El Sahara amenaza con convertirse en otro territorio ocupado donde la vida de sus habitantes valga tan poco, que no es de extrañar el silencio cómplice que mantienen las potencias defensoras, a ultranza, de las excelencias democráticas. Por lo visto, hay vidas de primera (como ocurre con los “opositores” cubanos, iraníes, venezolanos, etc.) y vidas de segunda (Palestina, China, EE.UU., y, ahora, El Sahara Occidental). La omisión de la noticia, el silencio, puede calificarse también de agresión premeditada contra estas personas, sabiendo como sabemos, quienes controlan la mayoría de agencias de noticias internacionales.
El sábado pasado finalizaba la nueva visita por la región, el enviado personal del secretario general de la ONU para el Sahara, Christopher Ross, e inmediatamente, al día siguiente (domingo 24 de octubre) la policía del dictador marroquí asesina a un niño de 14 años -cinco personas más han resultado heridas, entre ellas, un hermano del propio fallecido- cuando viajaban en un coche, a dos kilómetros de distancia del campamento donde, desde el pasado 10 de octubre, unos 10.000 saharauis están concentrados, en protesta, por la represión a la que están siendo sometidos por Marruecos en las ciudades ocupadas del Sahara Occidental. Un representante del Frente POLISARIO ya venía denunciando desde hacía varios días, que el desgraciado suceso ocurrido podía pasar en cualquier momento, debido al acoso que la policía marroquí estaba ejerciendo sobre este campamento de más de 2.000 jaimas, instalado a 18 kilómetros de El Aiún.
El joven asesinado responde al nombre de Elgharin Nayem Foidal, saharaui, 14 años. ¿Cuántos más deben morir para que la comunidad internacional reaccione y acabe con el genocidio que Marruecos mantiene en el Sahara Occidental? ¿Y cuando se atreverá, un gobierno español, a recuperar la responsabilidad administradora que por derecho le corresponde, y ponga en su sitio al dictador marroquí?
El mundo es cruel, pero más cruel es cuando compruebas que hay personas de primera y personas de segunda, y que la vida de estos últimos tiene tan escaso valor, que nos preocupa más la supervivencia de una especie animal en peligro, antes que garantizar el respeto y la vida de estos seres desposeídos y maltratados.
Los niños de estos países, son niños, pero no nuestros, dan pena cuando los sacan en televisión, pero están lejos, y la distancia, ¡qué le vamos a hacer!, mitiga los efectos aprensivos, y, como dice el bolero, "es el olvido."
El sábado pasado finalizaba la nueva visita por la región, el enviado personal del secretario general de la ONU para el Sahara, Christopher Ross, e inmediatamente, al día siguiente (domingo 24 de octubre) la policía del dictador marroquí asesina a un niño de 14 años -cinco personas más han resultado heridas, entre ellas, un hermano del propio fallecido- cuando viajaban en un coche, a dos kilómetros de distancia del campamento donde, desde el pasado 10 de octubre, unos 10.000 saharauis están concentrados, en protesta, por la represión a la que están siendo sometidos por Marruecos en las ciudades ocupadas del Sahara Occidental. Un representante del Frente POLISARIO ya venía denunciando desde hacía varios días, que el desgraciado suceso ocurrido podía pasar en cualquier momento, debido al acoso que la policía marroquí estaba ejerciendo sobre este campamento de más de 2.000 jaimas, instalado a 18 kilómetros de El Aiún.
El joven asesinado responde al nombre de Elgharin Nayem Foidal, saharaui, 14 años. ¿Cuántos más deben morir para que la comunidad internacional reaccione y acabe con el genocidio que Marruecos mantiene en el Sahara Occidental? ¿Y cuando se atreverá, un gobierno español, a recuperar la responsabilidad administradora que por derecho le corresponde, y ponga en su sitio al dictador marroquí?
El mundo es cruel, pero más cruel es cuando compruebas que hay personas de primera y personas de segunda, y que la vida de estos últimos tiene tan escaso valor, que nos preocupa más la supervivencia de una especie animal en peligro, antes que garantizar el respeto y la vida de estos seres desposeídos y maltratados.
Los niños de estos países, son niños, pero no nuestros, dan pena cuando los sacan en televisión, pero están lejos, y la distancia, ¡qué le vamos a hacer!, mitiga los efectos aprensivos, y, como dice el bolero, "es el olvido."
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