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miércoles, 2 de febrero de 2011

Traidores: El tiempo se encargará de juzgaros


Hoy tenemos sesión de fotos, esa actividad amarillista que tanto les gusta a los “mea pilas”. En ella eternizan la prueba de la traición. Quieren dejar constancia -para que las generaciones venideras tengan a su alcance los vergonzosos documentos gráficos-, cómo, unos impostores, lograron ponerse de acuerdo para empobrecer a la clase trabajadora del país. El torpedo va dirigido contra los más menesterosos, aquellos que dependerán, cuando el otoño llegue a sus vidas, únicamente del importe de su Jubilación, porque a los otros, sindicalistas, políticos y empresarios, poco les afectarán estas medidas.

Así que hoy, sesión de fotos, abrazos y felicitaciones... y a los líderes sindicales, la garantía de que, al menos por este año, recibirán de nuevo las astronómicas subvenciones que los mantienen agradecidos y callados. Han triunfado, una vez más, para mantener sus privilegios, a pesar de que en la batalla hayan dejado muchos cadáveres esparcidos por el suelo.
Para ocultar la ¿vergüenza?, invocan el espíritu de los Pactos de la Moncloa -como si aquel acontecimiento fuera una proeza, y no la constatación de una nueva traición al mundo del trabajo- pero ésta supera en claudicación y retroceso social aquella nefasta ley del 1977.
¡Qué pronto han olvidado los amagos de amenazas que lanzaron para contentar al personal! Aún resuenan en nuestros oídos sus gritos diciendo que “ mientras el gobierno no revocara la reforma laboral impuesta, y la congelación de las pensiones, no habría entendimiento”. Y ya ven, sólo ha bastado ponerse de acuerdo en el número de ceros que llevará la transferencia, para que el cerebro haya quedado inundado por la amnesia.

He de reconocer que me preocupa el presente, pero más aún el futuro, aunque este sólo me vaya a rozar. Quedan los hijos, y no hay nada en el mundo que te duela más que lo que les pueda suceder a ellos. Y, lo que es el futuro, lo tienen bastante negro, aunque a la mayoría parece no afectarles. No hay quien los mueva. Ni la falta de trabajo, ni la precariedad de los contratos, ni siquiera, el tipo de pensión que recibirán el día de mañana, hace que se movilicen. ¡Qué lejanos quedan los días en que los chavales, con catorce o quince años, ya andaban organizados en agrupaciones políticas juveniles, poniéndole difícil las cosas al dictador! Mientras que ahora sólo se manifiestan cuando les prohíben hacer botellonas o les cierran demasiado temprano la discoteca.
Ellos serán los que reciban en sus carnes las consecuencia de las leyes que ahora se están firmando. Nadie más que ellos, son los que se enfrentarán a una Pensión Mínima, porque, tal como está la situación laboral, quién será el guapo que cotice 37 años. Si hacen bien las cuentas, con algo de suerte, trabajarán a los 25 o 30 años, y los dejarán parados, por inservibles, a los 45 o 50, lo que supone (contando que trabajes de corrido, sin ninguna contrariedad entre medio) aproximadamente, y en el mejor de los casos, 20 0 25 años, con lo cual tienen asegurada la Pensión Mínima
¿A qué esperan para saltar a la calle? La sopa boba que reciben de los padres, incluso con más de treinta años, se les acabará algún día, pero ellos tienen la esperanza de vivir de los padres hasta tener un hijo que los pueda seguir manteniendo. La indignidad de los jóvenes sólo es comparada con la que tienen sus ignorados políticos. En un mundo de agresiones, el pasotismo es un pecado que te lleva, directamente, al infierno.
Hoy se escenificará el proceso de una claudicación al mercado y a los amos de Europa. Los deberes deben estar hechos, porque mañana mismo viene la jefa (Angela Merkel) a inspeccionar el resultado del trabajo que le impusieron al obediente Zapatero (garantía de una buena jubilación para él a cambio de empobrecer al personal).
A falta de trabajo, tenemos fotos. Fotos y más fotos. Fotos con los traidores del pacto. Fotos con la "dueña" del cotarro. Fotos, si es necesario, con el mismo diablo. Fotos en lugar de trabajo. Y, ahora, el que se anime, a coger el petate y a emigrar de nuevo a Alemania, como en los mejores tiempos de Franco, haciendo válido aquel ¡Pepe, vente pa´lemania! ¡Quién nos lo iba a decir que tendríamos que buscar, otra vez, las habichuelas lejos de casa!

Podemos sentirnos orgullosos, hoy, la historia, se viste un poco más de negro. La utópica revolución personal que dejamos pendiente, sigue vigente.

2 comentarios:

  1. Recuerdo hace unos años cuando por problemas burocráticos el Sevilla y el Celta debían descender a Segunda División (fútbol), la gente se echó a la calle y tuvieron que echar marcha atrás. Ahora con toda la que nos está cayendo, y nos caerá, nos hemos aborregado.

    Un saludo

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  2. Por eso no me creo que la gente lo esté pasando tan mal, Javier. Cuando hay necesidades, no hay nada que te detenga. Aquí, mucho llorar, y poco hacer, seguimos esperando a que nos lo resuelvan los demás, eso sí, que no les toquen el fútbol.

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