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domingo, 14 de marzo de 2010

Dos Poemas (Federico García Lorca y Miguel Hernández)


Para hoy domingo he preferido reconfortar el alma con dos grandes poetas españoles por los que siento una gran admiración; los dos se identificaron con los más débiles, y para los desposeídos escribieron; los dos se comprometieron con la defensa constitucional de la República, y los dos lo pagaron trágicamente con sus vidas. A Lorca lo asesinaron los enemigos de la libertad, los intransigentes del nacional-catolicismo, y a Hernández lo mató las condiciones infrahumanas que padecieron muchos compatriotas antifascistas en las cárceles de los vencedores.

De Federico García Lorca leeremos el poema “Pequeño vals vienés” de “Poeta en Nueva York”, diferente a lo que conocíamos hasta entonces de él, y luego lo oiremos cantado por el también poeta y canta autor canadiense, Leonard Cohen,
gran seguidor suyo.

Pequeño vals vienés
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del “Te quiero siempre”.

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira que orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma entre fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.





Y de Miguel Hernández, leeremos el poema “Canción última” de “El hombre acecha”, y la oiremos cantada por Joan Manuel Serrat.

Canción últimaPintada, no vacía:
Pintada que está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.

Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

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