Izquierda Unida está fracasada como alternativa política. Poco a poco asistiremos a su desintegración y a la liquidación de sus representantes políticos en todos aquellos estamentos gubernamentales donde han accedido. La democracia es un invento de los que han dirigido desde siempre el mundo, para seguir gobernando el resto de tiempo que les queda, por tal motivo, es cruel con quien la contradice, máxime si esta objeción procede de un grupo de izquierda; contra los liberales y socialdemócratas es generosamente tolerante. Igual les ocurre a los ciudadanos: a la izquierda se le exige una actitud y un comportamiento que al resto de ideologías se les pasa por alto. Incluso no ven nada mal que estén implicados en temas de corrupción, trapicheos políticos, utilización de medios públicos para su financiación y publicidad, etc., pero para los izquierdistas, alpargatas rotas, chaquetas y jerséis raídos, y lo que es aún más jodido, utilizándolos siempre para sacarles las castañas del fuego cuando una empresa está en peligro, o surge algún problema vecinal en un barrio o en un pueblo. La izquierda sólo está “como solucionadora de mi problema”, para pañuelo de lágrimas que los demás, los social-liberales no soportan.
Pero lo que aquí ha fracasado, no es el programa, ni los objetivos; el gran fraude de este proyecto ha consistido en el personal que ha intentado llevarlo adelante. Como siempre, las equivocadas no son las ideas, sino los hombres responsables de ponerlas en práctica. Y aquí es donde se ha fallado. El ilusionante proyecto que surgió tras la gran movilización Anti-OTAN, de Marzo de 1986, en la que un gran colectivo de hombres y mujeres -procedentes de extinguidos partidos a la izquierda del PCE (PTE, MC, ORT, Bandera Roja, etc., volvían a movilizarse en esta plataforma y a plantear la necesidad de una nueva organización política que hiciera factible la integración de estos cientos de miles de ciudadanos, con ganas de trabajar en la política, pero que las reticencias hacia los partidos existentes, hacían difícil su integración- fue el origen y, justo es reconocerlo, la visión acertada de Julio Anguita, para que esta fuerte corriente participativa que necesitaba un espacio organizativo, concluyese en el nacimiento de IU-Convocatoria por Andalucía, que más tarde se plasmaría en Izquierda Unida a nivel estatal. Fue un rotundo éxito. Esta nueva idea de compromiso político acercó IU a un numeroso grupo de personas que hasta entonces mantenían en “stan bay” su compromiso social y al gran número de votantes que se abstenían por no encontrar en las urnas un aliciente que los movilizara.
El proyecto se llenó de futuro y caminó con grandes éxitos. Pronto le vieron las ventajas los "listos", los aprovechados, los negociantes de ideas, los chaqueteros, y comenzaron a entrar y a tomar asiento en los puestos de dirección. Desde aquí empezaron a elaborar la sutil estrategia que lograra derribar al nuevo modelo político que IU representaba, y que amenazaba con dejar sin apoyos a la vieja política de centro izquierda que el PSOE representaba. La casa se volvió, una vez más, a construir por el tejado, y empezó a dársele más importancia a los nombres de los que entraban que a las personas; a crearse grupos homólogos allí donde no existían, acuciados por la prisa y la provisionalidad, de donde resultaron los extraños engendros de Iniciativa per Catalunya y la más que sugerente Ezker Batua en Euskadi, a la que se le ha permitido todo.
Y como la historia pone a cada cual en su sitio, y los fallos que cometemos, en algún momento vienen a pasarnos factura, hoy, la gran empresa que un día fue Izquierda Unida, por su mal hacer, sus frecuentes apoyos al PSOE, sus contradicciones, su obstinación en mantener en puestos claves a enemigos del proyecto unitario, han hecho que cada vez se hayan ido alejando personas serias y honestas, y retirado sus apoyos, votantes que depositaban sus papeletas para una alternativa de progreso y no para que le sirviera al mayor enemigo de IU, el PSOE, que siempre ha intentado destruirla. En política, no puede valer todo, y, hemos de reconocerlo, IU se ha equivocado bastante. Hace mucho tiempo que tuvo que cortarle las alas a los “demócratas de Nueva Izquierda”; se le fue la cabeza dejando entrar a “Los Verdes”, que, hay que decirlo, todos sabíamos de donde venían; más tarde se soporta, con la paciencia que solo se le pide a los santos, a personajes arribistas como Rosa Aguilar, Concha Caballero, Gaspar Llamazares, Inés Sabanés, etc., se descabeza a comprometidos y serios componentes, Jon Ander en Sevilla, y se apoya a destructores de la organización, Antonio Torrijos, que alejan a los votantes por su nefasto proceder y sus incumplimientos políticos.
Julio Anguita aboga por una nueva refundación de la izquierda “partiendo del republicanismo”. Este es un dirigente que me sigue inspirando confianza, pero yo le sugeriría que para emprender la nueva y difícil tarea, ponga más énfasis en el tipo de individuos que deben hacer realidad este proyecto, porque por republicano, puede pasar cualquiera, hasta la propia Leticia Ortiz se autodenominaba republicana, y mira donde la tenemos. Hay que acoger nuevas maneras, rechazar viejos tópicos izquierdistas que centran la atención en el trabajador como generadores de políticas progresistas y como posibles realizadores de la revolución, cuando la mayoría sabemos que hoy están tan cercanos a las ideas neoliberales como un capitalista cualquiera. Hay que dejar el dogmatismo, patear la calle, bajar de la nube en la que nos hemos acomodado, solo así será factible y viable la creación de esta nueva izquierda que la ciudadanía necesita.
