada una. Ninguna de ellas mejor que la de al lado, que quede claro. Este es un concepto que, por lo visto, se emperran en obviar el nacionalismo manipulador. Pero una vez abocados a las consecuencias históricas, la realidad es como es, lo que no es lógico, a estas alturas, es empeñarse en empeorarlas. Porque –pregunto yo-, ¿qué sentido tiene hoy la desmembración del estado, cuando el perfil de los acontecimientos nos encaminan a una globalización total? ¿O es que a esta derecha nacionalista recalcitrante lo único que le escuece es pertenecer a España? Lo que ocurre, después de decir tantas mentiras e idioteces, es que uno corre el riesgo de creérsela.
Me viene a la memoria una anécdota que sucedió en un viaje donde el guía –argentino- acompañaba a un grupo de hispanohablantes (lo componíamos andaluces, madrileños, castellanos, vascos, catalanes, argentinos, chilenos, ecuatorianos, etc.), y cual no fue su sorpresa –y a la vez la de todo el grupo- cuando el guía fue “abordado” por una pareja de catalanes que le preguntó que si las explicaciones no las podía dar, también, en catalán. ¡¡¡¡¡ No se puede levitar más!

Sería arriesgado asegurar si con la incorporación de Portugal al estado español, en lugar de Cataluña, hubiésemos ganado algo. No seré yo quien se arriesgue a pronosticar un acontecimiento que entra más dentro de la predicción adivinatoria que de la realidad histórica. Judíos hay en los dos sitios –quizás algunos más en Cataluña que en Portugal-, pero es innegable que, los que se asentaron en el noroeste de la península son, más insolidarios y avaros que los del oeste.
El nacionalismo catalán sólo piensa en él, sin importarle las consecuencias que produce su actitud individualista. Por mí pueden tener la independencia cuando les plazca, pero que quede claro, como andaluz exijo que, el IVA que se recaude por las actividades que sus empresas realicen en mi comunidad, se queden en la Hacienda Andaluza, como ocurre con las demás extranjeras. Que no nos vengan con monsergas de independencia, SI, para algunas cosas, e independencia, NO, para la “pela”.

En fin, que debemos tener cuidado con lo que opinamos del nacionalismo y los nacionalistas, ya que, como ha sucedido esta pasada semana con las declaraciones del viejo político, estas sensibles criaturas, que se llevan todo el día ofendiendo a los demás, por desgracia, tienen la piel muy fina y cualquier cosa que se les diga, le escuece.
Pues saben lo que digo: que si les pica lo que ha dicho Peces Barba, “po´que s´arrasquen” y prueben de su propia medicina. ¡Faltaría más!


miércoles, 26 de octubre de 2011

Repitiendo los mismos errores que en al-Andalus


Veo la situación en el norte de África y en la península arábiga y no puedo, por mucho que lo intente, sustraerme a lo que históricamente sucedió en al-Andalus. Las intrigas tribales, los personalismos, las envidias, las traiciones, todas colaboraron para que esa magnífica utopía que, venida del oriente medio, y eclosionada en Andalucía, se fuera al garete. El pueblo árabe no posee el concepto de solidaridad étnica, no se sienten hermanos, la religión los separa. La pertenencia a la tribu, en pleno siglo XXI los enfrenta, no hay más que ver el pasotismo que mantienen en el conflicto de Palestina, por resaltar el más bochornoso, pero también es de significar el boicot que le han hecho al acorralado Gadafi: nadie, ninguno ha sido capaz de contravenir las órdenes del emperador mundial, y darle asilo humanitario, a pesar de que conocían que el Nóbel de la Paz no pararía hasta matarlo.
Son muchas cosas las que me separan de mis lejanos primos árabes, quizás menos de las que admito, pero aunque sean dos, tres, o tan sólo cuatro, hay una esencial que inclina definitivamente la balanza: la de su contumaz insolidaridad y la de la hipocresía sistemática. Son dos elementos con los que no transijo, dos cualidades que determinan a las personas con las que he de vivir, y la verdad, conocida la historia de mi tierra, las artimañas, las traiciones, las engañifas que contrajeron con los invasores castellanos para desbancar al contrario –aunque luego ellos no gobernaran y se convirtieran en vasallos de los cristianos- me hacen temer mucho por esa parte del mundo que quiero y amo, y presiento que se repetirá en el tiempo la experiencia vergonzante de al-Andalus: ni para ti, ni para mí, sino para el invasor extranjero.

martes, 25 de octubre de 2011

Dos poetas (Ana Rossetti y Julio Llamazares), dos poemas






París

Dime, en dónde, en qué avenida tus pies,
por dónde el rastro, en qué sendero.
Tus piernas, esas cintas que el vello deshilacha
y en la ojiva, el pubis, manojo de tu vientre,
la dovela.
Crece en tu torno el gladiolo,
llave azul, violador perenne,
y tres diosas
quieren morder contigo la manzana.
La negra mariposa se entretuvo en tu pecho,
en la brizna más rosa ya tiernamente liba.
Y tu rostro, en lo alto,
ignora todo el fruto
que tu mano contiene.

