No todo vale contra ETA

Este ciudadano medio que, aún paga sus impuestos, se para ante un semáforo en rojo, come diariamente con el sudor de su trabajo, sigue manteniendo el recelo primario que siempre produjeron al pueblo llano, jueces y fuerzas policiales, etc., asiste con asombro y –por qué no reconocerlo-, con temor, al esperpento internacional que han provocado las policías francesa y española, y que, por no haber sucedido ni en Cuba, ni Venezuela, se ha tapado de la manera más vergonzosa.
El responsable del Ministerio de Interior español reconoce que ha sido un error, pero nada más: ni disculpas a los implicados, ni mucho menos, tranquilizar a la población que observa atónita, cómo en esta locura de caza al etarra, cualquiera puede ser incluido.

La situación es doblemente grave, porque si espectaculares son los fallos de las dos policías implicadas en el suceso (a la española hay que pedirle mayor responsabilidad), no menos escandalosa es la actitud de la prensa y los medios de comunicación españoles que, obsesionados por evitar la muerte por inanición de sus empresas, montaron el despliegue amarillista que últimamente acompaña a este tipo de información, sin contrastar las fuentes, ni desconfiar de quienes las suministran, a pesar de que la Generalidad catalana ya había emitido un comunicado donde se insistía en que los “etarras” localizados, eran simples bomberos catalanes de vacaciones en Francia. El objetivo del periodista debería ser la puesta al servicio del ciudadano de informaciones mínimamentes verificadas y retomar la vieja conducta profesional del informador, de no dar nunca por buena cualquier noticia que caiga en sus manos, aunque procedan de "fuentes oficiales; el periodista, siempre, ha de mantener ese margen de duda que su investigación debe dejar bien claro.
Pero, ¡Ay!, hoy corren otros modos en el periodismo y en esta profesión se está, no por el espíritu de informar al que te lee, sino para vivir a lo grande y darle alegrías al medio que te contrata, de ahí los titulares escandalosos para ocultar sus carencias imaginativas, y el “copio y pego” como únicas herramientas creativas que en la actualidad utiliza el que solo quiere seguir viviendo de la información sin exigirse ningún esfuerzo. Malos tiempos corren para el periodismo. La inteligencia y la sagacidad investigadora han sido arrinconadas en el cuarto de los trastos y sustituidas por corredores de obtáculos que tratan de llevar, cuanto más rápido y de la manera más expectacular, cualquier noticia a los teletipos y las rotativas.

Cuidado a donde vamos y lo que hacemos. Los de mi edad aún recordamos con repugnacia el “Caso Almería” del año 1981, donde tres pacíficos ciudadanos (uno salmantino, otro santanderino, y el tercero, almeriense) que se propusieron pasar un buen rato en la primera comunión de un familiar del último, pero que acabaron muertos por las torturas que les infligió la Guardia Civil y posteriormente quemados para borrar huellas, al ser confundidos también con miembros de ETA. Afortunadamente, este caso no ha acabado de manera tan trágica (quizás porque los que los han detenido han sido gendarmes franceses) pero repito, cuidado con lo que hacemos y cuidado donde nos metemos. A ETA hay que desarticularla, pero dejémonos de chapuzas: cualquier ciudadano, por el mero hecho de tener dos piernas, una cabeza, dos ojos y una boca, no puede entrar en la lista de sospechosos, y ya que viene al caso, no confundir a todos los vacos con el terrorismo, simplemente por haber nacido en la misma comunidad del conflicto; ellos son los profesionales, a ellos les pagamos para que hagan bien su trabajo; no es de recibo que, a los daños que producen los terroristas, se añadan los de los responsables de evitarlos.

Cuidado, repito, con esta espiral de que todo vale para alcanzar el éxito. En esta locura persecutoria en la que los medios han entrado, se encuentra la publicación de la fotografía de “un nuevo sospechoso del grupo terrorista” a través de la agencia EFE, y que, nuevamente, ningún medio ha contrastado, del ciudadano Joseba Fernández González, (extraída de su página de Facebook por la singular agencia de noticias), confundido con el activista Joseba Fernández Aspuir.

Los ciudadanos que un día creímos –y peleamos por su consecución- que la democracia era el menor de los males para convivir en libertad, cada día que pasa nos cuestionamos más si acertamos en la elección. Un somero análisis de la situación te estremece: más paro que nunca; la delincuencia convierte intransitable las calles; las mafias se instalan en el país porque es el lugar del mundo donde menos se las castiga; los estafadores siguen haciendo lo mismo como con Franco, estafar, pero respaldados por la ley y los derechos democráticos; el violador, viola y luego mata a su víctima, sin temor al castigo; el maltratador, humilla, veja, asesina, y luego, como si nada hubiera pasado, se entrega tranquilamente a la policía; etc. ¿Es este el país por el que algunos luchamos y, los que corrieron peor suerte, pasaron años de cárceles y perdieron la vida?

Cuidemos las maneras. Afrontemos los retos. Si el sistema no vale, inventemos otro nuevo, pero, ¡por favor!, que cambie España, y que cambien sus métodos. Analicémonos todos; seguro que cada cual, en su sitio, tiene algo que reprocharse. El país no puede continuar con estas incoherencias y desatinos. ¡Aviso! Gobiernos como este, facilitan la entrada de las derechas y, lo que podría ser más cruel, la posibilidad de regímenes totalitarios con la excusa de "librarnos de tanta anarquía y tanto masón" .