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domingo, 3 de enero de 2010

¿Reconquista o invasión?


Un año más se vuelve a repetir en Granada el "acto integrador" de la celebración de la toma de la ciudad por los ejércitos invasores castellanos, en Enero de 1492. Una vez más, después de 500 años transcurridos, sectores rancios de la sociedad granadina (los mismos elementos casposos que fusilaron a Federico, los mismos trogloditas que hoy se escandalizan porque querramos saber dónde está enterrado) insisten, una y otra vez, en que no se nos olvide quienes fueron los vencedores y quienes los que, de verdad, siguen mandando en este país. Este es un agravio al que nos viene sometiendo anualmente el ayuntamiento granadino -gobierne el PP, o lo haga el PSOE- y que, tristemente, se generaliza en toda la comunidad andaluza para todos aquellos acontecimientos que tienen relación con Al-Andalus.
Palabras acuñadas desde hace siglos por los vencederos y repetidas hasta la saciedad en los libros de historia (la mayoría, escritos por "historiadores" catalanes, ¡vaya incongruencia!) como "reconquista", o "árabes", o lo que es peor y ofensivo, "moros", han hecho que esta ideología cale en el sentimiento del andaluz, y que cada vez que le hablen de Al-Andalus le cueste reconocerse, es más, hasta sienta vergüenza identificarse con ellos. 
¿Cómo se puede hablar de reconquista a lo que no fue más que una invasión y un acto de pillaje de unos reinos donde sus ciudadanos (si llegaban a tener esa categoría) vivían anclados en la prehistoria?. ¿Qué podían reconquistar y recuperar aquellos que no eran de estas tierras, y por consiguiente, nada poseían en ellas? Recordemos la procedencia de los componentes de estos ejércitos y el de los posteriores repobladores.
Calificar de "árabe" o "moro" a los habitantes de este territorio, descendientes muchos de ellos del histórico y grandioso reino de Tartesos, otros, asentados desde hace ocho siglos, no deja de resultar una contradicción. Hace falta refrescarles la memorias y recordarles que los borbones que hoy habitan la Zarzuela, sólo llevan instalados en España 309 años y nadie pone en duda su españolidad, incluido Juan Carlos, nacido y criado en Roma.
Es denunciable la actitud deplorable de nuestros gobernantes andaluces, que sólo se acuerdan de nuestro brillante pasado andalusí cuando tienen que arrojar piedras contra otra comunidad. O la de elementos representativos del estamento político y judicial que no sienten ningún aprecio por nuestro pasado (recuerden las declaraciones del exministro Manuel Jiménez de Parga -¡vaya coincidencia!, granadino también- con la polémica de si Cataluña era nación o no) recuren a ella, no por convicción o defensa, sino para anular los deseos de soberanía de otras comunidades que se axfisian en este mosaico multicultural donde a fuerza de espada y sangre, nos oligaron a pertenecer.

Nuestro mayor enemigo somos nosotros mismos con nuestra tibieza. Si los andaluces no nos respetamos nunca nos respetarán en el resto del país. Si los andaluces no conocemos y amamos lo que significó para el mundo Al-Andalus, seguiremos siendo el pueblo desorientado y nacionalista español que somos. No se es andaluz sólo por haber tenido la suerte de haber nacido en esta magnífica tierra. Ni por ser más festivo y gracioso. Ser andaluz implica conocerla, respetarla, amarla y defenderla, como si de tu familia se tratara. Lo demás, es folclore y tipismo.
Muchas cosas deben cambiar en Andalucía. Ya está bien de que se acepten con naturalidad los reyes godos, los borbones, y que los reyes andaluces, tan significativos para la historia de nuestra tierra, (Argantonio, Abderramanes, Almutamid, Boabdil, etc.), se le siga considerando extranjeros, con el agravante de que al último (Boabdil) aún se le siga denominando "como el último rey moro". Es responsabilidad de nuestros historiadores recuperar la verdad, hacer que cale en la población desinformada el valor de nuestro pasado, para que se sientan orgullosos de pertenecer y ser descendientes de los distintos pueblos que se han asentados en Andalucía, para que un día deje de tremolar en Granada la bandera invasora con la que llegaron Isabel y Fernando. 
Confiemos que en un futuro no lejano esta fecha del 2 de enero sea sólo recuerdo de un pasado desgraciado del que no hemos vuelto a levantar la cabeza.

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