Un análisis superficial de lo que fue la jornada de ayer en Sevilla: de madrugada y a primera hora de la mañana, todo un éxito; a la manifestación de medio día también acudió una gran cantidad de personas –a decir verdad, más de la que yo esperaba-, pero a partir de ahí, la huelga se difuminó y pareció darse por concluida. La ciudad retomó la normalidad habitual y parecía, más que un día de reivindicación y lucha, una jornada festiva. Los bares de la zona, jamás pensaron en el negocio que les proporcionaría la temida revuelta, y vete tú a saber si no estarán planteándose –visto lo visto- instaurar, al menos, un día de huelga al mes.
Tal vez debo estar haciéndose mayor, algo gruñón, y, quizás, bastante exigente y quisquilloso, pero es que cada vez me gusta menos lo que presencio en estas movilizaciones. La gente suele acudir a la cita como quien va a una fiesta. La izquierda ha tomado un camino peligroso que, si no se corrige con urgencia, nos llevará a la propia audestrucción. Hay que tratar de ser, al menos, igual de coherentes que la derecha, si queremos continuar siendo una alternativa social para nuestros descendientes. No es que yo pida que el personal se flagele las carnes durante el recorrido, pero no estaría nada mal que nos creyéramos la gravedad del acto por el que protestamos.
Luego está la triste confirmación de que los dos grandes sindicatos han convocado de manera pactada con el gobierno, sólo para justificarse ante las bases. No es de recibo que durante el recorrido, el primer tramo de la manifestación, compuesto por CC.OO., UGT, PA-PSA, hicieran el trayecto sin lanzar ninguna consigna reivindicativa a través de la megafonía y en un tiempo récord, provocando un silencio sospechoso, en el que más de uno opinaba que andaba de por medio, el pernicioso interés que demuestran estos líderes de las grandes centrales, por molestar los menos posible al actual gobierno. Luego que no nos vengan diciendo que "son meras conjeturas para desacreditar a los sindicatos"; los que de verdad hacen un flaco favor a éstos, son los propios dirigentes al coquetear tan descaradamente con los que llevan tantos meses agrediendo los derechos de los trabajadores.
Tal vez debo estar haciéndose mayor, algo gruñón, y, quizás, bastante exigente y quisquilloso, pero es que cada vez me gusta menos lo que presencio en estas movilizaciones. La gente suele acudir a la cita como quien va a una fiesta. La izquierda ha tomado un camino peligroso que, si no se corrige con urgencia, nos llevará a la propia audestrucción. Hay que tratar de ser, al menos, igual de coherentes que la derecha, si queremos continuar siendo una alternativa social para nuestros descendientes. No es que yo pida que el personal se flagele las carnes durante el recorrido, pero no estaría nada mal que nos creyéramos la gravedad del acto por el que protestamos.
Luego está la triste confirmación de que los dos grandes sindicatos han convocado de manera pactada con el gobierno, sólo para justificarse ante las bases. No es de recibo que durante el recorrido, el primer tramo de la manifestación, compuesto por CC.OO., UGT, PA-PSA, hicieran el trayecto sin lanzar ninguna consigna reivindicativa a través de la megafonía y en un tiempo récord, provocando un silencio sospechoso, en el que más de uno opinaba que andaba de por medio, el pernicioso interés que demuestran estos líderes de las grandes centrales, por molestar los menos posible al actual gobierno. Luego que no nos vengan diciendo que "son meras conjeturas para desacreditar a los sindicatos"; los que de verdad hacen un flaco favor a éstos, son los propios dirigentes al coquetear tan descaradamente con los que llevan tantos meses agrediendo los derechos de los trabajadores.
Debido a esta urgencia por quitar a la gente de la calle bien pronto, la marcha se dividió en dos –esta segunda compuesta por el SAT, CGT, Izquierda Anticapitalistas, Izquierda Alternativa, Ecologistas y Grupos Antisistemas, donde se respiraba un ambiente más combativo y en el que se gritaban consignas en contra de la reforma laboral, el recorte de las pensiones, el ataque a la sociedad del bienestar y donde se pedía la dimisión del culpable de estos atropellos: Zapatero.
Este segundo tramo era más creíble y consecuente, y, entre sus participantes, aún se respiraba el espíritu de rebelión y lucha que caracterizaban las movilizaciones de antes.
Eran muchos los que se resistían a ir a una convocatoria donde estuvieran las dos grandes centrales sindicales, por que se temían cual era el objetivo de éstas. La actitud mantenida en Sevilla, confirma que no tienen solución, y que cada vez están más alejados de la defensa de quienes dicen representar. Confiemos en que todo sea una desacertada impresión. El día después ha comenzado hoy. La lucha sólo acaba de empezar; el camino es largo y conflictivo. Del comportamiento que tengan en las próximas negociaciones con el gobierno podremos evaluar si el juicio a priori que realizamos, era o no acertado. Las cartas están sobre la mesa. Confiemos en que tengan un buen juego.
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