Ana Rossetti es una poeta andaluza, nacida en la Isla del León (San Fernando, Cádiz) en 1950, siendo una de las voces más exuberantes e intensas de la literatura española.

Cuando vuelvas a casa, te explicaré el sonido del sol
entre los fresnos y el sabor de los panes más antiguos.

Te llevaré en silencio hasta un lugar de brezos.

Te mostraré la gruta helada del deseo donde se esconden
treguas verdes y hogueras esparcidas, y tú serás,
bajo mi vientre, como sangre mordida.

Entonces, desgranaré en granos azules el silencio.

Mi voz es vieja (y tú lo sabes) como una campana colgada
del vacío. Mas no hallará paredes desdobladas donde
ocultar sus ecos más profundos, ni habrá viñas
agreces sembradas en su asombre.

Porque, ya para entonces, la mansedumbre habrá
brotado como vinagre vertida sobre el sueño, y no
habrá quien reclame los surcos desolados de tu ausencia.

Cuando vuelvas a casa, te explicaré el rumor de
las ortigas en la sangre.

Julio Llamazares nació en el desaparecido pueblo leonés de Veganián, en el año 1955. Es autor de una de las más bellas e importantes obras de la literatura española, "La lluvia amarilla", todo un ejercicio admirable de descripción pormenorizada y poética del paisaje rural y la resistencia, a dejar de existir, de sus últimos habitantes.

lunes, 24 de octubre de 2011

La sonrisa silenciada de un niño

No hay mayor violencia en el mundo que aquella que le roba la infancia a un niño


Son esas menudas cosas que no piden venir al mundo, esos trocitos de nosotros mismos que llevan nuestra propia sangre, ese milagro que se engrandece con el tiempo. Los traemos a la vida inconscientemente, muchos como adquieren una mascota en la tienda del barrio, otros ni siquiera como animal de juego, los engendran por ignorancia, por accidente sexual, por descuido gravoso, y llegan con sus caritas y manos arrugadas a respirar la asfixia que nosotros le damos.
Algunos vienen con la desgracia bajo el brazo. Son muchos los que desde muy pequeño son explotados laboral y sexualmente por sus propios padres, por aquellas personas que lo engendraron en la oscuridad de la choza, pero con pocos años son arrojados a la calle para aliviar la penuria económica que padece la familia. Los emplean en las minas para que accedan a los lugares donde no cabe un adulto; recogen lo que hay de valor en los grandes vertederos de los extrarradios; piden limosnas en las calles de las ciudades, fabrican pesados ladrillos para las construcciones, etc., cuando no son empleados asquerosamente para el trato sexual.
Son chiquillos sin futuro, sin aspiraciones, sin edad, que sólo tienen el consuelo que una bala, o la punta afilada de un cuchillo, ponga fin a su desgraciada vida.
A otros se les emplea en las terribles guerras que asola el mundo. Son guerras que promocionan los mayores, pero en la que cada vez con más frecuencia, se ven envueltos adolescentes y niños que apenas pueden con el fusil con el que disparan, y que, por supuestos, desconocen por qué motivo pelean.
Son niños desamparados, sin vida propia, ajenos a su infancia, abandonados a su suerte por un primer mundo que revienta en la tontería y la opulencia. Dicen las organizaciones humanitarias que trabajan en esos sitios que con la mitad de lo que tiramos a diario a la basura en occidente, hay suficiente para poder alimentar a todos los niños hambrientos del mundo, y que con sólo un día de ayuno, aseguraríamos las necesidades alimenticias de esos países por muchos meses.

No lo puedo remediar. La mirada de estos niños se me clava en el alma cada vez que los contemplo. Cómo es posible que la humanidad haya llegado a estos extremos: en una parte del mundo la gente se muere sencillamente de hambre, mientras en otra, morimos impúdicamente hartos. Cuesta mucho creer en bondad del ser humano. Insolidaridad y despreocupación es lo que nos hace que sigamos adelante, si no, sus miradas se nos clavarían en el cuerpo como auténticos puñales. No hay derecho.


sábado, 22 de octubre de 2011

Participación internacional en el asesinato de Gadafi



Ahora, todos niegan su autoría. Es lo malo que tiene Internet, que se opone tajantemente a que determinadas noticias sean silenciadas, o bien, manipuladas, cosa que ocurría con excesiva frecuencia hasta que este artilugio, inventado por el ejército americano para sus intereses militares, se les fuera de las manos.
Todos hemos visto cómo a un prisionero de guerra se le ha negado los mínimos derechos internacionales que le respaldan, hemos presenciado cómo el dictador, una vez preso, era dejado en manos de la masa, esa turba de cobardes indeseables que se amparan en el anonimato más cruel para cometer los actos más ominosos, masa aborregada que, no lo olvidemos, es manipulada, desde dentro, por destacados miembros del espionaje americano, conduciéndola a realizar estos criminales actos.


