Blas de Otero es un poeta español nacido en Bilbao, el 15 de marzo de 1916, y muere en Majadahonda (Madrid), el 29 de junio de 1979.
Su vida la reparte entre Bilbao y Madrid. En la primera realiza los estudios primarios, posteriormente, el Preparatorio y el Ingreso al Bachillerato, en un colegio jesuita en el que jamás se sintió cómodo, puesto que éste representaba para él una suerte de infierno represivo. En cambio, su casa se convertía en el paraíso fantástico, espacio idílico donde conseguía encontrar el remanso de paz y el refugio que buscaba, habitado tan sólo por él y sus seres queridos: los padres, el hermano y su institutriz. En la segunda cursó todo el Bachillerato.
Con 13 años recibió el impacto de la muerte de su hermano mayor, José Ramón, y tres años más tarde, la de su padre.
En el año 1931 comenzó la carrera de Derecho en Madrid, que tendría que abandonar al poco tiempo, y volver a Bilbao para ponerse a trabajar y poder sacar a la familia adelante, debido al estado de precariedad en que quedó ésta tras la muerte del padre. Reanuda sus estudios de Derecho -mientras los compatibiliza con el trabajo- haciéndolo por libre y examinándose en Valladolid, logrando licenciarse. Nunca lo ejerció. Luego regresaría a Madrid, donde se matricularía en la facultad de Filosofía y Letras -tratando de emular a sus poetas predilectos (Antonio Machado, entre otros), con la idea de ejercer como catedrático de Literatura y seguir dedicándose a escribir, pero al poco tiempo la abandonó. Al final se ganó la vida dando clases particulares de Derecho y preparando al alumnado para las oposiciones, hasta que empezó a publicar libros y su obra se fue haciendo conocida.
Blas de Otero es el máximo exponente de la poesía desarraigada, y uno de los más significativos representantes de la poesía social española. Su verso es bronco, hirsuto y áspero, consecuencia lógica del derrumbamiento en huida de su mundo y de la imagen que él tiene de éste ("nuestro destino es ser apuntalador de ruinas..."), pero en cambio, poseen un profundo contenido y un perfecto dominio de la palabra . Otero es el poeta que con más precisión y solidez ha expresado el problema del desarraigo, del vacío y del amor insatisfecho entre los hombres.
Su poesía conmueve, predispone y arrebata, llegándonos a recordar en, para mí, su más logrado libro, “Angel fieramente humano”, al gran místico de la poesía española, San Juan de la Cruz, pero en el que, a diferencia de éste, se muestra bastante decepcionado y crítico con Dios. Una vez superada su etapa intensamente religiosa (recordemos que Blas de Otero llegó a reconocer que, en un momento difícil de su vida, en el que corrió el riesgo de volverse loco, las tres cosas que le salvaron fueron: la religión, la amistad y el arte), por las contradicciones que esta planteaba y la situación social, el poeta encuentra refugio en el comunismo en las que veía cristalizado sus ideales humanistas, y en las teorías marxistas, que les otorgó una explicación global del hombre en la historia, y a las que llegó a definir, como el ejemplo más convincente de la palabra divina.
A partir de este momento, Blas de Otero evoluciona hacia el existencialismo, analizando concienzudamente al hombre que pasa junto a él para cumplir su monotonía diaria y en la que le exige que no solo exista, sino que se materialice . Su poesía se hace más “social”, más comprometida y acusadora, aunque no logra escapar de su característico desarraigo y su profundo misticismo.
No es un poeta muy popular en España, pero merece la pena perderse un poco entre las páginas de sus libros. La poesía de Blas de Otero reconforta y aviva el alma.
Hombre
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
Tú, que hieres
Arrebatadamente te persigo.
Arrebatadamente, desgarrando
mi soledad mortal, te voy llamando
a golpes de silencio. Ven, te digo
como un muerto furioso. Ven. Conmigo
has de morir. Contigo estoy creando
mi eternidad. (De qué. De quién). De cuando
arrebatadamente esté contigo.
Y sigo, muerto, en pie. Pero te llamo
a golpes de agonía. Ven. No quieres.
Y sigo, muerto, en pie. Pero te amo
a besos de ansiedad y de agonía.
