Siempre habrá algo que nos una

Es curioso, pero el segundo país, después de España, que más entradas me proporciona, es Estados Unidos. Yo quiero creer que todas estas incursiones en mi blog corresponden a españoles desplazados –por uno u otro motivo- a ese encantador rincón de la tierra, o bien, a los muchos hermanos hispanos que se han visto obligados a buscar las habichuelas lejos de su tierra.
Al principio, cuando sólo eran un par de entradas al día, le comentaba a mi mujer, medio en serio, medio en broma, que “eso era obra del seguimiento que realiza la CIA a todos los cibernautas que no comulgan con sus patrañas” –uno, a pesar de peinar canas y haber sufrido la edad del pavo hace bastantes décadas, piensa, que puede ser una china molesta en el zapato del Imperio; ¡Cuánto delirio de grandeza, Señor!-, pero conforme pasaban los meses, a fuerza de ser honesto y reflexivo, no puedo seguir creyéndome mis propias mentiras y pensar que les tienes tan atemorizados, que han destinado a la mitad de los agentes para controlar el “gran peligro que represento”.
Por lo tanto, no me queda más remedio que desmontar el thriller que he creado y admitir que no son otra cosa más, que anónimos ciudadanos residentes en ese hermoso país (¡y vaya un lujazo contar con su diaria presencia!)

Yo quiero creer –y si no, lo aclaro- que si entre los que me siguen se encuentra algún súbdito estadounidense, lo haga porque coincide con mis discrepancias a sus gobernantes, pero que jamás, por ninguna circunstancia, lo hago contra el pueblo americano. Con ellos puedo estar en desacuerdo con determinados comportamientos y actitudes sociales que sostiene un concreto sector del país, igual que me ocurre en el mío, donde mantengo ciertas discrepancias con otros. Discrepar es sano y si la crítica se realiza de manera constructiva, aún es más positivo.

Siempre he mantenido que el pueblo norteamericano tiene un sentido de la unidad bastante primario y envidiable. A pesar de ser una gran superpotencia y que la mayoría tienen su procedencia en lejanas naciones a las que aún les atan los lazos familiares –a pesar que la mayoría han nacido en este país-, funcionan y reaccionan para cualquier cuestión que afecta al global de la nación, como si de una pequeña comunidad se tratase. Es de admirar el empuje y la colaboración colectiva que aún predomina entre sus ciudadanos, algo definitivamente desaparecido en la vieja y apolillada Europa, la cual debe recurrir a las modas y a los mandatos USA para seguir sobreviviendo.

Prefiero creer que los que me leen son ciudadanos libres americanos que encuentran entre mis post y mis palabras una coincidencia mínima con sus creencias y, aunque no digan nada ni comenten, todas las tardes, cuando veo el registro de entradas de mi blog y encuentro reflejadas sus visitas, no puedo dejar de felicitarme: Estados Unidos no son sus gobernantes, ni sus ciudadanos son Nixon, Bush u Obama, como los españoles no somos Aznar ni Zapatero, por lo tanto, hacer un análisis precipitado, lleno de tópicos y prejuicios incoherentes, sólo nos puede llevar a herrar en nuestros resultados y a falsear una realidad manifietamente contraria.

Son con esos americanos con los que yo me identifico y a los que reclamo, los discrepantes, los inconformistas, los solidarios, los que quedan de las protestas contra el golpe fascista en España, en Chile, en Argentina, los que se opusieron a la guerra de Vietnam, y con sus descendientes, que representan la norteamérica solidaria, luchadora y libre. Si son ellos, por contento he de darme, pero si son otros, bienvenidos sean y que les sirvan mis palabras para algo positivo, no es otra mi intención cuando lo hago.