Todos los Winnipeg
Yo los puse en mi barco
Pablo Neruda
Sobre la piel metálica del carguero,
untada de betún y sal, otra piel
llagada y oscura se tuesta al sol.
No es el crucero que se desliza como iceberg de azúcar,
agujereado de ventanitas, por el Adriático rumbo a Ítaca.
Ni crecen palmeras de plástico junto al vaso límpido
de la piscina en cubierta. Aquí el agua de lluvia
se pudre nauseabunda sin poderse beber.
Son esclavos abandonados en alta mar.
Feroz Siglo XXI, tan esperado y tan cruel,
reviviendo un pasado de negreros y galeras,
de piratas emboscados en los puertos de la abundancia.
¡Son esclavos, oíd, son esclavos!
Otro carguero en septiembre de 1.936, remendó las heridas
de más de dos mil pasajeros, dibujó sonrisas en sus rostros
y cruzó abrazos hacia Valparaíso. Españoles.
Llegaron de Le Perthus, de Argelés sur Mer, de Mont Luis,
de Barcarés…, de desnudas playas cercadas de espino
y metralletas. Sonoros nombres de una lengua tan dulce y cercana.
El hambre, siempre el hambre, pero no siempre.
No siempre el pan, también la libertad sin apellidos,
también la guerra empuja una riada humana, nómada, desvencijada,
hacia todos los puertos de Trompeloup.
¿Se hundió el Titanic con su lujo de cartón piedra
y con él todos los Winnipeg
en el fondo del olvido y la memoria?
Mandad mensajes y cablegramas. Que los lleven las sirenas
adormecidas sobre los mascarones de proa en Isla Negra.
Que despierten todos los cónsules de emigración,
todos los embajadores poetas: que se abran todos los puertos.
Que atraquen seguros todos los Winnipeg.
untada de betún y sal, otra piel
llagada y oscura se tuesta al sol.
No es el crucero que se desliza como iceberg de azúcar,
agujereado de ventanitas, por el Adriático rumbo a Ítaca.
Ni crecen palmeras de plástico junto al vaso límpido
de la piscina en cubierta. Aquí el agua de lluvia
se pudre nauseabunda sin poderse beber.
Son esclavos abandonados en alta mar.
Feroz Siglo XXI, tan esperado y tan cruel,
reviviendo un pasado de negreros y galeras,
de piratas emboscados en los puertos de la abundancia.
¡Son esclavos, oíd, son esclavos!
Otro carguero en septiembre de 1.936, remendó las heridas
de más de dos mil pasajeros, dibujó sonrisas en sus rostros
y cruzó abrazos hacia Valparaíso. Españoles.
Llegaron de Le Perthus, de Argelés sur Mer, de Mont Luis,
de Barcarés…, de desnudas playas cercadas de espino
y metralletas. Sonoros nombres de una lengua tan dulce y cercana.
El hambre, siempre el hambre, pero no siempre.
No siempre el pan, también la libertad sin apellidos,
también la guerra empuja una riada humana, nómada, desvencijada,
hacia todos los puertos de Trompeloup.
¿Se hundió el Titanic con su lujo de cartón piedra
y con él todos los Winnipeg
en el fondo del olvido y la memoria?
Mandad mensajes y cablegramas. Que los lleven las sirenas
adormecidas sobre los mascarones de proa en Isla Negra.
Que despierten todos los cónsules de emigración,
todos los embajadores poetas: que se abran todos los puertos.
Que atraquen seguros todos los Winnipeg.
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