Hay una persona, no sé si él me permitirá llamarlo amigo, de esos que, inesperadamente, te salen al encuentro porque ha coincidido contigo en la manera de padecer la vida y en la forma de sentir el mundo. Es un habitual a mi blog que no tiene rostro, ni identidad, ni presencia; solo conozco de él su nombre, que vive cerca de mí y deduzco, por sus desesperadas palabras, que atraviesa un mal momento; ahora que, probablemente, necesita de mi ayuda, desconozco la manera de hacerlo.
Lo conocí, cosas del destino, en un paseo virtual que realicé por el Aljarafe sevillano; pudimos, incluso, haber coincidido en una bodega de la zona, degustando una botella de mosto y un buen plato de aceitunas; pero no ocurrió, así que el único contacto que mantenemos es a través de los comentarios que de vez en cuando deja en mi página, y de un par de correos electrónicos que nos hemos enviados. Eso es todo. Pero la amistad se parece tanto al amor, que a veces basta con un simple contacto para notar en tu interior que algo extraño ha nacido, que la persona con la que te has cruzado ya no es para ti la misma de antes; desde ese preciso instante, la consideras parte de ti, y te alegras con su felicidad, y te afliges con sus desgracias. Uno quiere seguir creyendo en la verdadera amistad y en la maravillosa utopía de un mundo gobernado por el desinterés personal y la solidaridad con el prójimo.
La situación por la que pasa mi amigo es similar a la de miles de padres de familias que, debido a la depredación de los bancos y a la inagotable insatisfacción de los empresarios, han llegado a una desesperación patológica por encontrarse imposibilitados a realizar lo único que saben hacer y que desde muy jóvenes han desarrollado durante toda su vida: trabajar. Para los que, como él, la única manera de poder subsistir y que a los niños no les falten un par de zapatos, es alquilar su fuerza de trabajo, no a la mejor oferta que se ofrezca, sino al primero que quiera contratarlo, ahora se encuentran en una situación de parálisis obligada, donde la única actividad que mantienen es la búsqueda angustiada en las páginas de empleo, las frustrantes entregas de currículos, ante el gesto dubitativo de quien los recoge, y las temerosas e ilusionantes entrevistas de trabajo que se dignan concederles. Desde que cayó en el pozo donde han sucumbido 4.500.000 de españoles, este es su menester diario, agobiado por la rapidez con la que pasan los meses y la facilidad con la que se encadenan las facturas, siempre con la incertidumbre del mañana, con la duda metida en el cuerpo, temiendo no poder hacer frente, un día cualquiera, al pago de la hipoteca, y comprobar con sorpresa que el “comprensivo” banco no acepta cobrar con “optimismo y confianza” y proceda, inmediatamente, a ejecutar el desastroso embargo, la compañía eléctrica y de aguas, a cortarle el suministro, y el seguro de desempleo finalizado.
Hemos caído en un agujero profundo del que no sabemos quien nos va a sacar. Los bancos siguen teniendo beneficios grotescos; las grandes empresas se quejan porque ganan menos, pero en definitiva, también aumentan sus ingresos. El gobierno lleva dos años dando palos de ciego, sin tener ideas por donde coger al toro; el futuro sustituto (el PP) ya se sabe como funciona: rebaja de impuestos para los que más tienen, exenciones económicas para las empresas, disminución de los presupuestos sociales, más facilidades para el despido, etc., con lo cual, saldremos de Judas y nos meteremos en Pilatos. De los sindicatos, tampoco se puede esperar solución, mientras los tengan bien comidos y pagados (cosa que saben hacer a la perfección los dos partidos con posibilidad de gobierno) y de nosotros, los trabajadores, mejor ni acordarnos. ¡Qué nos ocurre a los “currelas” que pasamos de todo lo malo que nos rodea, y luego, cuando caemos en desgracia, queremos que vengan raudo a solucionárnoslo! Da pena ver parte de la clase trabajadora aburguesada, compitiendo por tener lo que un simple trabajador no puede ni debiera aspirar, siempre rivalizando con el vecino en la ostentación de objetos materiales, idiotizados por la televisión y pretendiendo emular los comportamientos y maneras de vivir de los personajillos famosos. A nadie le importa la organización; todos esperan que, ante las dificultades, venga papá estado y les resuelva el problema. La supervivencia la basan en “cuanto menos piense, menos problemas me creo”, y así nos luce el pelo.
Tengo un amigo que no pasa por un buen momento, está desempleado, tiene problemas de movilidad, ha entrado en la edad clave para no encontrar trabajo, tiene una familia que mantener y, además, hacer frente a los pagos. Mi amigo me comenta que no se va a quedar quieto viendo cómo sus hijos no tienen zapatos que ponerse; tiene claro que no le va a dar un tirón a una anciana; tampoco se meterá en el trapicheo de drogas, pero algo tiene que hacer para pagar las trampas, para comprar el pan del día, para ponerle el plato de comida a los críos. Yo no he sabido qué responderle, pero desde aquí solicito que si alguien puede echarle una mano ofreciéndole cualquier trabajo, no se haga esperar porque el caso urge; además, propongo una idea: si es verdad que son tantos los parados y numerosos los que estamos hartos, ¿por qué no nos organizamos y reventamos este injusto estado?
Lo conocí, cosas del destino, en un paseo virtual que realicé por el Aljarafe sevillano; pudimos, incluso, haber coincidido en una bodega de la zona, degustando una botella de mosto y un buen plato de aceitunas; pero no ocurrió, así que el único contacto que mantenemos es a través de los comentarios que de vez en cuando deja en mi página, y de un par de correos electrónicos que nos hemos enviados. Eso es todo. Pero la amistad se parece tanto al amor, que a veces basta con un simple contacto para notar en tu interior que algo extraño ha nacido, que la persona con la que te has cruzado ya no es para ti la misma de antes; desde ese preciso instante, la consideras parte de ti, y te alegras con su felicidad, y te afliges con sus desgracias. Uno quiere seguir creyendo en la verdadera amistad y en la maravillosa utopía de un mundo gobernado por el desinterés personal y la solidaridad con el prójimo.
