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martes, 2 de abril de 2013

Manuel Rivas: "Una visita al mercado"











Una visita al mercado



-Te pago para que me digas cuándo hago el tonto y no para que te pases el día dándome palmaditas –dijo el candidato.
-No sabía que les tuvieras miedo a los ojos de los peces –respondió el asesor.
-No me dan miedo. Simplemente, no los soporto.
-Volviste la cara. Nada más. No creo que esto nos quite votos.
-Pero la mujer se dio cuenta. Cuando le di la mano, me miró con recelo, como quien descubre un secreto indeseado.
-Son aprensiones de final de campaña. