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viernes, 16 de abril de 2010

Lo que nos ofrece la primavera


Para los que amamos el campo y la sierra, la Primavera es la espoleta que necesitamos para despejar cualquiera de las excusas que nos retenían en la ciudad, y lanzarnos a la conquista del preciado espacio. No es que el resto de las estaciones desmerezcan, pero es que ésta tiene el especial encanto que la caracteriza y, además, la oportunidad de rebuscar sus frutos escondidos: espárragos trigueros, ajos porros, espinacas, borrajas, cardos, alcachofas, etc., y las exquisitas variedades de caracoles (blanquillos,-1- "theba pisana"; cabrillas,-2- "otala punctata"; y burgaos,-3- "helix aspersa"). Están también las siempre apreciadas setas, pero estas desisto de cogerlas, prefiero consumirlas mejor en los lugares de la sierra donde las sirven. Es un temor que no logro superar (aunque tenga un relativo conocimiento de ellas, es un respeto especial el que me producen), como el que sienten algunas personas por los perros, o las culebras, aunque sepan de antemano que son completamente inofensivos.

Ha pasado -con más pena que gloria, debido a la cantidad de lluvia que hemos tenido este invierno- el tiempo de la recolección de frutos invernales (castañas, nueces, bellotas) y las despensas no andan como otros años. El inapacible tiempo lo ha imposibilitado, así que habrá que sacarse la espinita que llevamos clavada, en esta estación que se nos presenta prometedora.

Ya hemos probado los primeros guisos de espárragos, exquisitos manjar idolatrado por los vegetarianos y, también, para los que no lo son. Los revueltos de ajetes -con su perfecta combinación con el huevo, y su suave paladar- hace ya varias semanas que nos alegra la mesa. Y algo que gusta a toda la familia y que, guises la cantidad que sea, siempre es poco, son los caracoles. Afortunadamente, en casa tenemos la suerte de que comemos los tres tipos conocidos (en Euskadi, Mallorca y Barcelona, los pequeños y medianos vi que no los consumían), con lo cual, es algo de lo que debemos contentarnos, porque cierto es, que cada año hay menos. Las cabrillas y los burgaos, porque siempre han sido escasos y, las primeras, muy cotizadas, ya que preparadas con una buena salsa de tomates, están para chuparse los dedos. Los burgaos (que en los lugares anteriormente mencionados son el bocado predilecto), en Sevilla, no a todo el mundo les agradan. En casa sucede todo lo contrario: es un bocado apetecido por todos. Pero los que más aceptación tiene son los pequeños (los blanquillos); no hay un bar, a partir de mayo, que no los tengan entre las ofertas de tapas. Es una anomalía casi funcional, no poder comenzar el recorrido tapero, sin poder llevarse a la boca una cerveza bien fría (porque la manera de servir una cerveza en Sevilla, es una de las maestrías que debería considerarse como de “Bien de Interés Nacional”, y que el sector se ha tomado muy en serio) acompañado con un buen plato de caracoles bien picantes y su vasito de caldo correspondiente.

Como se ve, la primavera promete. Además de tener una excusa inaplazable para salir a que nos de el aire, luego, en la mesa, el personal se deleita con los manjares que la naturaleza pone a nuestra disposición. Que ustedes lo disfruten.

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