Releyendo libros de Blas de Otero, con objeto de seleccionar la poesía que les dejaré mañana, he encontrado este breve, pero bello, relato, y no he podido sustraerme a la tentación de compartirlo con vosotros.
Que lo disfrutéis intensamente y que tengáis un buen sábado.
OTRA HISTORIA DE NIÑOS PARA HOMBRES
Vivía en aquella ciudad un jarroncito de porcelana que
se llamaba Olivia. Como tenía los pechitos a medio crecer,
olía a jacinto y a tequieromucho juntamente. Iba al mismo
colegio que yo, así que nos hicimos novios. ¿Dije que se
llamaba Olivia? Se llamaba Mariví, y sus pechitos olían a
rosas de pitiminí. Yo me llamaba igual que ahora, pero mi
nombre no había crecido tanto en la fama, y mi muchachita
podía pronunciarlo sin ponerse de puntillas. Que yo la vi.
Siempre era Abril o estaba a punto de serlo. Yo la
esperaba a la salida de clase, solía vestir una blusilla de seda,
no sé, y se cogía los cabellos azules con un lazo encendido,
alrededor del cual, sin caerse, corrían mis ojos. ¿Dije que
se llamaba Mariví? Sí, así se llamaba, viento y mar y vi...
En llegando junto a mí, le decía: - Tequieromucho, pitiminí.
Nos íbamos a un jardín grande, que estaba subiendo
por aquella calle, a mano derecha según se subiera y a la
izquierda según se bajara. Jugábamos a prendas, por ejemplo,
pero siempre había el peligro de que a ella le tocase
mi mano en el tequieromucho y se lo rompiese. Sin querer,
pero que se lo rompiese. ¿He dicho que tenía los cabellos
azules? Eran azules hasta la raíz, casi celestes (el cielo,
encima, no era más sutil). Sentadita como una silla de
muñecas, cantaba aquello de “La niña que está en la Bamba...”,
por hacerme rabiar; pero en seguida íbamos a lo nuestro,
dejándonos de coplas. ¿Dije que se llamaba jarroncito de
porcelana?
Vivía en aquella ciudad donde perdí a mi padre y a mi
hermano José Ramón, no sé cómo decirlo, dan ganas de
acabar de una vez.
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