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martes, 16 de febrero de 2010

Obama, USA, o el palo en el avispero

Teníamos un dicho en mi barrio que decía que: “tienes menos fuerza que una “Casera” “destapá.” Y es lo que le ha ocurrido a Obama, que con solo un año de mandato se ha quedado sin gas y está lapidando las expectativas que algunos manteníamos, de que en EE.UU. cambiara algo, pero ¡milagro de este país!, cambian los hombres que se instalan en la Casa Blanca, el nombre del partido, pero nunca la política que elaboran. Desde que tengo uso de razón, este país se ha caracterizado siempre por inmiscuirse en los asuntos propios de otras naciones soberanas, tratando de girar la manera de gobernar (siempre de forma militarista) de los dirigentes que a ellos no les convenía, y apoyando, sin importarles lo más mínimo, a otros gobiernos corruptos y sanguinarios.

Desgraciadamente, Obama sigue la estela de los más recalcitrantes presidentes republicanos en cuanto a política exterior; no teniendo bastante con la que tienen montado por el resto del mundo, ahora, en un intento osado por hacer más difícil la convivencia de los pueblos, continúa en su táctica absurda de buscar enemigos donde no los hay. La maquinaria armamentística le exige que no se detenga en su tarea de crear conflictos bélicos, en un afán bochornoso de sacar al mercado los productos en stock que muy pronto quedaran anticuados, sin importarles lo más mínimo el derramamiento de sangre que el negocio produzca. Por otra parte, los poderes fácticos le animan a continuar con esta política intervensionista, que tan buenos resultados les ha proporcionado a sus anteriores homólogos, para alejar la atención del ciudadano medio de la problemática social interna del país.

No de otra manera se explica la insistencia de esta potencia en seguir metiendo el palo en el avispero, y provocar el enojo de las, hasta el momento, tranquilas avispas que aún no habían picado. El problema de este país es que finiquitado la amenaza soviética, él, por sí solo, se inventa los enemigos. Se acabó también Yugoslavia; abandonan, vergonzosamente, Irak, “a la chita callando” –ellos no corren jamás el riesgo de la derrota total, aunque, como en Vietnam, el hecho de la retirada es ya un fracaso- y ahora preparan el camino para salir también de Afganistán, ante la impotencia de acabar con el monstruo talibán que ellos mismos crearon; su estrategia magistral es entrar como elefantes en cacharrería y, cuando peor está la cosa, recogen el petate y dejan el patio enfangado.

Ahora es Irán y Corea los que están en el punto de mira de la superpotencia; el motivo esgrimido en los prolegómenos a que nos tienen acostumbrados antes de la intervención, nos repiten hasta el cansancio, que son un peligro mundial porque están enriqueciendo uranio (ya lo dijeron de Irak; a pesar de las trampas que nos quisieron meter, “las armas de destrucción masiva”, jamás aparecieron- como si un país soberano no estuviese en su derecho de poseer lo que USA, Reino Unido, Francia, China, Israel, etc.; es más, ¿por qué no se pronunciaron cuando India y Pakistán lo hicieron? Cuesta creer que, a partir de ahora, EE.UU. y sus satélites sean los únicos árbitros que decidan en las condiciones que ha de gobernarse un pueblo, a riesgo de que te invadan y te metan el palo avispero en el ojo. El mundo necesita una inyección de moralidad, si no llegaremos a acostumbrarnos al olor fétido de las inmundicias.





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