La madrugada del domingo volvimos a realizar el lamentable experimento del cambio de horario que, a ciencia cierta, no sé a qué y quien beneficia. Los científicos, igual que ocurre con la polémica de la existencia o no de dios, no acaban de ponerse de acuerdo y cada cual arrima el ascua a su sardina, con lo que uno, que ya está escaldado con las predicciones de los estudiosos, opina que, además de fastidiar, el cachondeo de “adelante usted una hora", más tarde, "retrásela” tiene agobiado, como poco, al personal. ¿Quién me dice que tanto majara por las calles, tanta agresividad machista, tanto ansia por desclasarse, tanta desorientación ideológica no está influenciado por este desorden relojero?
Uno confiaba que, con la democracia -¡cuántas expectativas nos creaba la maldita democracia!-, al menos, la fastidiosa hora adelantada que el dictador nos coló en 1940 para coincidir con el horario de sus hermanos fascistas (Alemania e Italia), una vez llegada ésta, desaparecería, pero ¡triste desilusión!, ni la democracia fue capaz de acabar con este injusto desequilibrio horario que nos regaló el franquismo (como con tantas otras injusticias heredadas del antiguo régimen y que no se han atrevido a eliminar), si no que además se sacaron de la manga el jueguecito ese de adelantar en primavera otra hora más -te levantas a las 6 de la mañana para el trabajo y en realidad lo estás haciendo a las 4, hora solar, todo un madrugón para comenzar el día- y retrasarla la última semana de octubre, con lo cual, el personal no sabe por donde anda ni cómo recolocar sus neuronas, no siendo difícil oír durante un par de semanas, si la hora a la que hemos quedado citados para comer son las 2 de la hora actual o de la pasada. Toda esta matraca horaria me trae al recuerdo una anécdota que sucedía hace ya algunos años: como eran tantas las manifestaciones que se realizaban para mantener a los soñadores de esperanzas en buena forma física, no era de extrañar que éstas coincidieran con el adelanto horario, o bien, con el retraso, con lo cual se organizaba un descontrol tal, que la única manera de solucionarlo consistía en aplazar la contienda sesenta minutos más, lo que atentaba, peligrosamente, contra el sistema nervioso de los que llegábamos puntuales y la posibilidad de que los grises o la secreta te echaran mano, y es que hay que recordar, que la mayoría de las manifas eran ilegales.
En conclusión: que hoy me encuentro algo más animado, pues con la dichosa hora que han retrasado, ya sólo queda una de adelanto y casi se iguala con el horario que tienen los pájaros. Si abogamos tanto por el medio ambiente, la sostenibilidad y lo natural ¿Por qué nos obstinamos en llevar el paso cambiado? ¿ O es que queremos crear un mundo de desequilibrados mentales?
Uno confiaba que, con la democracia -¡cuántas expectativas nos creaba la maldita democracia!-, al menos, la fastidiosa hora adelantada que el dictador nos coló en 1940 para coincidir con el horario de sus hermanos fascistas (Alemania e Italia), una vez llegada ésta, desaparecería, pero ¡triste desilusión!, ni la democracia fue capaz de acabar con este injusto desequilibrio horario que nos regaló el franquismo (como con tantas otras injusticias heredadas del antiguo régimen y que no se han atrevido a eliminar), si no que además se sacaron de la manga el jueguecito ese de adelantar en primavera otra hora más -te levantas a las 6 de la mañana para el trabajo y en realidad lo estás haciendo a las 4, hora solar, todo un madrugón para comenzar el día- y retrasarla la última semana de octubre, con lo cual, el personal no sabe por donde anda ni cómo recolocar sus neuronas, no siendo difícil oír durante un par de semanas, si la hora a la que hemos quedado citados para comer son las 2 de la hora actual o de la pasada. Toda esta matraca horaria me trae al recuerdo una anécdota que sucedía hace ya algunos años: como eran tantas las manifestaciones que se realizaban para mantener a los soñadores de esperanzas en buena forma física, no era de extrañar que éstas coincidieran con el adelanto horario, o bien, con el retraso, con lo cual se organizaba un descontrol tal, que la única manera de solucionarlo consistía en aplazar la contienda sesenta minutos más, lo que atentaba, peligrosamente, contra el sistema nervioso de los que llegábamos puntuales y la posibilidad de que los grises o la secreta te echaran mano, y es que hay que recordar, que la mayoría de las manifas eran ilegales.
En conclusión: que hoy me encuentro algo más animado, pues con la dichosa hora que han retrasado, ya sólo queda una de adelanto y casi se iguala con el horario que tienen los pájaros. Si abogamos tanto por el medio ambiente, la sostenibilidad y lo natural ¿Por qué nos obstinamos en llevar el paso cambiado? ¿ O es que queremos crear un mundo de desequilibrados mentales?
Como gorrión que soy, exijo que me devuelvan el horario solar que me pertenece, sólo así lograré sentirme jilguero.
Interesante información desconocia los datos,referente a que fué Franco,el que nos colocó el dichoso cambio de horario.
ResponderEliminarFranco es responsable de la que tenemos ahora (deberíamos tener la de Portugal, Reino Unido o las Islas Canarias, o sea, la Europa Occidental, no la de la Europa Central); la que acaban de retrasar el domingo es obra de los "demócratas".
ResponderEliminarSaludos y a fastidiarse.