La situación por la que pasa mi amigo es similar a la de miles de padres de familias que, debido a la depredación de los bancos y a la inagotable insatisfacción de los empresarios, han llegado a una desesperación patológica por encontrarse imposibilitados a realizar lo único que saben hacer y que desde muy jóvenes han desarrollado durante toda su vida: trabajar. Para los que, como él, la única manera de poder subsistir y que a los niños no les falten un par de zapatos, es alquilar su fuerza de trabajo, no a la mejor oferta que se ofrezca, sino al primero que quiera contratarlo, ahora se encuentran en una situación de parálisis obligada, donde la única actividad que mantienen es la búsqueda angustiada en las páginas de empleo, las frustrantes entregas de currículos, ante el gesto dubitativo de quien los recoge, y las temerosas e ilusionantes entrevistas de trabajo que se dignan concederles. Desde que cayó en el pozo donde han sucumbido 4.500.000 de españoles, este es su menester diario, agobiado por la rapidez con la que pasan los meses y la facilidad con la que se encadenan las facturas, siempre con la incertidumbre del mañana, con la duda metida en el cuerpo, temiendo no poder hacer frente, un día cualquiera, al pago de la hipoteca, y comprobar con sorpresa que el “comprensivo” banco no acepta cobrar con “optimismo y confianza” y proceda, inmediatamente, a ejecutar el desastroso embargo, la compañía eléctrica y de aguas, a cortarle el suministro, y el seguro de desempleo finalizado.
Hemos caído en un agujero profundo del que no sabemos quien nos va a sacar. Los bancos siguen teniendo beneficios grotescos; las grandes empresas se quejan porque ganan menos, pero en definitiva, también aumentan sus ingresos. El gobierno lleva dos años dando palos de ciego, sin tener ideas por donde coger al toro; el futuro sustituto (el PP) ya se sabe como funciona: rebaja de impuestos para los que más tienen, exenciones económicas para las empresas, disminución de los presupuestos sociales, más facilidades para el despido, etc., con lo cual, saldremos de Judas y nos meteremos en Pilatos. De los sindicatos, tampoco se puede esperar solución, mientras los tengan bien comidos y pagados (cosa que saben hacer a la perfección los dos partidos con posibilidad de gobierno) y de nosotros, los trabajadores, mejor ni acordarnos. ¡Qué nos ocurre a los “currelas” que pasamos de todo lo malo que nos rodea, y luego, cuando caemos en desgracia, queremos que vengan raudo a solucionárnoslo! Da pena ver parte de la clase trabajadora aburguesada, compitiendo por tener lo que un simple trabajador no puede ni debiera aspirar, siempre rivalizando con el vecino en la ostentación de objetos materiales, idiotizados por la televisión y pretendiendo emular los comportamientos y maneras de vivir de los personajillos famosos. A nadie le importa la organización; todos esperan que, ante las dificultades, venga papá estado y les resuelva el problema. La supervivencia la basan en “cuanto menos piense, menos problemas me creo”, y así nos luce el pelo.
Tengo un amigo que no pasa por un buen momento, está desempleado, tiene problemas de movilidad, ha entrado en la edad clave para no encontrar trabajo, tiene una familia que mantener y, además, hacer frente a los pagos. Mi amigo me comenta que no se va a quedar quieto viendo cómo sus hijos no tienen zapatos que ponerse; tiene claro que no le va a dar un tirón a una anciana; tampoco se meterá en el trapicheo de drogas, pero algo tiene que hacer para pagar las trampas, para comprar el pan del día, para ponerle el plato de comida a los críos. Yo no he sabido qué responderle, pero desde aquí solicito que si alguien puede echarle una mano ofreciéndole cualquier trabajo, no se haga esperar porque el caso urge; además, propongo una idea: si es verdad que son tantos los parados y numerosos los que estamos hartos, ¿por qué no nos organizamos y reventamos este injusto estado?
Amigo del alma, lo único cierto en esta vida es que siempre que ha llovido, ha escampado. Esperemos que no sea demasiado tarde y estemos vivos para comprobarlo. Suerte.
Hola Manuel, eso es otro expediente X de la ciencia, te tropiezas con la gente por la y no le prestas atencion, pero en el virtual si, al final es mas cercano, no se.
ResponderEliminarGracias, de momento sobrevivimos,, este mes parece que esta, ahora pensar en el de abril, es mas facil parece.
De todas maneras, muchas cosas que ves que al final lo mio parece una tonteria, ahora mismo, cuando estoy escribiendo, a sonado el telefono, eran las 7,40, + o - , un amigo, 40 años, a cogido el camino facil, ya no buscara mas trabajo, tambien llevaba varios años, mira que se lo dije, que escuchara al buenafuente, que fuera optimista, que va, el tio va y se muere, cabrones..
Siento de veras lo de tu amigo, Miguel. Él, sin pretenderlo, quizás lo haya solucionado, pero la pelota la tiene ahora la familia. A ti ni se te ocurra morirte ¿vale? ¡dejarías mi blog sin comentarios!
ResponderEliminarUn saludo y me alegra mucho volver a hablar contigo. Ya nos tomaremos unas copitas de mostos.
Yo tambien pienso que es de cobarde.
ResponderEliminarAqui andamos, esperando para saber a que hora es el entierro.
Saludos,