No quieres. Tú, que vives. Tú, que hieres
arrebatadamente el ansia mía.
Basta
Imagine mi horror por un momento
que Dios, el solo vivo, no existiera,
o que, existiendo, sólo consistiera
en tierra, en agua, en fuego, en sombra, en viento.
Y que la muerte, oh estremecimiento,
fuese el hueco sin luz de una escalera,
un colosal vacío que se hundiera
en un silencio desolado, liento.
Entonces ¿para qué vivir, oh hijos
de madre, a qué vidrieras, crucifijos
y todo lo demás? Basta la muerte.
Basta. Termina, oh Dios, de maltratarnos.
O si no, déjanos precipitarnos
sobre Ti -ronco río que revierte.
Lástima
Me haces daño, Señor. Quita tu mano
de encima. Déjame con mi vacío,
déjame. Para abismo, con el mío
tengo bastante. Oh Dios, si eres humano
compadécete ya, quita esa mano
de encima. No me sirve. Me da frío
y miedo. Si eres Dios, yo soy tan mío
como tú. Y a soberbio, yo te gano.
Déjame. ¡Si pudiese yo matarte
como haces tú, como haces tú! Nos coges
con las dos manos, nos ahogas. Matas
no se sabe por qué. Quiero cortarte
las manos. Esas manos que son trojes
del hambre y de los hombres que arrebatas.
Ecce Homo
En calidad de huérfano nonato,
y en condición de eterno pordiosero,
aquí me tienes, Dios. Soy Blas de Otero,
que algunos llaman el mendigo ingrato.
Grima me da vivir, pasar el rato,
tanto valdría hacerme prisionero
de un sueño. Sí es que vivo porque muero,
¿a qué viene ser hombre o garabato?
Escucha cómo estoy, Dios de las ruinas.
Hecho un cristo, gritando en el vacío,
arrancando, con rabia, las espinas.
¡Piedad para este hombre abierto en frío!
¡Retira, oh Tú, tus manos asembrinas
-no sé quién eres tú, siendo Dios Mío!
La Tierra
Un mundo como un árbol desgajado.
Una generación desarraigada.
Unos hombres sin más destino que
apuntalar las ruinas.
Romper el mar
en el mar, como un himen inmenso,
mecen los árboles el silencio verde,
las estrellas crepitan, yo las oigo.
Sólo el hombre está solo. Es que se sabe
vivo y mortal. Es que se siente huir
—ese río del tiempo hacia la muerte—.
Es que quiere quedar. Seguir siguiendo,
subir, a contra muerte, hasta lo eterno.
Le da miedo mirar. Cierra los ojos
para dormir el sueño de los vivos.
Pero la muerte, desde dentro, ve.
Pero la muerte, desde dentro, vela.
Pero la muerte, desde dentro, mata.
...El mar —la mar—, como un himen inmenso,
los árboles moviendo el verde aire,
la nieve en llamas de la luz en vilo...
Entonces y además
Cuando el llanto, partido en dos mitades,
cuelga, sombríamente, de las manos,
y el viento, vengador, viene y va, estira
el corazón, ensancha el desamparo.
Cuando el llanto, tendido como un llanto
silencioso, se arrastra por las calles
solitarias, se enreda entre los pies,
y luego suavemente se deshace.
Cuando morir es ir donde no hay nadie,
nadie, nadie; caer, no llegar nunca,
nunca, nunca; morirse y no poder
hablar, gritar, hacer la gran pregunta.
Cuando besar una mujer desnuda
sabe a ceniza, a bajamar, a broza,
y el abrazo final es esa franja
sucia que deja, en bajamar, la ola.
Entonces, y también cuando se toca
las dos manos el vacío, el hueco,
y no hay donde apoyarse, no hay columnas
que no sean de sombra y de silencio.
Entonces, y además cuando da miedo
ser hombre, y estar solo es estar solo,
nada más que estar solo, sorprenderse
de ser hombre, ajenarse: ahogarse sólo.
Vértigo
Desolación y vértigo se juntan.
Parece que nos vamos a caer,
que nos ahogan por dentro. Nos sentimos
solos, y nuestra sombra en la pared
no es nuestra, es una sombra que no sabe,
que no puede acordarse de quién es.