Ahora -¡en buen momento quiere limpiar la deshonra!- la OTAN niega su participación en el asesinato, ahora que es bien sabido que fue ella la que acorraló al convoy que transportaba al fugado, y la que lanzó los primeros misiles sobre él. Ahora pretende lavar la desvergüenza de saberse –y saber que sabemos- que es una marioneta estratégica en manos del Imperio Americano. Nos dijeron –nos mintieron- que sólo intervendrían en misión humanitaria, que crearían un corredor protector entre la aviación gubernamental y los sublevados en Misrata, pero una vez destruida la aviación gadafista, cuando el peligro de bombardeos aéreos había terminado, la emprendieron destruyendo la flota naval, cuando acabaron con ésta, iniciaron la destrucción de supuestos sitios estratégicos gubernamentales, entre los que se encontraban escuelas, almacenes de alimentos y hospitales.
Pero fue tan ambicioso el espíritu de destrucción de los pacificadores de la OTAN que cualquier objeto con cuatro ruedas, cualquier columna de refugiados que se pusiese en marcha buscando la salvación de los países limítrofe, eran salvajemente atacada por esta jauría de salvadores democráticos en que se ha convertido los soldados de la organización occidental. Y es que está todo programado, la enseñanza la ha impartido un buen profesor que se formó en la escuela de Irak. Su teoría es bien sencilla: destruye, arrasa, saquea, cuantas menos cosas dejéis en pie, más lucrativo será el negocio que harán después nuestras empresas.

Gadafi ha muerto, ha sido asesinado. Ahora todos quieren lavarse las manos: los de la misión de paz niegan su participación en el magnicidio, cuando unas horas antes se jactaban de haberlo hecho; el Nóbel de la paz, el indecente Obama, se felicita por la pacífica conclusión de la operación; y la desvergonzada ONU solicita, en voz muy queda, a los dirigentes democráticos del nuevo país, una investigación parcial sobre los hechos. ¡Habráse visto mayor hipocresía! Pedir a los propios asesinos que se investiguen y –rizando el rizo, como en una película surrealista- se autoinculpen.
¡Venga yaaaaa, Naciones Unidas! Eso no te lo crees ni tu, que decimos por mi tierra.

Éstas son las imágenes de la vergüenza:


viernes, 21 de octubre de 2011

El fantasma de Gadafi corretea por la Casa Blanca





La opinión es generalizada. Por mucho que quieran engañarnos, hay un sector importante de la población que no se traga las informaciones que las "autoridades" libias dan del suceso. Ahora quieren hacernos creer que murió en un cruce de disparos entre "rebeldes" y leales al régimen, cuando todos conocemos que la única exigencia que imponía el águila americana era la muerte del, hasta ahora, amiguete occidental. Estados Unidos no se anda con tonterías, y si es capaz de montar un ataque terrorista, y matar a miles de compatriotas suyos para justificar un ataque imperialista en cualquier lugar del mundo, ¿cómo va a cogérselas con papel de fumar ante un dictadorcillo que ha tenido la imprudencia de abandonar el rebaño?
Obama -el gran Nóbel de la Paz- lo quería muerto, y los esbirros que gobernarán, con la misma tiranía que Gadafi, los destinos de Libia, no han hecho más que obedecer al gran amo. Gadafi ha sido asesinado, y una vez muerto, vejado, apaleado, zarandeado, zapateado, etc., todo un gran ejemplo de respeto y democracia de un pueblo -no lo olvidemos- al que occidente ha empujado a la rebelión y al genocidio.
Como testimonio de que son muchos los que opinamos que lo de Gadafi ha sido un asesinato en toda regla, me permito traer a este Rincón el comentario que ayer publicaba un colega y amigo en el bolg Y tú quién eres. Es escueto y contundente, lo justo para denunciar la hipocresía imperante en la política mundial.



"Gadafi ha muerto. - Perdón - Gadafi ha sido asesinado."





"El mundo es invadido con todo tipo de información.
OK, los EEUU apoyados por la OTAN y los países subordinados a su política , celebran la muerte de Gadafi, su desaparición les abre las puertas de Libia. No nos engañan, a estos y a sus compinches no les preocupa la paz ni la libertad del pueblo libio, sólo les interesa el saqueo de sus yacimientos petrolíferos, que según los entendedidos, puede alcanzar la bonita suma de 900.0000 barriles de petróleo diarios.

El saqueo oficial está servido

Ahora os dejo con J.L. al que le agradezco desde aquí su aportación (no solicitada) a mi blog."



jueves, 20 de octubre de 2011

Gadafi asesinado


Estoy terriblemente endemoniado. Sé que diré cosas que más tarde me pesen, pero no me importa, ahora es necesario que suelte la rabia que contengo. Han matado a Gadafi -y eso que sólo le dispararon a las piernas, vean las imágenes-, lo han asesinado los “demócratas” que pretenden instaurar una democracia en un país que sólo entiende a base de palos. Siempre es lo mismo; los supuestamente opositores al Gran Imperio, acaban de la misma manera: asesinados. Pocos son los fascistas, los dictadores de derechas que no mueren dulcemente en sus aposentos. Y no es que yo me rasgue las vestiduras por estos nuevos tiranos africanos y árabes, lo que ya me toca los cataplines es que siempre se “solucione” de la misma manera: ejecutándolos. ¡Vaya ejemplo de democracia! La vida da muchas vueltas y no pretendo ser perverso, pero ojalá se instaure en esos paises -en Libia, Túnez, Egipto, Siria, Irak, Yemén- un régimen como el de Irán, y que al frente de él esté Al Qaeda, no les pido mayor penitencia, para que hagan los experimentos políticos con Caseras.
¡Qué asco de vida señores!

martes, 18 de octubre de 2011

Bob Dylan y el Nóbel de Literatura




No pudo ser, amigo, los del Nóbel han preferido dárselo a un poeta sueco. Esta vez han barrido para casa. Qué le vamos a hacer, colega, está, últimamente, esto del Nóbel que no hay quien lo entienda. Si desastrosos son los de la Paz, qué quieres que te diga con el de Literatura. Cada vez son más los desconocidos a quienes se lo conceden, sólo por el hecho del marketing político, por ser escritores de países emergentes, que no han leído ni siquiera su madre, y méritos sociales para merecerlos, los mismos que se les está pidiendo a los últimos hombres de la Paz, si no, puedes mirar cerca de ti y buscar los realizados por el frustrante Obama.

No desesperes, viejo amigo, tarde o temprano claudicarán. Algún día se les acabarán los comodines, los transparentes, los rampantes, y el Nóbel de Literatura se lo darán a uno que lo merezca. Tú ya tienes tu Príncipe de Asturias que –salvo el montante económico- es un buen premio que dignifica.
Mira, analizandolo con detenimiento, tal como está hoy día el Nóbel, más que prestigiar, desprestigia. Así que algo hemos salido ganando: al menos, no aparecerás en esa larga lista de personajes en las que Sartre no quiso figurar.


Sigue escribiendo, viejo poeta, llena las moléculas atómicas de silencio con tu canto. ¡Estamos tan necesitados del bálsamo de tus palabras! Aunque te hayan “birlado” el premio, cántanos, toca la guitarra, envuélvenos con la miel de tus melodías, que ese es nuestro más apreciado Nóbel.



lunes, 17 de octubre de 2011

Los herederos de Caín y Abel


Después de tantos años en este infierno terrenal, he llegado a la sabia conclusión de que en la tierra sólo existen dos especies humanas: los buenos y los malos. El resto, la subdivisión en razas (blancos, negros, amarillos, rojos, etc.,) no es más que un eufemismo embaucador que utilizan los dominadores, para hacernos creer que el mundo es mucho más complicado de lo que se muestra.
Desde un principio, el hombre se dividió en dos mitades. La parte noble, la cordura, la obediencia, la limitación, el control, pero también la flaqueza, representada por Adán, al que no le costó demasiado trabajo abandonar todos sus buenos deseos y embarcarse en el mundo de fantasías, lujurias y vanidades que le ofrecía su compañera.

En el lado opuesto se encontraba Eva, que representaba la parte destructiva, la insensatez, la desobediencia, la inquietud, la transgresión, soñadora de nuevos mundos y vidas propias, que no se conformaba con las riquezas de su bello paraíso y que aspiraba a descubrir los tesoros de un mundo intuido.
Pero quienes mejor conformaron la división del mundo, el establecimiento del alma humana y, por ello, el comportamiento del ser humano, fueron nuestros tatarabuelos, Caín y Abel. A partir de ellos, todos los individuos que hemos pisado la tierra pertenecemos a una de esas descendencias. No existen más divisiones, ni siquiera por el lugar de nacimiento, tampoco por los rasgos de los ojos, ni la estatura, ni siquiera el color de la piel nos separa. El mundo, la raza humana, el hombre, se divide en dos únicos grupos: buenos y malos.


