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domingo, 31 de octubre de 2010

Marcelino Camacho y Antonio Rodrigo Torrijos: Dos personas, dos maneras


Se fue con lo puesto, sin huir de su barrio (el Carabanchel de toda la vida), ni de la gente de la que siempre estuvo rodeado, viviendo en un piso de 70 metros cuadrados, lo justo para cobijar sus cuatro jeseys, los amarillentos libros y el contingente de amor que le unía a su inseparable Josefina. No necesitó de nada más en toda su trayectoria, fue enemigo de protagonismos mediáticos, jamás hizo algo que perjudicara al sindicato o al partido en el que militaba, fue comedido, solidario, responsable, coherente y, sobre todas las cosas, honrado, algo que, por lo que se ve, desconocen muchos de lo que están en la "cosa" pública. Marcelino, con su ejemplo y su dignidad, ha conseguido lo que está reservado para unos pocos: seguir vivo una vez muerto.
¡"Marcelino, vive"!





Esta imagen es todo lo contrario a lo que Marcelino practicaba y lo que un representante de "izquierdas" -en particular- no debería hacer (y si lo hace, al menos, ser discreto y no jactarse por la proeza). Antonio Rodrigo Torrijos viene demostrando, desde hace bastante tiempo, las carencias y debilidades de la izquierda española, y no es -como el citado personaje insiste en repetir- una cacería de los medios de comunicación afines al PP, es la constatación de una realidad que -por desgracia- se repite con demasiada frecuencia entre las filas de la izquierda. Pertenecer a ésta implica no sólo serlo si no, además, parecerlo, y fundamentalmente, ejercer como tal, actitud que tan a menudo suelen obviar estos dirigentes que, supuestamente, están para cambiar el rumbo social de la historia. Darse las buenas mariscadas, vivir como verdaderos reyes, gastando el dinero de los ciudadanos, es algo que está unido a la derecha, si no ¿en qué nos diferenciamos de los que viven en la Zarzuela y queremos mandar al paro?
Sigue sorprendiéndome el silencio y la inacción de Izquierda Unida sobre el tema de Antonio Rodrigo Torrijos, esta postura de la coalición se verá reflejada negativamente en las urnas, ya que el ciudadano identifica a IU con su representante en el ayuntamiento de Sevilla.
Dos personas, dos miembros de la misma tendencia política, y qué manera tan diferente de ejercerla. Como dijo Bob Dylan, "los tiempos están cambiando" y, desgraciadamente, se nos mueren los buenos.
Descansa en paz, Marcelino, te has ganado el reconocimiento y el respeto de toda una generación. Cuando en España se hable de coherencia y honradez bastará pronunciar un nombre: Marcelino Camacho.

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