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lunes, 22 de febrero de 2010

Iglesia San Luis de los Franceses: Una joya del barroco sevillano.





La iglesia que vamos a visitar está situada en la actual calle de San Luis, antigua calle Real -vía elegida por los reyes para acceder a la ciudad, de ahí el nombre- en el barrio sevillano de la Macarena. Esta maravilla formaba parte del conjunto del noviciado que la Orden de los Jesuitas tenían establecido en ese lugar, y al que, años más tarde, decidieron añadirle una imponente capilla, llena de ostentación y lujo -como era política tradicional en la presentación de esta orden- aprovechando que era zona de paso obligado para las salidas y entradas de la corte en Sevilla.

Construida entre 1699 y 1730 por Leonardo de Figueroa, de estilo barroco, pero con gran influencia romana, reforzada con los toques cálidos de la arquitectura sevillana, por lo que hay quienes opinan que intervinieron otros autores. La primera impresión que te produce nada más verla desde la calle, es que vas encontrar un gran templo debido a las proporciones que esgrime desde fuera, pero nada más lejos de la realidad. Su bella fachada, compuesta de dos cuerpos, ofrece una perfecta ordenación de líneas clásicas, raras de observar en los edificios barrocos de la época, en la que se alternan la piedra y el ladrillo, con un gran desarrollo de ésta, tanto en altura como en anchura, y su división en cinco calles que parecen corresponder en el interior con cinco naves que correrían perpendiculares a la calle, lo que no es más que un engaño del barroco, pues una vez en el interior nos encontramos dentro de una iglesia reducida, con gran desarrollo vertical, que en nada se corresponde con el templo que anunciaba la fachada. Si alzamos algo más la vista, veremos dos hermosas torres que flanquean su frontis y, entre las dos, surge la airosa cúpula a la que se subordina la planta, de tipo circular, destacando cuatro pequeños brazos semicirculares, de clara influencia italiana.

Una vez que hemos accedido al interior nos encontramos dentro de una iglesia minúscula, con planta de cruz griega, aplicando las nuevas técnicas de iluminación natural empleadas en el siglo XVII, que te hace elevar la mirada hacia la magnífica cúpula, pintada con frescos de Lucas Valdés, con representaciones del Candelabro de los siete brazos, los Panes de la proposición, el Arca de la Alianza, etc. El retablo mayor está dedicado al titular de la iglesia, San Luis, rey de Francia, quizás en un intento de los jesuitas –que ya empezaban a tener problemas con la corona- por agradar al monarca español, representada en aquellos años por Felipe V, descendiente directo del rey francés. La efigie de este último está pintada en un lienzo en la parte superior de éste, y se le atribuye a Zurbarán, aunque hay investigadores que lo ponen en duda. El autor del retablo es Duque Cornejo, y es una vasta fantasía cobijada por un manto que pende de una corona, resultando todo él un bello conjunto.

El resto del espacio está ocupado por unas series de retablos, donde se puede visualizar un escogido programa iconográfico de exaltación a la Compañía de Jesús, pues allí encontraremos a San Francisco Javier, San Estanislao de Kostka, San Ignacio, etc. y donde se ve expresa claramente "el horror vacui", seña de identidad del arte en esta época. Algunas de las esculturas son de Duque Cornejo y las pinturas de Domingo Martínez.
La iglesia representa uno de los ejemplos más sobresalientes del barroco sevillano; una de las claves de este edificio es la innovación: un tipo de arquitectura y una planta única
en el arte sevillano.
El conjunto dejó de ser noviciado hace dos siglos y, desde entonces, hasta hace poco años ha sido hospicio hasta que pasó la iglesia a titularidad de la Diputación de Sevilla, y el resto del conjunto al Centro Andaluz de Teatro. Tenemos la suerte de contemplar la iglesia tal cual la veían los novicios hace trescientos años, gracias a que al estar fuera del culto durante bastante tiempo se ha salvado de las reformas que en otras se han realizado

Y, ahora,
pasemos al interior de ella y disfrutemos con su belleza.





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