Pertenecen a la descendencia de Abel, al grupo de los buenos, los seres escogidos por Dios: los favoritos, los selectos, los santos, los abnegados, los de las dos mejillas, los inalterables, los incorruptibles, los sosegados, los penitentes, los inmaculados, los inquebrantables, los sufridos, los que todo lo han tenido fácil. Todos ellos son merecidos miembros de la selecta prole, especie que no aportó nada en el avance social de la humanidad pero que, en cambio, siempre tuvo encendidas las velas de los altares y mantuvo afilados los cuchillos para que el divino sacrificio estuviese siempre dispuesto.
En el lado opuesto están los hijos de Caín –aquel al que Dios se encargó de llenarle el campo de piedras y malas yerbas, destruirle las cosechas con sequías interminables y terribles plagas, aquel que tenía que presenciar cómo su familia se acostaba, más de una noche, sin llevarse un mendrugo a la boca-, el grupo de los malos, los seres perseguidos por Dios: los odiados, los abyectos, los indolentes, los rebeldes, los inquietos, los sofocados, los impacientes, los envidiosos, los magnánimos, los humildes, los insolidarios, los quebradizos, los lastimados, los humanos. Son individuos llenos de defectos, grandes creadores de incoherencias, altamente insatisfechos con sus logros, espécimen irritable, desobediente e indescifrables revolucionarios. No entienden de pasiones. Aman como suele hacer el animal con su prole: en silencio, rumiando su querer entre los labios. Son peligrosos, atrevidos y molestos. Jamás depositaron una ofrenda en los altares pero gracias a su afán de superación, se logró encender el fuego que nos convirtió en el hombre que hoy somos.


Estas son las dos únicas especies humanas que habitan el mundo. Cada uno de nosotros estamos englobados en una de ellas, muy a pesar nuestra. Cada cual sabe a la que pertenece. El espejo no engaña, por mucho que queramos y lo intentemos, nuestros genes y, sobre todo, nuestras actitudes, lo determina. Nos tiene atrapado, nos enmarca, nos programa y predefine el comportamiento que habremos de tener. Jamás un malo será capaz de realizar un acto que lo dignifique, así como un bueno tampoco logrará ensuciarse por mucho que se refriegue en el cieno. Todo está estipulado. Nada puede salirse del camino trazado. Dios necesita de la malicia de los apestados para justificar las crueldades de las que somos objetos, necesita de la maldad de los malos para sobresaltar la bondad de los buenos y no tener que dar explicaciones de por qué son sus elegidos.


El mundo está lleno de gente mala, gente apestada que extiende sobre la tierra el germen de la maldad. Somos mayoría. Algunos quieren creer que es a la inversa, que el mundo está atestado de buenos y que sólo una ínfima parte es mala. No tenemos remedio. Allá donde estemos crece el mal. Odiamos la belleza, así como el agua es odiada por el gato. Nada nos detiene en nuestro terrible caminar. Comemos, dormimos, trabajamos, sólo por el mero hecho de seguir derramando nuestra sangre maligna por el suelo. Somos un ejército, un imperio, un océano. De nuestras manos jamás sale una tierna caricia, un triste abrazo. Después de haber vivido durante siglos en permanente colectividad, una vez alcanzada la sapiencia, nos hemos convertidos en verdaderos homus solitarios, egoístas, vanidosos, insolidarios. Nos esforzamos en vivir, sólo para perpetuar la descendencia de nuestro asombro. Somos como sombras, esquemas de humo que se transfiguran, con el paso del tiempo, en reliquias del desamparo. Sólo nos controla –y nos acojona- el espejo. A él jamás somos capaces de engañar. Él nos descubre, delata nuestra impostura y hace que caminemos mirando hacia abajo, hacia la acera. ¡Qué difícil es salir de la rueda! Aun queriéndolo, llegamos al lecho de la muerte y no hemos conseguido darle el esquinazo. Dios se encargó de llenar nuestras botas de barro, hizo que sobre nuestras almas cayeran tormentas de serpientes. Por eso es tan difícil nuestra huída. Él se ocupó de ponernos el cuchillo en las manos para que nos lo clavásemos los unos a los otros, llenó nuestros corazones de latidos demoníacos, abrió una profunda y amplia zanja entre los buenos y los malos para que estos últimos no lograran jamás dar el salto al otro lado, cerró nuestros ojos, insensibilizó nuestras conciencias, nos creó sin almas, para que nunca tuviésemos conocimiento de lo que era el bien y el bienestar que produce comportarte como un verdadero ser humano.

¡Maldito el día en que Caín mató a Abel y maldito el dios que puso a mano de éste la avaricia, el odio y el hueso con el que mató a su hermano! Desde entonces, el mundo se debate entre estos dos grupos rivales, sin perspectiva de entendimiento. Los buenos, cada vez son peores y menos, y los malos –por desgracia- cada vez somos más y mucho más malos. Pero aún así, Dios sigue estando de parte de ellos. Esto no hay quien lo entienda.

viernes, 14 de octubre de 2011

Tomemos las calles del mundo el 15 de octubre



Para el próximo sábado, 15 de octubre, hay convocada una nueva jornada de movilización a nivel mundial. Se realizará en 350 ciudades de 45 países, 350 ciudades donde parte de los indignados del mundo se pondrán en marcha para protestar por las condiciones sociales de un sistema injusto que mantiene a millones de personas en la más repugnante miseria, acaba con el estado de bienestar que tanto costó adquirir a los trabajadores, recorta los derechos laborales, imponiendo contratos basuras que aumentan sus ya abultados beneficios, nos roban los sueños para el futuro y envenenan el planeta llevándolo al desastre ecológico.

