En el día de ayer, con más de treinta años de retraso, se ha saldado una de las deudas que la democracia española tenía contraída con unos personajes que, en momentos difíciles, y en un peligroso sector, el militar, se enfrascaron en los últimos años del franquismo en un combate, casi romántico, para que el ejército dejara de interferir en las aspiraciones de libertad que exigía, cada día más, el pueblo. Este puñado de valerosos militares pertenecía a la UMD (Unión Militar Democrática) lo componían aproximadamente ciento sesenta oficiales, aunque este número debe quedar en entredicho por las limitaciones que producía la clandestinidad, y el porcentaje de algunos que, aunque no se integraron totalmente, simpatizaban con el movimiento y colaboraban en determinadas actividades.
Las aspiraciones de cambio en la población llegó a ser tan extendida en aquellos años que ni siquiera el último y más temido reducto de inmovilismo se quedó al margen del empuje de cambio, pues, además del grupo de oficiales que se organizaban dentro de la UMD, también funcionaba otro grupo, relativamente numeroso, dentro de la tropa, que componían los Comités de Soldados, personas provenientes, en su mayoría, del mundo de la izquierda radical, calificada en aquellos entonces como de extrema izquierda y que en determinados cuarteles llegaron a tener cierta influencia.
Los distintos gobiernos de la democracia siempre han mantenido una actitud tibia respecto a restablecer los derechos que correspondían a estos militares que fueron detenidos y juzgados sin garantías por el franquismo (hablamos del año 1975 y seguían funcionando como en el 36); Suárez se atrevió a indultarlos, pero sin derechos a poder volver a sus anteriores puestos en el ejército; más tarde, Narcís Serra los reintegró al ejército, pero a puestos “técnicos”, sin opción de dirigir la tropa. Así, poco a poco, hemos ido tapando nuestras vergüenzas hasta llegar al día de hoy, donde, con buen juicio, la ministra Carme Chacón los ha condecorado y por fin se les ha hecho justicia. Pero este reconocimiento llega tarde, muy tarde, porque la mayoría de estos militares ya están jubilados y el objetivo que pretendieron los enemigos de la democracia, de apartarlos del ejército español, al final, con la complicidad de los distintos gobiernos timoratos, se ha cumplido. España es un país aficionado a homenajear a personas acabadas o muertas; de esa manera, ni los contrarios se sienten fuertemente agraviados, ni los ancianos festejados tienen ánimos ni le quedan fuerzas para la réplica.
Ahora sólo queda que algún día se recuerde, en algún otro acto oficial, a este grupo de soldados anónimos, que lucharon junto a estos de la UMD –algunos oficiales fueron captados por estos soldados para la UMD, curioso, pero cierto- y que al igual que ellos, sufrieron la represión del franquismo en oscuros castillos militares. La democracia española también les debe un agradecimiento y un merecido homenaje, aunque no se les impongan medallas ni estén presentes. Desconozco si la ministra sabe que estos Comités existieron en los cuarteles españoles, y, a riesgo de ser perverso, ampliar este interrogante al resto de sus compañeros socialistas, porque si esto así, y me temo que jamás hayan oído hablar de ellos, mal lo tienen estos antiguos soldados para que reciban su merecido homenaje.
Las aspiraciones de cambio en la población llegó a ser tan extendida en aquellos años que ni siquiera el último y más temido reducto de inmovilismo se quedó al margen del empuje de cambio, pues, además del grupo de oficiales que se organizaban dentro de la UMD, también funcionaba otro grupo, relativamente numeroso, dentro de la tropa, que componían los Comités de Soldados, personas provenientes, en su mayoría, del mundo de la izquierda radical, calificada en aquellos entonces como de extrema izquierda y que en determinados cuarteles llegaron a tener cierta influencia.
Los distintos gobiernos de la democracia siempre han mantenido una actitud tibia respecto a restablecer los derechos que correspondían a estos militares que fueron detenidos y juzgados sin garantías por el franquismo (hablamos del año 1975 y seguían funcionando como en el 36); Suárez se atrevió a indultarlos, pero sin derechos a poder volver a sus anteriores puestos en el ejército; más tarde, Narcís Serra los reintegró al ejército, pero a puestos “técnicos”, sin opción de dirigir la tropa. Así, poco a poco, hemos ido tapando nuestras vergüenzas hasta llegar al día de hoy, donde, con buen juicio, la ministra Carme Chacón los ha condecorado y por fin se les ha hecho justicia. Pero este reconocimiento llega tarde, muy tarde, porque la mayoría de estos militares ya están jubilados y el objetivo que pretendieron los enemigos de la democracia, de apartarlos del ejército español, al final, con la complicidad de los distintos gobiernos timoratos, se ha cumplido. España es un país aficionado a homenajear a personas acabadas o muertas; de esa manera, ni los contrarios se sienten fuertemente agraviados, ni los ancianos festejados tienen ánimos ni le quedan fuerzas para la réplica.
Ahora sólo queda que algún día se recuerde, en algún otro acto oficial, a este grupo de soldados anónimos, que lucharon junto a estos de la UMD –algunos oficiales fueron captados por estos soldados para la UMD, curioso, pero cierto- y que al igual que ellos, sufrieron la represión del franquismo en oscuros castillos militares. La democracia española también les debe un agradecimiento y un merecido homenaje, aunque no se les impongan medallas ni estén presentes. Desconozco si la ministra sabe que estos Comités existieron en los cuarteles españoles, y, a riesgo de ser perverso, ampliar este interrogante al resto de sus compañeros socialistas, porque si esto así, y me temo que jamás hayan oído hablar de ellos, mal lo tienen estos antiguos soldados para que reciban su merecido homenaje.
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