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viernes, 17 de mayo de 2013

El mercado de la calle Feria, Sevilla













Un paseo por las Plazas de Abastos de Sevilla te informan de que también a ellas les ha llegado “su hora”. Sorprende comprobar cómo  en una ciudad eminentemente “tradicional” y apegada a “sus costumbres y cultura”, el Mercado está casi finiquitado. La culpa la tienen, en parte, los propios placeros, ya que han descuidado la oferta y calidad de sus productos, dejándose arrebatar estas premisas –además de los precios- por el pequeño comercio de barrio y las grandes superficies, y es que, como dice el refrán, “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”.
Estas pasadas semanas hemos visitado –ex profeso- algunos mercados de la ciudad buscando determinados productos que necesitábamos y la impresión que nos han producido no ha podido ser más pesimista: puestos vacíos; precios desorbitados; poca variedad de productos y mal expuestos, y un aspecto de descuido y de lugar envejecido.
En uno de ellos nos encontramos con el antiguo pescadero al que hace años le comprábamos, pero al que dejamos de ir por lejanía. Ahora esperaba su jubilación en este otro puesto al que se había trasladado, ya que el anterior Mercado (de la Cruz del Campo) lo habían cerrado. Y este será -si los propios interesados y las mentes pensantes no lo remedian-, el futuro de todos, porque pasear por ellos y compararlos con los de otras ciudades que hemos tenido el interés de visitar, hay un abismo. En sus manos está el que las Plazas de Abastos de Sevilla no se conviertan, dentro de unas décadas, en un lugar virtual del pasado. 

El que hoy tenemos la ocasión de mostrar es uno de los que más solera tienen en la ciudad, ya que se conserva casi igual, a pesar de que fue restaurado hace poco; es el de la calle Feria, en una de las calles más emblemáticas del barrio de la Macarena, en un marco incomparable, justo al lado de la iglesia más antigua de Sevilla, la iglesia de Omnium Sanctorum.
Este mercado es uno de los edificios de servicios más antiguos de Sevilla, pues su origen data del año 1719. En 1837 fue ampliado ocupando una parte del antiguo Palacio de los condes de Montijo, aunque no llegó a terminarse por completo hasta el año 1925.   
El mercado se levanta sobre una superficie de planta rectangular y consta de dos cuerpos o edificios, desiguales en superficie, que aparecen separados por una calle transversal interior.

Cada uno de los dos edificios citados, a su vez están formados por naves rectangulares adosadas entre sí y que se cubren por altas cubiertas a dos aguas que conforman las características fachadas triangulares habituales en este tipo de establecimientos tradicionales.






 Los puestos están montados en estrechas calles paralelas que confluyen en una parte central donde está la cuartelada del pescado.




 El vacío de sus calles -y de los puestos- eran la nota más determinante.



 Las calles suelen acoger a puestos de la misma especialidad








 Situación inmejorable justo al lado de la iglesia más vieja de la ciudad: Omnium Sanctorum.



 El lateral de la iglesia forma un callejón con el lateral del mercado, en el que se ha instalado una Cantina donde quitarse las penas.




 Al final del paseo optamos por la mejor opción: una cerveza bien fría (otro lugar donde saben tirarla) y un pescaíto frito,  sentados frente a otro marco incomparable: la casa-palacio de los marqueses de la Algaba, hoy reconvertido en Museo Mudéjar de la ciuda (al fondo se puede apreciar parte de la fachada)











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