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sábado, 20 de marzo de 2010

El timo de la peatonalización


El “tontismo” es la facultad de actuación de aquellos gobernantes que se les han secado la sesera y están vacíos de ideas. A nivel estatal tenemos insufribles actos de esta índole (dignísimos los casos del imprevisible Zapatero, o los patéticos de la trilera Bibiana Aído), pero a los que me quiero referir hoy no traspasan la frontera de Sevilla, ciudad que -por lo que llevamos sufrido sus habitantes- en el pasado debió de cometer algún grave pecado, y por el que hoy nos vemos obligados a padecer el terrible castigo que los dioses nos han impuesto, ya que en mi dilatada existencia en ella, jamás he conocido a un alcalde que mereciera la pena. Y conste que se ha experimentado con los dos sexos (alcalde/alcaldesa); también con tres de las cuatros tendencias políticas(PSA, PSOE, PP) y lo que llevamos conocido de IU, coaligado con PSOE, a mí, personalmente, me aterra.

Este es el magnífico panorama municipal que afrontamos los sevillanos. El actual alcalde del PSOE, Monteseirín, renovó la alcaldía por los pelos, sin ideas y derrotado, y con este bagaje emocional se tuvo que poner al frente de una nueva gobernabilidad de cuatro años, sin apoyos dentro de su propio partido, sin iniciativas apropiadas para el desarrollo de la ciudad, con el temor diario a las encuestas que reflejaban su deterioro, etc., y se remangó la camisa y se puso a gobernar, pero como nos tiene acostumbrado este partido: echando mano del autismo, fabricando proyectos costosos e irrelevantes para el ciudadano, todo para tener “entretenido al personal”, hasta que se finalice esta penosa y larga legislatura que, si los dioses lo permiten, puede ser que acabe antes de mediados de año.

Entre una de estas genialidades con las que nos ha sorprendido el actual alcalde (y la verdad, hay que reconocer que acertada) ha consistido en la peatonalización de zonas céntricas que padecían gran congestión de tráfico que hacían insufrible la ciudad y que además afectaban con la contaminación a emblemáticos edificios históricos. Hasta aquí, perfecto y, a pesar de las grandes críticas que recibió del “barroco” e inculto sector que siempre está en contra de toda modernización de la ciudad y de sus opositores políticos, la medida era adecuada y necesaria.
Pero he aquí la pega y donde surge el timo: resulta que si problemas teníamos los paseantes para desenvolvernos anteriormente con los automóviles, ahora, el espacio que éstos nos robaban y que creíamos íbamos a recuperar, lo han tomado al asalto (con la connivencia del Ayuntamiento) las terrazas de las cafeterías y los bares, convirtiendo lo que se nos prometía como un delicioso lugar para disfrute del ciudadano, en una “gran costa del sol” donde los “guiris” ocupan todo el espacio, y donde el paseante circula con la precaución de no tropezarse con una mesa y sus ocupantes, o el atropello de una “bici”, o lo que es peor, del tranvía “turístico” que también se ha inventado este ilustre mandatario.

De esta manera, el alcalde, cumpliendo los designios de los astros y de sus colegas pijos, ha solucionado de una sola estocada varios problemas: ha convertido el centro de la ciudad en un café-bar gigante, y que sus amiguetes -¡qué coincidencia!- vivan en un espacio maravilloso, sin coches, ni humos, ni ruidos...y a los demás que nos partan un rayo, que bien merecido nos lo tenemos.

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