La música es capaz de unir dos continentes, ya lo hicieron las "canciones de ida y vuelta", y ahora lo hacen estos otros reviviendo esta hermosa tradición que afortunadamente no se ha perdido.
La música es capaz de unir dos continentes, ya lo hicieron las "canciones de ida y vuelta", y ahora lo hacen estos otros reviviendo esta hermosa tradición que afortunadamente no se ha perdido.
Irreconocible calle Reyes Católicos en el año 1880, vista desde la entrada del puente de Triana. Se puede apreciar que está terriza y bastante concurrida de viandantes y carruajes, con la mole de la iglesia de la Magdalena al fondo. La siguiente imagen es una ampliación de la primera.
“Para conocer a los hombres hay que observarlos en sus acciones. En el mundo los oímos hablar, hacen gala de sus discursos y ocultan sus acciones, pero las desvela la historia y los juzgamos por los hechos. Hasta sus palabras sirven para valorarlos, ya que, comparando lo que dicen con lo que hacen, nos percatamos de lo que son y de lo que quieren parecer; cuanto más disimulan mejor los conocemos”.
De “Emilio o de La Educación”.
AMARTE
... Y amarte
como se aman
el mar y la playa.
Una ola, un suspiro;
Una ola, una mirada;
Una ola, un abrazo;
Una ola, un te quiero;
Una ola...
¡No sé
por qué sueño!
(De "Plenitud", 1973, edición no venal)
En este mes se produjo la clausura de esta Magna e irrepetible Exposición de Sevilla. Fue todo un éxito, muy a pesar de los enemigos antisevilla que aguardaban su fracaso entre visillos, y no me refiero a los acostumbrados de fuera de Andalucía -que haberlos haylos en abundancia- sino a los "hermanos" próximos.
Es un personaje con el que me felicito no coincidir, siempre me ha recordado a viejas amistades de juventud con las que jamás conectaba, a pesar de intentarlo sobrehumanamente, pero he de admitir que en esta polémica surgida sobre la miniserie de Netflix que arrasa en televisión y en debates seudopolíticos y culturetas, el artículo publicado el 19 de octubre por Pablo Iglesias me parece bastante acertado, tanto en la cuestión cinematográfica como en la reflexión social del mismo. Sé que le están cayendo más peñascos que a los habitantes de La Palma con el volcán, pero creo que no ha de importarle, ya que procede de los de siempre, de los que apuestan por un capitalismo salvaje disfrazado de economía liberal y no les importaría situarnos en esa ficción para satisfacer sus intereses económicos. Este es su artículo, juzguen ustedes por sí mismo y no por lo que les cuenten en las manipuladas tertulias radiofónicas y televisivas:
La serie arrasa en todo el mundo.
Se ha convertido en un tema de conversación planetaria al nivel del fútbol.
Personajes públicos de diferentes ámbitos hablan de ella y ya se puede comprar
el chándal de la serie por internet (igual hasta me pillo el 001). Es un
fenómeno cultural mundial con todas las letras.
En términos estrictamente
cinematográficos se le han hecho muchas críticas: exceso de metraje en algunos
capítulos, redundancia de planos, tramas previsibles, quizá un desenlace
fallido... pero que no sea una obra maestra ni un manjar para cinéfilos no hace
que El juego del calamar deje de ser, además de fenómeno cultural, un
artefacto político de enorme potencia. Y, ¿qué quieren que les diga? a mí los
homenajes a El show de Truman de Peter Weir o a Eyes wide shut
de Kubrick me resultan agradables y para nada me disgustan los elementos
estéticos propios, al parecer, de un cine coreano (dicen los que saben que esto
es la mezcla de humor y melodrama) que desconozco pero que parece muy
interesante.
Su director, Hwang Dong-hyuk, reconoce que El juego del calamar fue escrito como “una fábula acerca de la sociedad capitalista moderna, algo que representase una competición extrema” y es aquí donde la serie me parece una proeza que consigue lo que no consiguió Los juegos del hambre, a saber, presentar el capitalismo como una maquinaria de destrucción moral, como un sistema abyecto. Al hacerlo, toca el fundamento de toda lucha emancipadora y del propio marxismo: la náusea moral. El marxismo y el compromiso político que acarrea es básicamente eso, una náusea moral frente al capitalismo que después se llena de saberes técnicos y científicos para el combate político (quede así respondido esto de mi amigo Amador Fernández-Savater). Y la razón para ese combate lleno de complejidades no son tanto los intereses de clase como una sublevación moral ante la injusticia. Este humanismo es precisamente el lugar de encuentro del marxismo con los demás humanismos (como el cristiano). Les aseguro que El juego del calamar va a gustarle al Papa y quizá por eso la derecha viene con lo de que no la vean los niños ¡Pues claro que no la tienen que ver los niños! Ni esta serie, ni Rambo, ni El muñeco diabólico ni mucho menos algo de Lars von Trier.
Pero volvamos a ella. La serie provoca la indignación moral frente al capitalismo de cualquier persona decente que la vea, y permite comprobar cómo la maquinaria de la competición y el individualismo no es más que la destrucción de todo lo hermoso del ser humano que solo puede descansar en el cuidado de lo común y en el Derecho como protección frente a la violencia de los más fuertes. Por eso hay que ver y hablar de El juego del calamar, porque permite restituir muchos universales éticos incompatibles con la lógica capitalista y sus valores.