Izquierda Unida ha muerto. Entre todos la han matado. Como sus responsables no han sabido sanarla, de nada sirve mantenerla en coma forzoso. Desconectarle los cables y acabar pronto con la larga agonía, y que, aprendiendo de los errores pasados, tengáis el acierto adecuado para alumbrarnos un nuevo proyecto. Hay un gran número de españoles que lo esperan impacientes e ilusionados. No volváis a defraudarlos.
Pero lo que aquí ha fracasado, no es el programa, ni los objetivos; el gran fraude de este proyecto ha consistido en el personal que ha intentado llevarlo adelante. Como siempre, las equivocadas no son las ideas, sino los hombres responsables de ponerlas en práctica. Y aquí es donde se ha fallado. El ilusionante proyecto que surgió tras la gran movilización Anti-OTAN, de Marzo de 1986, en la que un gran colectivo de hombres y mujeres -procedentes de extinguidos partidos a la izquierda del PCE (PTE, MC, ORT, Bandera Roja, etc., volvían a movilizarse en esta plataforma y a plantear la necesidad de una nueva organización política que hiciera factible la integración de estos cientos de miles de ciudadanos, con ganas de trabajar en la política, pero que las reticencias hacia los partidos existentes, hacían difícil su integración- fue el origen y, justo es reconocerlo, la visión acertada de Julio Anguita, para que esta fuerte corriente participativa que necesitaba un espacio organizativo, concluyese en el nacimiento de IU-Convocatoria por Andalucía, que más tarde se plasmaría en Izquierda Unida a nivel estatal. Fue un rotundo éxito. Esta nueva idea de compromiso político acercó IU a un numeroso grupo de personas que hasta entonces mantenían en “stan bay” su compromiso social y al gran número de votantes que se abstenían por no encontrar en las urnas un aliciente que los movilizara.
El proyecto se llenó de futuro y caminó con grandes éxitos. Pronto le vieron las ventajas los "listos", los aprovechados, los negociantes de ideas, los chaqueteros, y comenzaron a entrar y a tomar asiento en los puestos de dirección. Desde aquí empezaron a elaborar la sutil estrategia que lograra derribar al nuevo modelo político que IU representaba, y que amenazaba con dejar sin apoyos a la vieja política de centro izquierda que el PSOE representaba. La casa se volvió, una vez más, a construir por el tejado, y empezó a dársele más importancia a los nombres de los que entraban que a las personas; a crearse grupos homólogos allí donde no existían, acuciados por la prisa y la provisionalidad, de donde resultaron los extraños engendros de Iniciativa per Catalunya y la más que sugerente Ezker Batua en Euskadi, a la que se le ha permitido todo.
Y como la historia pone a cada cual en su sitio, y los fallos que cometemos, en algún momento vienen a pasarnos factura, hoy, la gran empresa que un día fue Izquierda Unida, por su mal hacer, sus frecuentes apoyos al PSOE, sus contradicciones, su obstinación en mantener en puestos claves a enemigos del proyecto unitario, han hecho que cada vez se hayan ido alejando personas serias y honestas, y retirado sus apoyos, votantes que depositaban sus papeletas para una alternativa de progreso y no para que le sirviera al mayor enemigo de IU, el PSOE, que siempre ha intentado destruirla. En política, no puede valer todo, y, hemos de reconocerlo, IU se ha equivocado bastante. Hace mucho tiempo que tuvo que cortarle las alas a los “demócratas de Nueva Izquierda”; se le fue la cabeza dejando entrar a “Los Verdes”, que, hay que decirlo, todos sabíamos de donde venían; más tarde se soporta, con la paciencia que solo se le pide a los santos, a personajes arribistas como Rosa Aguilar, Concha Caballero, Gaspar Llamazares, Inés Sabanés, etc., se descabeza a comprometidos y serios componentes, Jon Ander en Sevilla, y se apoya a destructores de la organización, Antonio Torrijos, que alejan a los votantes por su nefasto proceder y sus incumplimientos políticos.
Julio Anguita aboga por una nueva refundación de la izquierda “partiendo del republicanismo”. Este es un dirigente que me sigue inspirando confianza, pero yo le sugeriría que para emprender la nueva y difícil tarea, ponga más énfasis en el tipo de individuos que deben hacer realidad este proyecto, porque por republicano, puede pasar cualquiera, hasta la propia Leticia Ortiz se autodenominaba republicana, y mira donde la tenemos. Hay que acoger nuevas maneras, rechazar viejos tópicos izquierdistas que centran la atención en el trabajador como generadores de políticas progresistas y como posibles realizadores de la revolución, cuando la mayoría sabemos que hoy están tan cercanos a las ideas neoliberales como un capitalista cualquiera. Hay que dejar el dogmatismo, patear la calle, bajar de la nube en la que nos hemos acomodado, solo así será factible y viable la creación de esta nueva izquierda que la ciudadanía necesita.
Izquierda Unida ha muerto. Entre todos la han matado. Como sus responsables no han sabido sanarla, de nada sirve mantenerla en coma forzoso. Desconectarle los cables y acabar pronto con la larga agonía, y que, aprendiendo de los errores pasados, tengáis el acierto adecuado para alumbrarnos un nuevo proyecto. Hay un gran número de españoles que lo esperan impacientes e ilusionados. No volváis a defraudarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario