¿Hasta cuando ha de soportar un pueblo a su gobierno, antes de que se le acabe la vida?
¿Cuántas indecencias deben realizar unos gobernantes para que sus gobernados digan “¡Basta!, hasta aquí hemos llegado”?
¿Qué grado de inmoralidad deben acumular los dirigentes de un país para que sus subordinados decidan dejar de justificar las acciones como "propias de accidentes circunstanciales"?
¿Cuántas veces ha de ir el cántaro a la fuente para que se rompa, de una maldita vez, la situación de laxitud que mantenemos?
¿Cuántas desgracias, cuántos sobresaltos, cuántas contrariedades tendremos que padecer para darnos cuenta de las agresiones que soportamos?
Y ¿qué nos ha de suceder, qué tendremos que observar, para que se nos remueva la tripa y nos incomodemos?
¿Qué ha de ocurrir para que dejemos de ser témpanos de hielo?
El gobierno nos atraca, nos traiciona, nos chantajea, nos manipula, nos confunde, y no satisfecho con ello, nos miente. Sería demasiado negativo por mi parte apuntar que, la obligación de un gobierno que se precie no es otra que la de engañar a sus gobernados, y la misión de estos, los súbditos, es hacerle creer al primero que lo están logrando, si no, el mundo no sería mundo y la gobernación de un país ingobernable, con lo cual, ni habría políticos disponibles para realizar semejante empresa, ni ciudadano consciente y comprometido para no necesitarlos. Esto es parecido a la anécdota de los mejillones que contaba Gala en su historia "Mejillones" del libro "La soledad sonora", pero en lugar de acontecer en la intimidad de una pareja, el tema que traigo a colación ocurre con el gobierno de una nación y la casi mayoría de sus gobernados, pero tiene mucha similitud: los dos tratando de engañar al otro.
El dato en concreto es que hoy nos enteramos que el gobierno español y los gobiernos mundiales estaban informados, por la dictadura marroquí, de que el poblado saharaui iba a ser desmantelado, obedeciendo ordenes estrictas –esto lo añado yo de mi propia leche- de EE.UU, so pretexto de que el recinto pudiera convertirse en destino y refugio de Al-Qaeda, contundente y justificado argumento como para arrasar a todo un pueblo entero, sea por la seguridad mundial –como ha ocurrido en Afganistán e Irak- donde la supuesta protección de unos individuos está creando tantísimos muertos.
El caso es que la ministra de asuntos exteriores y el creador de la Alianza de Civilizaciones estaban al corriente de lo que iba a ocurrir, interpretaron a la perfección el paripé del "yo no se nada", haciéndose los sorprendidos con la actuación terrorista del Mohammed en El Aaiún; ahora se entiende la tibieza en las declaraciones que con tanta sordina han realizado, la huída precipitada de la ministra, a más de 9.ooo kilómetros de distancia, para visitar al fútbolista Evo Morales, hospitalizado, o la del presidente del gobierno, a Seul, para darles clases de economía y eficacia laboral , a los del G-20, todo en una carrera frenética por alejarse del fuego sahariano en la que se han metido con sus improvisaciones, sus desmentidos, sus desaciertos, porque quedarse en el país, con lo que está cayendo, es bastante arriesgado, además, sin la equipación de bomberos, tanta es la confusión que padecen que han echado manos de nuevo de la experiencia diplomática del llorón Moratinos, al que han tenido que enviar a Argel, para calmar el malestar de los argelinos, contrariados por las contínuas contradicciones de España.
¿Cuántas indecencias deben realizar unos gobernantes para que sus gobernados digan “¡Basta!, hasta aquí hemos llegado”?
¿Qué grado de inmoralidad deben acumular los dirigentes de un país para que sus subordinados decidan dejar de justificar las acciones como "propias de accidentes circunstanciales"?
¿Cuántas veces ha de ir el cántaro a la fuente para que se rompa, de una maldita vez, la situación de laxitud que mantenemos?
¿Cuántas desgracias, cuántos sobresaltos, cuántas contrariedades tendremos que padecer para darnos cuenta de las agresiones que soportamos?
Y ¿qué nos ha de suceder, qué tendremos que observar, para que se nos remueva la tripa y nos incomodemos?
¿Qué ha de ocurrir para que dejemos de ser témpanos de hielo?
