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miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿Militancia o borreguismo?

Esta es la foto de la vergüenza: sonriendo como si no pasara nada
Uno, que no aspira a grandes solemnidades ni acomodos terrenales, no acaba de entender el alto precio que hay que pagar por estar en el gobierno. Es bien cierto que, desde la oposición, se es más combativo y luchador, pero ahí no está el merito, se debe ser blanco o negro, amarillo o cobrizo a todas horas, y si es una cuestión difícil de resolver, pues mejor la aparcamos y punto concluido.
Ya sé que se articulan miles de excusas para justificar lo que no es justificable, y que siempre son los mismos a los que no les cuesta salir al paso para poner los parches, pero uno, que es un ser eminentemente subjetivo y lo relativiza todo, no entiende cómo determinadas situaciones te pueden condicionar tanto, máxime cuando no eres un desconocido para ti y, en el mejor sentido del escapismo, no hay nada que se te oculte de tu comportamiento.
Por eso me sorprende la capacidad de aguante de la militancia del PSOE; bien cierto es que el cuerpo se hizo para encajar en el traje, y no al contrario, por tal motivo no es de extrañar que el que milita en ese partido esta confeccionado para soportar todo lo que le echen desde las altas esferas del mismo. Ya lo demostraron con el referéndum de la OTAN; justifican el tema de la corrupción, alegando que el PP también lo hace; aplauden los asesinatos del GAL y elevan a héroes a sus autores; acatan, sin rechistar, el recorte social y la inmersión en la economía neoliberal que acometen sus dirigentes, etc., todo en aras de seguir gobernando, aparcando los principios ideológicos por los que un día llegaron al poder.
Se comenta que, a raíz de los sucesos del Sahara, hay un gran malestar dentro del partido. Ustedes perdonen, pero no me lo creo. Lo que puede haber es cierto desconcierto y temor por constatar cómo se está perdiendo respaldo popular y, lo que es más significativo, intenciones de votos hacia ellos, por la actitud inmoral que mantiene el gobierno y el partido que los apoya en el conflicto del Sahara y su servilismo hacia Marruecos.
Que algún miembro del partido, caso del parlamentario navarro, Carlos Cristóbal, lo abandone por la alta traición que este comete hacia el pueblo hermano, es algo a lo que no estamos acostumbrados. Seguir tragando, ya sea a costa de tragárselas doblada, es un ejercicio acostumbrado entre esta militancia que, dicho sea de paso, de militante tienen bien poco, y si mucho de “canes agazapados a lo que pueda salir”. Nunca fueron personas de grandes exigencias ideológicas; para pertenecer al partido, sólo era necesario una gran dosis de anticomunismo, de perspectiva futurible y ambición personal, para que encajaran a la perfección en ese gran proyecto neoliberal y engañoso que representaba el partido de los 100 años de honradez. Lo demás era bien fácil: decir a todo “sí wuana”; qué bonito eres; qué bien lo hacéis, y a la espera de que les llegue la ocasión oportuna.
La verdad, casos como el de Carlos Cristóbal no es nada frecuente dentro de ese partido, si no, otro gallo cantaría. Si sus militantes, sus votantes reaccionaran como seres personales y no como contumaces descendientes del caudillo, ayer, el vicepresidente del gobierno español no habría tenido valor para reunirse con el ministro de interior marroquí Taib Chercaoui, responsable de la represión contra el pueblo saharaui y los activistas e informadores españoles.
No es que haya que dejar la tibieza, ni gritar más alto cuando nos dirigimos a Marruecos, Sra. Ministra de Asuntos Exteriores, es que con un gobierno que inflige todas las leyes internacionales de derechos humanos no se puede tener relaciones de ninguna clase; sencillamente: con el tirano ni siquiera a coger euros, cuanto menos tolerar su engallamiento, y si es duro gobernar, pues se les deja a los que no le cuesta hacerlo, es lo que hicimos muchos de nosotros, tiempos ha, cuando no estuvimos de acuerdo con los planteamientos que se nos hacía, y aquí estamos, viviendo de lo nuestro, satisfechos y sin nada por lo que avergonzarnos.
Como decían mis padres: "Hijos míos, somos pobres, muy pobres, pero honrados".


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