La serie ridiculiza la creencia neoliberal de que el éxito es el resultado del esfuerzo y el mérito, reivindica la dignidad de la huelga como expresión del compañerismo en la memoria de un personaje frente al individualismo, critica la explotación salvaje de los trabajadores migrantes retratando a un obrero pakistaní como ejemplo ético frente a la bajeza y el cinismo de un estafador financiero, desmonta el dogma neoliberal de la “libertad de elección” e incluso presenta el machismo como consustancial a la dinámica competitiva.
Véanla y hablen de ella. Y no, no se la pongan a los niños ni les den cerveza.
Autor: Pablo Iglesias
Cuando me pierdo en la política y los minutos amenazan convertirse en cochiquera que ni los propios cerdos quieren, siempre escojo para orientarme y sanarme el "marxismo" de Groucho, de veras que dá resultado. Ahí os dejo dos perlas que parecen dos pedradas.
“Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente.”
“Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro.”
Irreconocible fotografía del año 1927, cuando las viviendas ocupaban prácticamente la totalidad del espacio de la plaza que surgió a partir de la remodelación que se realizó para la exposición de 1929. Como se aprecia a la derecha de la imagen, las viviendas llegaban próximas a la calle San Fernando, casi lindando con el flamante Hotel Alfonso XIII y el palacio de Yanduri.
PAJARILLO
Se nos posó un
pajarillo delante
y los dos
coincidimos en decir:
¡Oh, qué bello!
Y lo recogimos
A media.
(De “Plenitud”, 1973, edición no venal)
Hoy echo mano de tres perlas de Sartre, escritor que llegó a convertirse en los setentas del pasado siglo, casi en un dios para la mayoría de los jóvenes existencialistas de mi generación, aunque para mí, con el paso del tiempo, ha descendido a los infiernos, como sucede con la mayoría de las personas después de haberlas tratado en profundidad: nunca somos lo que aparentamos. Pero a pesar de ello, su pensamiento sigue siendo válido, por eso, en esta semana de trifulcas políticas, golpes de pecho patrióticos, atracos eléctricos, y varapalos a la cesta de la compra esencial de los ciudadanos, recurro a su ingenio creativo.
“Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad”
“Trata de amar al prójimo. Ya me dirás el resultado”
“Los cobardes son los que se cobijan bajo las normas”
LOS DÍAS
Una vez más el gris de otro crepúsculo
como ceniza sucia en la boca del alma.
Un día de vergüenza ha transcurrido.
Sabedlo ahora vosotros, que por la libertad
ofrecísteis la vida , aceptásteis la muerte;
que con la libertad
ordenáis la victoria, coméis pan bien ganado,
esperáis otro día más feliz cada noche:
hay camaradas vuestros que sella la derrota,
porque si la traición segó y vendió sus vidas,
traición y cobardía perpetúan fosa y cárcel.
Cada día que pasa
es otro en que la herida se agiganta y encona,
en que los criminales digieren su rapiña,
en que a millones de camaradas del mundo
se les niega la vida, la ocasión de una muerte
con honor, combatiendo. Perdemos cada hora
la ocasión todavía
de pensar que allá lejos existen pueblos libres.
Un día más transcurre.
Aún podemos seguir llamándonos esclavos.
(De “Vamos...”, 1975, Edición no venal)
Año 1970
Fotografías de la calle Velázquez en 1970 y 1981, cuando aún cabíamos todos: peatones, bicis, autobúses (antes el tranvía), automóviles, motocicletas, etc. Desde que la peatonalizaron se ha convertido en el reino de los manteros, vendedores ambulantes, músicos y ciclistas, el caso es que nos cuesta la propia vida trasladarnos desde Plaza Nueva a la Campana, o viceversa.
Año 1981
DICE LA ESPERANZA
Dice la
esperanza: un día
la verás, si bien esperas.
Dice la desesperanza:
sólo tu amargura es ella.
Late, corazón… No todo
se lo ha tragado la tierra.
Han caído las primeras gotas de lluvia en la sierra y ya estamos haciendo cálculos para preparar nuestra subida al monte en busca de las primeras setas de la temporada. Después de las restricciones ha que nos hemos visto sometidos por los pasados años de sequía y el maldito COVID-19, pasar un fin de semana entre castaños, encinas, alcornoques y pinos, representa un formidable alivio para el ánimo.
Y es que en otoño, la tarea se nos acumula. Es el reencuentro con los colegas, con la madre naturaleza, la recogida de setas y frutos del bosque (castañas, bellotas, moras, madroños, etc.), la vendimia y, algo más tarde, la degustación de los primerizos caldos fermentados.
El otoño es una estación que promete, que subyuga, que enamora, a pesar de los ramalazos de tristezas que sobre algunas personas produce. Ya sólo falta esperar a que se cumpla el plazo que la naturaleza exige para cada actividad, mientras tanto, nosotros, los nostálgicos del monte preparamos nuestro ánimo y nuestros aperos, prestos a poner rumbo una pronta mañana hacia el destino de nuestros sueños.