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lunes, 21 de febrero de 2011

Estampas cotidianas de nuestro pasado (I): La colada

Utensilios para la colada: El lebrillo y el refregador



Esta era la lavadora "superautomática" con la que nuestras madres y hermanas se enfrentaban cada vez que tenían que hacer la colada. Algunas aún la recordarán, como la triste -y penosa- condena que tuvieron que pagar por haber nacido mujer, y por los muchos callos que les dejó en las manos, nudillos y, sobre todo, en el alma. Si hay que buscarle algo "bueno" a este martirio, es que no producía depresiones, dado que a sus "propietarias" no les quedaba tiempo para pensar en ello, y mucho menos, aburrirse.
Afortunadamente, con el tiempo y el avance de la técnica, la actual lavadora vino a sustituir al obsoleto lebrillo y al penoso refregador que destrozaba la espalda y los puños de las esclavizadas mujeres. Desgraciadamente, aún siguen viéndose en algunas zonas rurales de nuestra Andalucía, donde, a pesar de las no sé cuantas "modernizaciones" que nos promociona la Junta y haberse cumplido la primera década del siglo XXI, la electricidad continúa sino llegar a muchas zonas deprimidas de nuestra Comunidad, con lo que todos estos avances tecnológicos sólo sirven para observarlos en los escaparates de las tiendas.




Su funcionamiento era simple y sencilla. No se necesitaban instrucciones técnicas para ponerla en marcha, sólo la fuerza de dos brazos para acarrear con el cubo de cinc, el agua que recogían en el pozo del patio o en la fuente de la plaza del pueblo. Luego, cuando el lebrillo estaba lleno, colocaban el refregador, cogían un buen trozo de jabón verde (a veces eran de los que elaboraban ellas mismas artesanalmente) y ¡a refregar hasta el agotamiento! En ocasiones se producían ligeras averías: o bien las ondulaciones del artilugio se desgastaban por la briega continua de los nudillos, o bien, por la mañana temprano cuando pretendían comenzar la tarea, y el agua, por efecto del fuerte frío de la noche, estaba helaba y había que derretirla. La primera se solucionaba "fácilmente", sustituyendo el averiado artilugio por uno nuevo, y la segunda, calentando cubos de agua que añadían al congelado elemento.
¡Toda una alegría para empezar la nueva jornada!

Un fuerte abrazo y un merecido recuerdo para las mujeres que nos precedieron. Sin ellas, nada de lo que tenemos y somos, hubiera sido posible.
Decía Manuel Rivas, refiriéndose a ellas, en un pequeño poema:

Él era fuerte y débil como un marine.
Ella frágil e invencible,
como una guerrillera del Vietcong.
¡Cuánto le debemos a la mujer! De no haber sido por ella, el mundo se hubiera extinguido hace mucho tiempo. 



4 comentarios:

  1. La de veces que vi a mi abuelo utilizar esta "lavadora". En verano lo hacía en el lavadero para "charrar" con las amigas.

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  2. Javier, es lo que hacen ahora, en las tertulias radiofónicas, los periodistas...¡pero cobrando una buena pasta!
    Un saludo.

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  3. Manuel,jejejeje,que buenos recuerdos de infancia nos has traido con este post,recuerdo a mi madre refregando con la pastilla flota,en el refregador,y luego con la lavadora de turbina que la deshaguaba en el patio,enhorabuena por este post,a gustao muchisimo.

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  4. Gracias, Edy, como ves por el título... (I), pienso publicar más. Es un homenaje a nuestros antepasados.
    Saludos.

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