Para quien no la conozca, Sevilla
está inmersa en un bosque. Primero fue la ciudad, luego crecieron los árboles
-que fueron plantados por sus habitantes-, y de ellos, como si se tratara del
frasco de perfume más cotizado, se desprende el más perfecto y gratificante
olor que cualquier ser humano pudiera imaginar: el que regala la flor de estos miles de naranjos
agrios que pululan por la ciudad, el Azahar, bello y delicado obsequio que
cada nueva primavera llena de fragancia las calles de esta barroca ciudad. Nada
puede competir con ella, ni siquiera el constante aroma del incienso que en
esta semana es su mayor competidor.
Este año, quienes se acerquen a
visitar Sevilla para ver esa exposición de arte barroco que se celebra en plena calle (la Semana Santa), tendrán la suerte de respirar –por el mismo precio-
este aroma de Azahar que forma parte del aire, ya que la primavera se ha
retrasado y los naranjos están en el mejor momento de floración.
Anímense y no
desaprovechen la ocasión. El espectáculo de ver la ciudad engalanada y
perfumada por cientos de miles de ramilletes de esta alba flor, bien merece el intento.
Perdonad los que no podáis venir: he querido introducir el olor en este post, pero por razones "técnicas" no lo he conseguido. Me queda mucho por aprender en esto de blogger. En otra ocasión será.
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