Para los que conocemos de qué escombros está relleno el “Partido Socialista”, no nos sorprende la lucha cainita en la que andan enfrascados las distintas familias de la Federación de Madrizzz (como diría el causante de esta batalla, el arrogante Zapatero), no por diferencias ideológicas, que sería los más lógico en un partido que se califica de izquierdas, -¡qué va!, en este partido hace muchos años que está penalizada la ideología, a pesar de que los adormecidos de Izquierda Socialista jueguen al juego de creerse revolucionarios-; tampoco por discrepar por lo mal están haciendo las cosas, la pelea -que amenaza convertirse en guerra- se origina por la intención de unos y otros de controlar los mecanismos que proporcionan los ingresos económicos. Todos quieren estar bien posicionados, pues poseer un puesto en el parlamento, en la comunidad o simplemente en el ayuntamiento, contribuye a tener cierta cuota de poder dentro del aparato.
Zapatero quiere, en una sola jugada, quitarse a dos elementos incómodos para la continuidad de su liderazgo. A veces, hasta los propios delfines se revuelven contra el adiestrador, y esto es lo que le ha ocurrido con José Blanco y Tomás Gómez, que han comenzado a respirar con sus propios pulmones. Lo que no entiendo bien es a qué juega Blanco, cuando está perfectamente claro que, lo que pretende el secretario del partido con este movimiento de fichas -proponiendo a Trinidad Jiménez para que la tigresa de Madrid (Esperanza Aguirre) la decuartice- es dilapidar el ascenso que mantiene su aliada, con el premeditado objetivo de frenar, por ese medio, el empuje que el ministro de Fomento está adquiriendo dentro del partido.
Mientras los “hermanos socialistas” se apuñalan (son para enmarcar las declaraciones del viejo león Rubalcaba, dentro de la mejor ortodoxia anticomunista, y la del alcalde de Getafe, Pedro Castro, hasta ayer, compañero de viaje de Gómez y hoy, reubicado en la esfera de influencia del gran pope), la derecha, la única que debiera preocuparles, se frota las manos con esta carnicería fraticida en la que han entrado los que quieren seguir controlando el reparto del puchero. Ellos tienen claro una cosa y es que, como se vive de la política no se vive de ningún trabajo (repito: t r a b a j o, no mangoneo), por tal motivo, si hay que partirse la cara con sus colegas por la consecución de un lugar en la parrilla que les proporcione la ventaja adecuada para salir destacado, pues cuchillada trapera, aunque sea con navaja oxidada y por la espalda. Y los ideales, que se vayan al carajo.
Zapatero quiere, en una sola jugada, quitarse a dos elementos incómodos para la continuidad de su liderazgo. A veces, hasta los propios delfines se revuelven contra el adiestrador, y esto es lo que le ha ocurrido con José Blanco y Tomás Gómez, que han comenzado a respirar con sus propios pulmones. Lo que no entiendo bien es a qué juega Blanco, cuando está perfectamente claro que, lo que pretende el secretario del partido con este movimiento de fichas -proponiendo a Trinidad Jiménez para que la tigresa de Madrid (Esperanza Aguirre) la decuartice- es dilapidar el ascenso que mantiene su aliada, con el premeditado objetivo de frenar, por ese medio, el empuje que el ministro de Fomento está adquiriendo dentro del partido.
Mientras los “hermanos socialistas” se apuñalan (son para enmarcar las declaraciones del viejo león Rubalcaba, dentro de la mejor ortodoxia anticomunista, y la del alcalde de Getafe, Pedro Castro, hasta ayer, compañero de viaje de Gómez y hoy, reubicado en la esfera de influencia del gran pope), la derecha, la única que debiera preocuparles, se frota las manos con esta carnicería fraticida en la que han entrado los que quieren seguir controlando el reparto del puchero. Ellos tienen claro una cosa y es que, como se vive de la política no se vive de ningún trabajo (repito: t r a b a j o, no mangoneo), por tal motivo, si hay que partirse la cara con sus colegas por la consecución de un lugar en la parrilla que les proporcione la ventaja adecuada para salir destacado, pues cuchillada trapera, aunque sea con navaja oxidada y por la espalda. Y los ideales, que se vayan al carajo.
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