Por tal motivo, el próximo 15 de octubre tenemos una nueva ocasión de decirles BASTA, mostrarles que estamos en desacuerdo con las medidas impopulares que están tomando, hacerles ver que no es justo que el peso de la crisis, que SÓLO ellos han creado, la tengamos que pagar nosotros, que se enteren, de una maldita vez, que NO NOS REPRESENTAN, que se marchen y dejen de elaborar leyes beneficiosas para los banqueros.
El próximo sábado tenemos otra oportunidad de gritarlo a los cuatro vientos; miles de ciudadanos de todo el mundo lo va a hacer; también es necesario que tú te movilices. No basta con criticar sentado en el sofá, ni tomando una caña en el bar, es importante que estemos en la cita cuanta más gente mejor. Un país no lo hace cuatro personas, con la injusticia no se acaba murmurando, se necesita la movilización, que te molestes un poco, y luego, el día 20 de noviembre, votar por aquellos que no nos han metido en esta crisis, porque si caemos en el mismo error de cada convocatoria, seguirán gobernando para los poderosos.


Primero, acudir el sábado 15 de octubre (eso es, mañana) a la marcha que saldrá en Sevilla, a las 18 horas, desde la plaza de España. Luego, el 20N, mira a tu alrededor y deposita tu confianza en los que no coquetean y hacen leyes favorables para los banqueros, no vuelvas a caer en el mismo error. Pero antes, a la plaza de España, allí te esperan otros muchos indignados que, unidos al clamor de los indignados del mundo, haremos de ese día un trampolín para cortarle las alas al gavilán de la injusticia.

No faltes. Aunque no lo creas, tú eres imprescindible.




martes, 11 de octubre de 2011

Platos humildes que hoy son todo un lujo: Gazpacho andaluz




El Gazpacho es otro de los platos humildes que han adquirido la categoría de manjar gastronómico. Si las Sopas de ajos y de tomates eran el recurso más a mano para alimentarse en invierno, el Gazpacho constituía la alternativa veraniega. Como todos los platos anteriores, su base principal estaba compuesta por los trozos de pan que se habían quedados duros, esto último, en el supuesto que ocurriera tal “milagro”, suceso que, en la mayoría de las ocasiones, no se producía, ya que se compraba el justo, por no decir, por debajo del necesario, y también, porque el hambre solía matarse con pan.
Afortunadamente hoy, las proporciones de estos alimentos han variado, así, la cantidad de pan ha disminuido, incrementándose la de tomates, pues estaba claro que el pan sólo era un añadido para ayudar a llenar los estómagos.
Para lograr un buen Gazpacho, es aconsejable no acudir a la mayoría de recetas publicadas, donde con un solo tomate, excesivo pimiento y ajo, y sólo dos gotas de aceite, tratan, equivocadamente, que lo logremos. El que se consume en casa se ajusta, estrictamente, al que hacía mi padre cuando yo era pequeño, la única diferencia consiste en sustituir el dornillo y la maja por la batidora, el aumento de tomates y la inclusión de zanahorias –es un añadido mío, aporta color y textura- y, a la hora de servir, como cosa optativa, se le puede añadir una guarnición que puede ser vegetal, o bien, de huevo y jamón.



INGREDIENTES (Para cuatro personas aprox.)





  • 1 Kilo de tomates rojos maduros

  • 1 pepino pequeño

  • 1 pimiento verde mediano

  • 2 zanahorias medianas

  • 1 diente de ajo

  • 3 trozos de pan, previamente remojados en agua

  • 5 cucharadas soperas de aceite de oliva

  • 1 cucharada de vinagre de vino

  • 1 puñado de sal gorda







ELABORACIÓN



  • Trocearemos los tomates, el pepino, el pimiento, las zanahorias y con el diente de ajo, lo introducimos todo en la batidora.

  • A continuación añadimos los trozos de pan (sin escurrir), el aceite, la sal y el vinagre.

  • Seguidamente lo batimos hasta que queden todos los productos molidos y mezclados.

  • Una vez finalizado, probaremos para comprobar si falta algo : ahora es el momento de poner más aceite, vinagre o sal. Si por el contrario está fuerte o salado, le podemos añadir un poco de agua.

  • El resultado de esta mezcla lo pasamos por el pasapurés para eliminar pieles y semillas.

  • Cuando hayamos acabado esta operación lo echamos en un recipiente y lo enfriamos.


