El resultado de las elecciones en el Reino Unido, con victoria para los conservadores de David Cameron, no ha sido más que la constatación de lo que se venía mascando desde el acceso del laborista Gordon Brown, como primer ministro, sustituyendo en el cargo al mermado Tony Blair. Ante el desprestigio que fue adquiriendo el partido Laborista por su compromiso en la guerra de Irak y las fuertes medidas económicas que iba implantando, poco ha podido hacer este antiguo ministro de economía para sacarlo del atolladero en que andaban metidos. Tras 13 años consecutivos en el poder sin que el ciudadano apreciara mejorías en sus condiciones de vida, la opción salvadora han creído encontrarla en el Partido Conservador, partido que cuando suele estar en la oposición, promete como ninguno, aunque una vez instalado en el gobierno, haga como el anterior, o sea, nada –tenemos el caso ejemplar de Angela Merkel en Alemania, que después de prometer la bajada de impuestos, aún no ha tomado ninguna medida al respecto-.
La situación viene a ser similar en España, donde un Partido Socialista desprestigiado, con un presidente de gobierno desaparecido, agotado, que cuando da la cara, sólo es para asustar al ciudadano con medidas económicas y laborales inspiradas por la más pura ideología neoliberal, o bien, para mentirnos descaradamente (o mentirse él, porque el problema que tengo con Zapatero, es saber diferenciar cuándo habla aplicando una estrategia de despiste, o cuándo el despiste genético que lo define, sale a flote; la verdad es que para mí resulta un verdadero lío), tratando de vendernos la moto de la salida de la crisis y el crecimiento del empleo.
La expectativa que se le presenta al país no es diferente a la que recorre a la vieja Europa, donde una ola de conservadurismo la atraviesa de Norte a Sur y de Este a Oeste. Las políticas de progreso y las conquistas sociales que estas trajeron, con el acceso al poder de los partidos de derechas, están retrocediendo peligrosamente. Los partidos, supuestamente responsables de aplicar estas medidas y cuidar de la continuidad de ellas, son los que más daño le están haciendo, al copiar, con un descaro extremo, la economía neoliberal de los conservadores. Cuando hay que hacer una razzia profunda en el país, los poderes fácticos económicos se encargan de que sean estos los que lleguen al poder, para que una vez arrasada la economía, empobrecida la población, perdido el estado del bienestar que tanto costó crear, etc., le pasen el testigo a la derecha cavernícola española, para que gobiernen como salvadores patrios durante otros buenos años. Y a seguir fastidiándonos con jota. El votante es un ser con memoria frágil: cambiamos cada cierto tiempo de partido, como el que cambia de vestido o zapato.
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