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domingo, 1 de agosto de 2010

Y ahora, a prohibir la muñeca flamenca


Metidos ya en esta vorágine perversa de insensateces surrealistas que nos vienen ofreciendo la izquierda acomplejada de Cataluña, sólo queda por exiliar de su territorio a la muñeca flamenca, causante principal de todos los males económicos y sociales que padece esa comunidad. Ya lo adelantaba un parlamentario de Ezquerra, sin micrófonos chivatos de por medio, el mismo día en que se votó la pintoresca prohibición contra el sufrimiento de los animales, decisión que antes de su aprobación, ya olía a manipulación nacionalista y no a concienciación zoológica.

Gracias a la necesidad de ayudas que los dos partidos que se alternan en el gobierno tienen para poder sacar adelante sus proyectos, la minoría nacionalista catalana, centrada, generalmente, en el grupo de Convergencia y Unión, está permitiendo que florezca en esa comunidad, un elevado porcentaje de intolerancia por todo aquello ( ya sean símbolos, objetos o personas) de procedencia estatal. Ya lo comenté en un post anterior. Esto no viene de hace dos días, el problema viene de hace bastantes años, lo han ido inoculando de manera sabia, poco a poco -para que no se note de golpe los efectos- aún en los años en que gobernaba el pequeño dictador (me refiero a Aznar, no a su padrino político) el nacionalismo catalán aprovechó la coyuntura política ocasional, para dar una vuelta de tuerca más, con la complacencia del partido en el poder y la feroz crítica de la oposición, que no entendía cómo se podía consentir semejante ataque al estado.

Resultado de ello es la casi república bananera en la que han convertido tan maravillosa tierra. Allí, ya no hay no izquierda ni derecha (siguen existiendo clases explotadas y explotadoras, pero los partidos de clase no parecen darse cuenta), ahora todos compiten por ser el más nacionalista, el más enfrentista con Madrid, el más original a la hora de proponer una nueva traba. Lo peor del caso no es que aspiren a la independencia (cosa justa y razonable) sino en la estrategia para conseguirlo. No son concretos ni claros. Siempre hay un halo de indefinición en sus propuestas y en sus planteamientos. Son como el feto que, cansado de estar en la oscuridad, quiere salir fuera de la tripa de la madre, pero sin que le corten el cordón umbilical. Independientes, sí, pero de aquello que nos interese. La parte lastrosa, la dejamos como hasta ahora.

El resultado es que un españolito va a Cataluña y parece que ha salido al extranjero. Rotulación de calles y señalizaciones que no entiendes. Ascensores en lugares públicos a los que le han suprimido el idioma más internacional (los números) y le han incorporado una voz enlatada que te dice en la planta en que está en un lenguaje que desconoces. Cartas en restaurantes en mil idiomas menos español. Sentencias en el juzgado escritas en Catalán, aunque el implicado no conozca esa lengua. Imposibilidad de que tu hijo pueda estudiar en la lengua de sus padres, aunque estos sean españoles, etc.

En fin, metidos en esta dictadura principiante que se está consolidando en Cataluña, ahora le toca el turno a la muñeca flamenca que posee los dos componentes que más puedan odiar: su origen andaluz y su significación españolista. ¿Se puede pedir más para emprenderla con ella? Ahora pondrán a trabajar a su policía, para que invadan las casas a la búsqueda y captura de tan horroroso souvenir, y la posible sanción, cuando no el encarcelamiento, de tan peligroso ciudadano.
Démosle tiempo al tiempo, y facilidades para que lo hagan. La historia es testigo.



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