Corre el tiempo en contra del aspirante a la alcaldía de Sevilla por el PSOE, de ahí que cualquier excusa es válida para tratar de hacer visible ante la ciudadanía a un desconocido Juan Espadas, gladiador donde los haya, que ha pisado la arena del anfiteatro electoral -después de haber salido triunfadora la corriente oficialista local, representada por José A. Viera-, con las mismas muletillas y errores que sus antecesores: prometiendo, a sabiendas que lo que propone no lo cumplirá, o lo que es lo mismo, repetir las mismas promesas que sus predecesores hicieron durante las pasadas elecciones y que luego se echaron en la máquina trituradora de papeles.
De momento cumple a la perfección la primera regla exigida a cualquier político profesional que se precie: la de mentir con tanta credibilidad que hasta él mismo acabe creyéndose lo que cuenta.
En este caso, la excusa utilizada ha sido la reunión de la Consejera de Obras Públicas y Vivienda, Rosa Aguilar, con los vecinos del Parque Alcosa, para informarles del estado en que se encontraba el estudio para instalar una parada del metro en dicha barriada, y el diferido en el tiempo, proyecto de rehabilitación de las viviendas, que lleva dormido en los cajones oficiales de los distintos consejeros, bastantes años.
Es curioso que cada vez que el PSOE se encuentra en dificultades electorales que hacen peligrar su permanencia en el poder, eche mano siempre, o bien del “voto útil” de los seguidores de IU, o del “fichaje” de una de sus destacadas figuras. Con esta estrategia, y adelantándose a lo que las encuestas empezaban a reflejar moderadamente por aquellas fechas, esta máquina de poder pensó que la persona más adecuada para dar el pelotazo electoral sería la discípula de Julio Anguita, la antaño “Azote del PSOE en el Parlamento de Madrid”, la alcaldesa de Córdoba por IU, Rosa Aguilar, afectada desde hace varios años de derechización senil.
Ya venía dando indicios de su enfermedad cuando, desde la tertulia que Gemma Nierga tenía en una de las emisoras de radio del PSOE, defendía a capa y espada casi todas las posturas y decisiones que este tomaba. El coqueteo constante con el citado partido y su incomodidad dentro de la coalición de izquierdas, cada día era más evidente, hasta que el nuevo presidente de La Junta, José Antonio Griñán, da el paso decisivo y, adelantándose a Zapatero -que también la cortejaba para remediar algo la caída en picado de su popularidad-, la seduce con una Consejería en la Junta de Andalucía, que como los ambiciosos saben, es el último escalón que se sube para acceder a un Ministerio en la Corte.
Y ahora, aquí tenemos a nuestra ínclita política, rebosante de coherencia y humildad, pregonando a los cuatro vientos que ella “habla y trabaja, desde la independencia”, que nada le debe ni une al PSOE, a no ser “sus ganas de trabajar por la ciudadanía, y por el hermoso proyecto que este partido representa”, y paseándose por los barrios de Sevilla y Córdoba, con los desconocidos alcaldables socialistas, en un intento desesperado por salvar algo del naufragio electoral que se les avecina, pues, si los acontecimientos no dan un giro de 180 grados, además de Barcelona, Sevilla, después de 12 años, dejará de estar gobernada por ellos.
Ni siquiera el refuerzo que han buscado les servirá. El desprestigio municipal que se han creado en la ciudad es tan elevado, que de poco les servirá el delantero centro que han fichado, máxime cuando el personal sabe, de qué pie cojea esta señora.
Pues como relataba, el día 5, sobre las 17.30 horas, desembarcaba en la barriada del Parque Alcosa Rosa Aguilar, acompañada del Espadas, Juan, y también del delegado de distrito de Sevilla Este (¡quién no se apunta a una ronda de aspirinas cuando ésta es gratis!), rodeados de una nube de fotógrafos (incluida “su” Canal Sur, aunque seamos todos los andaluces los que paguemos esta televisión), afiliados, simpatizantes y arribistas (que, por desgracia, proliferan en este partido como las setas en el campo).
Después de la rueda de prensa se dirigieron al granero de votos: la Asociación de Pensionistas del barrio, que no sé porqué, todos, desde Franco hasta hoy, han creído encontrar en los mayores de edad, un voto fácilmente manipulable.
Allí se movieron a sus anchas, como si de una sede local más del partido se tratara, tanto es así que a un servidor, los gorilas de seguridad -a instancias de conocidos "chaqueteros trotskistas" de juventud, que hoy se les ha pasado la euforia revolucionaria y se conforman con comer del partido- “casi” le prohibieron cubrir el espectáculo vergonzoso que tenía lugar en el interior con semejantes personas, cosa que no lograron, gracias a mi negativa a obedecerlos y a los socios que conozco dentro de la Asociación.
Más tarde pasaron al salón de acto del Centro Cívico, donde más que una información sobre los dos temas que he reseñado, dieron un auténtico mitin de precampaña, prometiendo el oro y el moro para cuando el aspirante sea alcalde, finalizando, de manera imprevista, cuando los lidiadores terminaron su faena, sin realizar el turno de preguntas que en un principio tenían previsto y anunciaron. Se ve que temieron (como le ocurre a todos los partidos de derechas) al rojerío que había en la sala y el desencanto de los vecinos por las promesas aplazadas.
Todo un ejemplo de democracia. Para que vayamos aprendiendo los ciudadanos, por si un día nos da por vivir fuera de España.
Y esto es toda la historia que por el momento he de contar de la triste Rosa Aguilar y sus paseos, de feria en feria, con los pretendientes a la alcaldía por parte del partido de los obreros descamisaos. Como dijo Miguel Hernández:
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
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