Algunas personas –sobre todo, en Sevilla-, suelen añadir a este salmorejo, agua, tomándolo en un vaso junto a la comida, aunque en casa preferimos tomarlo espeso, tal cual sale del pasapurés, como si de una sopa fría se tratase, a la que añadimos una de las guarniciones antes citadas.


GUARNICIÓN (Opcional)



  • Vegetal: Pimiento, tomate, pepino, zanahoria, todo muy picado.

  • Huevo y jamón: Huevo cocido picado o rayado y jamón serrano, también muy picado.



Que ustedes lo disfruten.

lunes, 10 de octubre de 2011

Mil millones de personas al año, mueren de hambre


Esta semana, los medios de comunicación nos vuelven a alertar sobre la hambruna que asola gran parte de nuestro planeta. Las cifras son escalofriantes, tanta, como para impedir que el bocado que hemos introducido en la boca, por la mañana, a medio día, o bien por la noche, se nos atore en la faringe y tengamos que expulsarlo. Mil millones de muertos al año, de ellos, más de un 75% niños, mientras en otros países, en la civilizada Europa, o en casa, pongamos por caso, los nuestros enferman de colesterol, de sobrepeso, de anorexias y bulimias, y los mayores competimos a batir el record mundial de perímetro estomacal, en otros lugares de la tierra –algunos lejanos, otros, al alcance de la mano-, las personas, sencillamente, se mueren de hambre. Algunos lo solucionan apagando la televisión, pero el problema sigue latente, éste no desaparece con el gesto, los muertos siguen ahí.

Es cierto que la población, en general, responde cuando se le pide su colaboración, pero esto, por sí sólo, no es suficiente, ya que remedia la situación momentáneamente, pero no la soluciona. Tenemos un gran problema moral que no sabemos resolver. Habría que ser exigentes, rotundos y contundentes en nuestras actitudes, y exigirles a nuestro gobierno, a los gobiernos del mundo, que solucionen de una maldita vez la problemática social de esos países. Que no colaboren con los reyezuelos de turno en su pobreza. Occidente se enriquece a costa de ellos: les roba su materia prima; esquilman sus tierras y sus aguas territoriales; sus niños son explotados laboral y sexualmente, además de utilizarlos para las guerras que ellos generan; experimentan, sobre la población, los nuevos fármacos que han de curarnos a nosotros, etc., todo con la aquiescencia y el silencio de nosotros.


No pretendo poner un nubarrón negro sobre nuestras conciencia, ni tampoco que nos cortemos las venas, pero aceptémoslo: nosotros somos, en parte, cómplices de lo que ocurre en el mundo. Nosotros somos culpables de votar, insistentemente, gobiernos que incumplen la promesa de donar el 0.7% del PIB, para mitigar la miseria de estas poblaciones. Somos culpables, también, de votar a gobiernos que despilfarran en "pacíficas guerras", y luego se retraen a la hora de enviar ayudas humanitarias. ¡Basta de excusas! No se puede consentir que mientras nosotros reventamos aplastados por el peso de nuestras carnes, morimos por los infartos que nos produce el colecterol, tiramos toneladas alimentos caducados, gastamos miles de euros alimentando a nuestras mascotas, a dos pasos de aquí mismo, a la vuelta de la esquina, millones de criaturas, millones de niños, se mueran en la más absoluta indigencia, sus huesesitos al sol, llenos de dolores y acosados por hambrientas moscas.

¿Se han fijado alguna vez en la tristeza de su mirada?