Desolación y vértigo se agolpan
en el pecho, se escurren como un pez,
parece que patina nuestra sangre,
sentimos que vacilan nuestros pies.
El aire viene lleno de recuerdos
y nos duele en el alma su vaivén,
divisamos azules mares, dentro
de la niebla infinita del ayer.
Desolación y vértigo se meten
por los ojos y no nos dejan ver.
Un pañuelo en el viento anda perdido,
viene y va, como un trozo de papel,
y lo lavan tus manos con las lágrimas
que nuestros ojos han vertido en él.
Desolación y vértigo se juntan.
Parece que nos vamos a caer,
que nos ahogan por dentro. Nos quedamos
mirando fijamente a la pared,
no podemos llorar y se nos queda
el llanto amontonado, de través,
nos tapamos los ojos con las manos,
apretamos los dedos en la sien,
sentimos que nos llaman desde lejos,
no sabemos de dónde, para qué...
Encuesta
Quiero encontrar, ando buscando la causa del sufrimiento.
La causa a secas del sufrimiento a veces
mojado en sangre, en lágrimas, y en seco
muchas más. La causa de las causas de las cosas
horribles que nos pasan a los hombres.
No a Juan de Yepes, a Blas de Otero, a Leon
Bloy, a César Vallejo, no, no busco eso,
qué va, ando buscando únicamente
la causa del sufrimiento
(del sufrimiento a secas),
la causa a secas del sufrimiento a veces...
Y siempre vuelta a empezar.
Me pregunto quién goza con que suframos los hombres.
Quién se afeita a favor del viento de la angustia.
Qué sucede en la sección de Inmortalidad
cuando según todas las pruebas nos morimos para siempre.
Sabemos poco en materia de sufrimiento.
Estamos muy orgullosos con nuestro orgullo,
pero si yo les arguyo con el sufrimiento no saben qué decirme.
Mire usted en la guía telefónica,
o en la Biblia, es fácil que allí encuentre algo.
Y agarro la biblia telefónica,
y agarro
con las dos manos la Guía de pecadores..., y se caen al suelo
todos los platos.
Desde los siete años
oyendo lo mismo a todas horas, cielo santo
santo, santo, como de Dios al fin obra maestra!
Pero, del sufrimiento, como el primer día:
mudos y flagelados a doble columna. Es horrible.
Ciégamente
Porque quiero tu cuerpo ciegamente.
porque deseo tu belleza plena.
Porque busco ese horror, esa cadena
mortal, que arrastra inconsolablemente.
Inconsolablemente. diente a diente,
vos bebiendo tu amor, tu noche llena.
Diente a diente, Señor, y vena a vena
vas sorbiendo mi muerte. Lentamente.
Porque quiero tu cuerpo y lo persigo
a través de la sangre y de la nada.
porque busco tu noche toda entera.
Porque quiero morir, morir contigo
esta horrible tristeza enamorada
que abrazarás, oh, Dios, cuando yo muera.
Lo feo
Nada hay más antiestético que dos sapos desnudos
ni nada más valiente ni libre que los días
el pie de los toreros los pesados escudos
y el cumplimiento exacto de algunas profecías
Nada hay más horroroso que amarse por debajo
ni nada más completo que un surtidor caliente
un ángel que se aplica silencioso al trabajo
y un fabuloso cine lleno de amor y gente
Nada hay más detestable que el té de los amigos
ni nada más dichoso señores que las hojas
el aire que las brisas los soñolientos trigos
y acaso acaso ñas amapolas rojas
Nada hay tan vergonzante tan lleno de tristeza
como un jardín cerrado después de los ponientes
en cada puerta un hombre cuando el amor empieza
a hacer precisas ciertas medidas deprimentes
En cambio las estrellas son blancas como un libro
y fuertes los muchachos que van a los talleres
málaga bella málaga y sin embargo libro
una batalla pálida de sueños y mujeres
El sol el as de oros lo feo me horroriza
como si fuese un ángel de pantalones cortos
desnudas las muñecas y los ojos de tiza
extrayendo raíces de todos los abortos.