El gobierno nos atraca, nos traiciona, nos chantajea, nos manipula, nos confunde, y no satisfecho con ello, nos miente. Sería demasiado negativo por mi parte apuntar que, la obligación de un gobierno que se precie no es otra que la de engañar a sus gobernados, y la misión de estos, los súbditos, es hacerle creer al primero que lo están logrando, si no, el mundo no sería mundo y la gobernación de un país ingobernable, con lo cual, ni habría políticos disponibles para realizar semejante empresa, ni ciudadano consciente y comprometido para no necesitarlos. Esto es parecido a la anécdota de los mejillones que contaba Gala en su historia "Mejillones" del libro "La soledad sonora", pero en lugar de acontecer en la intimidad de una pareja, el tema que traigo a colación ocurre con el gobierno de una nación y la casi mayoría de sus gobernados, pero tiene mucha similitud: los dos tratando de engañar al otro.
El dato en concreto es que hoy nos enteramos que el gobierno español y los gobiernos mundiales estaban informados, por la dictadura marroquí, de que el poblado saharaui iba a ser desmantelado, obedeciendo ordenes estrictas –esto lo añado yo de mi propia leche- de EE.UU, so pretexto de que el recinto pudiera convertirse en destino y refugio de Al-Qaeda, contundente y justificado argumento como para arrasar a todo un pueblo entero, sea por la seguridad mundial –como ha ocurrido en Afganistán e Irak- donde la supuesta protección de unos individuos está creando tantísimos muertos.
El caso es que la ministra de asuntos exteriores y el creador de la Alianza de Civilizaciones estaban al corriente de lo que iba a ocurrir, interpretaron a la perfección el paripé del "yo no se nada", haciéndose los sorprendidos con la actuación terrorista del Mohammed en El Aaiún; ahora se entiende la tibieza en las declaraciones que con tanta sordina han realizado, la huída precipitada de la ministra, a más de 9.ooo kilómetros de distancia, para visitar al fútbolista Evo Morales, hospitalizado, o la del presidente del gobierno, a Seul, para darles clases de economía y eficacia laboral , a los del G-20, todo en una carrera frenética por alejarse del fuego sahariano en la que se han metido con sus improvisaciones, sus desmentidos, sus desaciertos, porque quedarse en el país, con lo que está cayendo, es bastante arriesgado, además, sin la equipación de bomberos, tanta es la confusión que padecen que han echado manos de nuevo de la experiencia diplomática del llorón Moratinos, al que han tenido que enviar a Argel, para calmar el malestar de los argelinos, contrariados por las contínuas contradicciones de España.
De antemano, el gobierno sospechaba cuál sería la respuesta de sectores comprometidos de la población, de la oposición no domesticada y de los medios de comunicación. El Sahara, para los ¿socialistas?, se está convirtiendo en la prueba del algodón: cada vez que sale a relucir y lo pasa por los azulejos, el algodón termina completamente sucio.
Sabemos a la perfección, qué ata a la monarquía española con la teocracia marroquí; aquí, lo que queda por resolver –confiemos en que no tengan que pasar tantos años como para adjudicar la X de los GAL- el porqué del giro radical que experimentó el PSOE respecto al Frente POLISARIO, desde que tuvo responsabilidades de gobierno.
Y es que, algunos, deberían quedarse siempre en la oposición para no poner en riesgo sus principios y mantener inalterables sus ideales básicos; de otra manera, se ve que es imposible lograrlo; estar en el poder y ser consecuentes, es obvio que resulta contradictorio : OTAN, economía neoliberal, recortes sociales, la trama de los GAL, el nepotismo, el trapicheo con los maletines cargados de dinero, etc., y ahora, desgraciadamente, con nuestros hermanos saharauis, a quien tanto les debemos y tan poco les damos.
Y es que, algunos, deberían quedarse siempre en la oposición para no poner en riesgo sus principios y mantener inalterables sus ideales básicos; de otra manera, se ve que es imposible lograrlo; estar en el poder y ser consecuentes, es obvio que resulta contradictorio : OTAN, economía neoliberal, recortes sociales, la trama de los GAL, el nepotismo, el trapicheo con los maletines cargados de dinero, etc., y ahora, desgraciadamente, con nuestros hermanos saharauis, a quien tanto les debemos y tan poco les damos.
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