Guardianes, nostálgicos y libertadores

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Estas son mujeres musulmanas. Si eliminamos a las del burka ¿hay alguna diferencia con las monjas?

Está la derecha -y el partido que les da cobijo- de una insensatez peligrosa. En parte, debido al descalabro en que está metiendo Zapatero a su partido (y al país con él) con su incapacidad políticoeconómica, y en parte también, por la desfachatez que mantienen estos añorantes del poder eterno, que si los dejaran, se perpetuarían infinitamente en el gobierno. No pueden ser coincidencias todos los frentes que tienen abiertos, desde hace unos meses, los nostálgicos de Franco. Se quieren convertir en defensores de los trabajadores -en una arriesgada estrategia de embestir pero no cornear-, amoldando la situación para que redupliquen sus ganancias los empresarios (o sea, ellos mismos). Quieren volver a la finiquitada actuación del sindicato vertical, donde esgrimían, sin ningún pudor, que trabajadores y empresarios, todos éramos uno.

También se han convertido en los máximos garantes de la democracia. Son sus mejores guardianes ante el ataque enfebrecido de los rojos antidemócratas. Son los más respetuosos con las leyes –claro, cuando estas están a su favor, cuando no lo están, esgrimen que hay un conjuro judeomasónico que pone en peligro la institución judicial-, están por el reparto de la riqueza –lo suyo para ellos, y lo nuestro también-, por la desaparición del desempleo, pero posibilitando el despido más rápido y barato, y por la rebaja fiscal y la exención de determinados impuestos para los que más tienen.

Como no dejan quieta esa cabeza y tienen grandes prisas por entrar en el palacio de donde –dicen- no debieron atreverse a desalojarlos, se agarran a un palo ardiendo por precipitar la caída del inútil, para ello, no se detienen ante nada y buscan y rebuscan cualquier cosa que les puedan inocular al ciudadano poco exigente. Ahora la han emprendido con el burka, so pretexto de preocuparles la libertad de las mujeres, ellos y su ascendencia, que han sido los que las han tenido, y tienen, en la mayor represión.

Resulta sintomático que, personajes que jamás levantaron un dedo por defender la democracia, ahora quieran darnos lecciones de ella. Igual ocurre con la libertad de la mujer: los que más la han sometido y se han negado a su emancipación social, sean los abanderados de su liberación. Lo que ocurre es que ellos observan el rechazo que produce esta prenda musulmana en determinados sectores de la población -aplican la doctrina de pescar en río revuelto- que ya no recuerdan cómo iban nuestras madres y abuelas -cuando llevaban luto por algún familiar- ni cómo van de tapadas las monjas, agravado, aún más, por ese internamiento “voluntario” que supone la clausura.

No seré yo quien defienda la utilización del burka, ni del niqab, tampoco el chador, primero, por razones morales y el respeto que como persona esas mujeres me merecen, y segundo –también muy importante- por seguridad ciudadana. El hiyab y el shayla me resultan hasta atractivos y un símbolo de identidad que, quien quisiera llevarlo, no debería perder. Pero generalizar, como está haciendo el PP, levantando una campaña mediática que sólo sirve a sus intereses y a los de la religión que tradicionalmente defienden, no se puede consentir, sobre todo, por el carácter xenófogo que encierra y que pueden extender de manera maniquea sobre la población. Este segundo aspecto –la religión- y no otro, es lo que les ha motivado a emprender una nueva cruzada contra el islamismo, camuflado en la causa de la liberación femenina que, ni la asistenta que sirve en la casa de estos reaccionarios, se cree. Si de paso les sirve para regresar a la Moncloa, matan dos pájaros de un tiro, aunque en el camino pongan en peligro la convivencia de los habitantes de su país, algo en lo que están perfectamente capacitados: en el 36 nos dieron una muestra de cómo hacerlo.

Imagen: baxtalo.wordpress.com

Estas son monjas; ¿hay alguna diferencia con las musulmanas?