Las personas melancólicas, con tendencia a deprimirse, empiezan a barruntar la temida estación que hoy jueves, 23 de septiembre, sobre las 5,09 de la madrugada, entra -para los que habitan el hemisferio norte-, el desequilibrante Otoño, enjaezado, como todos los años, de amarillos ropajes, remolinos de vientos y alfombras secas fabricadas con la hojarasca caída de los árboles.
El Otoño acorta los días, ennegrece los cielos, solivianta a las tormentas, provocando sus temidos aguaceros, juega al escondite con el disco dorado, haciendo que los cuerpos helados sientan nostalgia del caluroso verano pasado.
El Otoño, tiene la sublime capacidad de penetrarnos, de absorbernos, de correr a través de nuestras arterias, contagiándonos con su lamento. Todos estamos expuestos a sus cambiantes tonos de humor y, los nostálgicos, los inestables, los descorazonados, tienden a caer en sus redes, transmitiéndoles a todos un insufrible estado de zozobra.
El otoño, para los irremediables, es una estación que le hace agonizar, todos los días un poco, lentamente, hasta que a mitad del camino te sientas a descansar y a dejar que, indiferentemente pase, sin llegar a ser visto por él. Si el Otoño te atrapa, convierte tu sangre en amarilla saliva que luego, las salamanquesas que marinean por las verticales paredes, recogerán en sus depósitos capilares, para entretenerse escupiendo en las cabezas de los chiquillos, que, a causa de ello, cuando sean adultos, quedarán calvos.
Otoño: ausencia de verdor, pinceladas de oro, amasijos de hojas abrigando el débil suelo, juguetones rizos de viento entreteniendo a un giraldillo juguetón. Y el poeta, el entristecido romántico, el taciturno enamorado, cogiendo lápiz y papel para componer un poema a su enigmática amada.
Otoño; hoy jueves 23, a las 5,09, entra el Otoño.
El Otoño acorta los días, ennegrece los cielos, solivianta a las tormentas, provocando sus temidos aguaceros, juega al escondite con el disco dorado, haciendo que los cuerpos helados sientan nostalgia del caluroso verano pasado.
El Otoño, tiene la sublime capacidad de penetrarnos, de absorbernos, de correr a través de nuestras arterias, contagiándonos con su lamento. Todos estamos expuestos a sus cambiantes tonos de humor y, los nostálgicos, los inestables, los descorazonados, tienden a caer en sus redes, transmitiéndoles a todos un insufrible estado de zozobra.
El otoño, para los irremediables, es una estación que le hace agonizar, todos los días un poco, lentamente, hasta que a mitad del camino te sientas a descansar y a dejar que, indiferentemente pase, sin llegar a ser visto por él. Si el Otoño te atrapa, convierte tu sangre en amarilla saliva que luego, las salamanquesas que marinean por las verticales paredes, recogerán en sus depósitos capilares, para entretenerse escupiendo en las cabezas de los chiquillos, que, a causa de ello, cuando sean adultos, quedarán calvos.
Otoño: ausencia de verdor, pinceladas de oro, amasijos de hojas abrigando el débil suelo, juguetones rizos de viento entreteniendo a un giraldillo juguetón. Y el poeta, el entristecido romántico, el taciturno enamorado, cogiendo lápiz y papel para componer un poema a su enigmática amada.
Otoño; hoy jueves 23, a las 5,09, entra el Otoño.
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