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domingo, 21 de febrero de 2010

El tiempo, querido enemigo

Pasamos nosotros, el tiempo, sin compasión, continúa sin detenerse a mirar si le seguimos o nos hemos quedados metidos en un socavón. El tiempo, ese compañero infiel que te traslada a mundos pretéritos, siempre triunfa sobre nuestras pretensiones, sobre nuestras vidas, y cuando necesitamos que nos transporte a lomo de su cabalgadura, para descender el terraplén que, poco a poco, día a día, hemos ido escalando, se niega a reconocernos y sigue, altivo, su camino. No hay quien lo detenga, el tiempo es concreto y definitivo.

Pero hay un elemento esencial que puede con él: es el recuerdo. Éste puede archivarse en el cerebro, en un objeto, también en un detalle, o bien en un libro. Es el único arma que poseemos contra su feroz crueldad . Hoy, que he querido revelarme contra su aplastante radicalidad, he recurrido a éste último elemento y me he trasladado, con la magia de sus páginas, a los años setenta. Esto es volver la mirada atrás en el camino que recorremos.

Selección de poemas del libro “Plenitud”, 1975: un pequeño racimo de propósitos.


...................

...Cuando creemos que
todo es suficiente y
nos damos cuenta,
que nada es nada.

...Y necesitas algo
dentro de ti que te falta.
Cierras los ojos,
alzas la mano
y te estremeces.

¡Quisieras
estar tan llena!

....................

Era de mañana
y me hallaba en el río.

¡Cómo me conmovía!

El agua reflejaba
mi imagen, hasta
la más íntima.

....................

La chimenea ardía.
La alcoba me olía
toda ella,
a invierno profundo,
a distancias...

...Y era tan raro:
¡debería oler a humo!

.....................

Llanto roto,
no vacío.

Llanto pasado,
no marchito.

Hombre solo,
no perdido.

Brazo quieto.
no herido.

........................

Vacía
que está mi casa.

Sin jardín,
sin puertas,
sin ventanas.

.......................

Por un momento
cerramos los ojos...

Se abrieron
las bocas
y escogieron
lo más dulce
del momento:

La otra boca.

.....................

Se nos posó un
pajarillo delante
y los dos
coincidimos en decir:

¡Oh, qué bello!

Y lo recogimos
a media.

.....................

...Y amarte
como se aman
el mar y la playa.

Una ola, un suspiro;
una ola, una mirada;
una ola, un abrazo;
una ola, un te quiero;
una ola,...
¡no sé
por qué sueño!

.....................


Todo es válido para luchar contra la severidad del tiempo; hagamos, pues, de nuestro compromiso una herramienta válida para conjurarlo. Y si le añadimos una canción, queda finiquitado el invento.



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