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lunes, 29 de noviembre de 2010

Un consejo heterodoxo a nuestros políticos


Quien haya tenido que acudir por algún motivo a una urgencia de hospital, seguro que le habrá servido, además de curarse, para un conocimiento profundo de la realidad social del país y –ahora también- de la comunidad en que vive. Esto es lo que le ha ocurrido a un servidor que no desaprovecha ocasión para poner en marcha la maldita lavadora que llevo sobre los hombros. He de aclarar que –por fortuna- no soy, ni me gusta, abusar de este servicio que debiera ser restringido sólo a los casos más necesarios, pero que a veces, por el colapso en las listas de esperas médicas (en mi caso están por el año y medio, y, aunque el malestar no sea de muerte, un año y medio con dolor son muchos meses) te obligan a tener que utilizarlos.

Pues como iba diciendo, si los políticos viajaran más en transportes urbanos y se sentaran en una sala de urgencias, seguro comprenderían a la perfección cual es el problema esencial que tiene la población.
En sólo un par de horas que tuve que esperar pude observar:

· La mayoría de pacientes que suelen utilizar este servicio son extranjeros, en el caso que les hablo: tres marroquíes, varios morenos, por supuesto rumanos, un montón de hermanos suramericanos, otros tantos con idiomas ilocalizables, además de algún accidentado y personas ancianas. ¿Se puede permitir una sanidad pública que está bajo mínimos este dispendio? Ya sé que tenemos que ser solidarios, perfecto, ¿pero qué ocurrirá cuando quiebre el invento?

· Quitarme el sombrero (aunque no lo utilice) y decir “chapó” por el personal que nos atienden, todos llenos de profesionalidad y gentileza, a pesar de las condiciones y el ritmo con el que trabajan. Su atención es loable y exquisita. También me enteré, hablando con la doctora que me atendió, que el pago de sus nóminas peligraba, que la sanidad estaba sin fondos. Esperemos que sólo sea un bulo y que una de las mejores conquistas que posee el país, no se vaya al traste.

· Un compañero de asiento se desahogó contándome sus cuitas. Resulta que el hombre había tenido que acudir a urgencias debido a las molestias que padecía en el único ojo bueno que le quedaba (con el otro, prácticamente no veía), a pesar del enojo del gerente donde trabajaba. Pero lo más grave no era esto, lo lastimoso, reprochable, repugnante y vergonzoso era que el intolerante jefe lo tenía contratado echando más horas que un reloj (creo recordar que dijo que de 8 de la mañana a 3 de la tarde, luego desde las 5, hasta que dejaran de llamar los clientes, sobre las 10/11 de la noche, todo por 42 euros, y lo que es humillante y caciquil, sin dar de alta en la Seguridad Social. Lo grave, es que éste no es un caso aislado ya que, por desgracia, es algo que está a la orden del día en muchas de nuestras "empresas". ¿Alguien da más? ¿Quién dijo que los esclavos están en África, en China y en Asia? ¿A qué y a quien tienen temor los delincuentes en España?
Luego están las estupideces que sueltan los aburguesados políticos, periodistas y empresarios, como la que ha realizado esta semana pasada el representante de la CEA -candidato a presidir la organización empresarial CEOE a nivel estatal- donde se descolgó con unas declaraciones donde afirmaba que “ la excesiva protección del desempleo desincentiva el empleo” y añadió que “los parados buscan empleo los dos últimos meses antes de perder la prestación”. Qué propone este señor, ¿que nada más perder el trabajo escojas el primero que te ofrezcan, aunque sea la inmundicia que tiene mi compañero, accidental, de urgencias? ¿Y prolongar este infierno laboral hasta los 67 años? ¡Cómo se ve que ellos no conocen lo que es trabajar! aunque llamen trabajo a la actividad que realizan, en concreto, a lo que yo estoy haciendo ahora y a lo que hacen los abueletes en las tabernas.

Un buen consejo (aunque no soy partidario de darlos) para nuestros políticos sería que, de vez en cuando, bajaran a la arena del ruedo, no para lidiar los toros –dejémoslos tranquilos en las dehesas-, sino para enterarse cómo van las cosas a ras de tierra, aunque para ello tengan que dejar sus buenos coches oficiales aparcados en la cochera y llenarse alguna vez los zapatos de barro, de lo contrario, gobernarán, legislarán, parlamentarán sin conocimiento de causa y alejados de la realidad social y las injusticias que angustian al pueblo.



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