martes, 4 de octubre de 2011

Rafael Lozano: Palabras que saben a fuego






  • Los poderosos son los que provocan las guerras, en cambio, los que mueren, son la gente del pueblo.
  • En las guerras, los ricos ponen el dinero, los pobres, los muertos.
  • En las guerras, son los parias del mundo los que –sin saber por qué-, se enfrentan. Es la sangre roja de los miserables la que se derrama por el suelo.
  • En una guerra, los soldados de los bandos enfrentados –que, por supuesto, pertenecen al pueblo-, lo que defienden, no es "la patria", ni la libertad, tampoco sus escasas pertenencias, luchan, a muerte, por salvar las propiedades y riquezas de los privilegiados de esos países.
  • Las crisis económicas es un invento de los ricos, para hacerse, si pueden, aún más ricos.
  • Las crisis económicas las generan los ricos, pero son los más pobres los que pagan sus consecuencias.
  • Los ricos ya no temen donde poner sus dineros, tienen a mano los paraísos fiscales, en cambio, los pobres, no saben dónde esconder sus miedos.
  • Las leyes las hacen las élites gobernantes, pero para que las respeten los de abajo.
  • Somos nosotros, con nuestros votos, los que llevamos a los crápulas al gobierno, luego, cuando ya están acomodados, una amnesia mandataria provoca que se olviden de los que hicieron posible su escalada.
  • El político, en agradecimiento por haberle llenado las alforjas, te recompensa, gentilmente, vaciándote los bolsillos.
  • Los países industrializados producen los mortíferos humos que, más tarde, han de respirar los países hambrientos.
  • Son los trabajadores de un país los que producen las riquezas, en cambio, son los que menos las disfrutan.
  • El pueblo, con su trabajo, construye casas, hospitales, escuelas, pero la mayor parte de ellos se quedan fuera.
  • Los ricos controlan los alimentos que los necesitados fabrican.
  • El trabajador se levanta y acuesta, con el temor a perder su puesto de trabajo. El capitalista, en cambio, hace lo mismo, pero pensando, qué beneficios le puede reportart despedir a unos cuantos más.
  • Occidente “exporta” su amarga democracia a aquellos pueblos a los que pretenden colonizar económicamente. Ese es su nuevo caballo de Troya.
  • Occidente “enseña” a utilizar la democracia a los pueblos que no la necesitan, pero ellos –Occidente-, se olvidan de aplicarla en sus territorios.
  • Las “medias” jamás me convencieron. Si la del consumo de pollo –pongamos como ejemplo- dice que es de uno por habitante, alguien se ha debido comer dos –o sea, el mío-, porque yo no he probado ninguno.
  • No desesperes hoy; mañana tendrás que seguir lidiando más adversidades, es lo que le resta a los desdichados.
  • Te compro un fusil, también un uniforme, te calzo las botas, te pago un buen sueldo, y, el día que trabajas, es para molerme el cuerpo a golpes.
  • Se muere un personaje mundial y se ha muerto una gran persona, en cambio, se muere un “don nadie”, y le es dificultoso a la familia trasladarlo al cementerio: por el coste del entierro y la falta de brazos que transporten el ataúd desde la casa hasta el profundo agujero.
  • Estaría bien que, un día de éstos, montásemos una gran sentada entre todos: parias, oprimidos, desalentados, indolentes, pensadores, confundidos, acabados, comunistas, cristianos, anarquistas, musulmanes, agnósticos, sin partidos, inquietos, jóvenes, menos jóvenes, viejos, etc., y dejásemos que por un rato, sean ellos -los de arriba- los que tiren del carro, veremos si el giro de rotación de la Tierra no se hace más lento.

Todas estas cosas son las que hacen que padezca esta tristeza de enfermo, menos mal que, al menos, tengo el sabor a caramelo de tu mirada, Utopía; tú consigues que sean menos grises y más llevaderas.




lunes, 3 de octubre de 2011

Estampas cotidianas de nuestro pasado (II): La cocina






En las poblaciones rurales de Andalucía, la cocina se convirtió en el lugar más habitado de la casa, ya que ésta, además de prestar los servicios que como tal correspondía, también aportaba la “confortabilidad” y practicidad que el resto de estancias no ofrecían. Por estar situada casi siempre en la zona más accesible de la vivienda, y orientada estratégicamente para aprovechar la entrada de luz natural y la protección de las inclemencias de las estaciones con temperaturas extremas.





En la cocina, todo giraba entorno al fuego que producía el hogar o chimenea que, además de servir para elaborar las distintas comidas, proporcionaba el calor y el ambiente relajante que produce la candela.
El resto de componentes que la complementaban eran: imprescindible, la alacena, colocada en la zona más fresca del la cocina para guardar los alimentos que necesitaban frescor; un poyete que servía de encimera donde partir y preparar los avíos que servirían más tarde para el guiso; un fregadero –o en su defecto, un par de lebrillos pequeños- donde lavar los platos; un chinero para guardarlos; una bujía o candil para la iluminación nocturna; una mesa y, al menos, un par de sillas, el resto de utensilios se colgaban de las paredes, siempre cercanos al lugar de su uso. Y no se necesitaba nada más para satisfacer la cita diaria que las necesidades del estómago imponían.







En compañía de ese fuego -en las noches frías del invierno andaluz- la familia, antes de marcharse a la cama, mantenía una dilatada conversación sobre los quehaceres del día: el trabajo y la situación económica, eran, por lo general, los temas a tratar todos los días, y si cambiaban la rutina, era para peor: es que alguna sorpresiva y traidora enfermedad les había venido a visitar. En ese fuego, los niños cocían las batatas, las papas, tostaban las castañas, las bellotas, mientras las madres -con la paciencia que las caracterizaba- colgaban sobre el fuego el guiso que comerían más tarde, cuando los hombres regresaran de las labores.






Para cualquiera que haya vivido esa experiencia (muchas viviendas actuales siguen manteniendo este tipo de distribución y aún quedan familias que, incluso habitando en “pisos”, no abandonan la antigua costumbre de comer en ella), ha de reconocer que, la cocina, es el lugar más entrañable y mágico de la casa, donde, a manera de novela de época, uno soñaba mundos irreales, mientras dormitaba al calor de un brasero encendido, antes de coger el siberiano pasillo que te llevaba al dormitorio helado que te espabilaba de nuevo durante un buen rato.




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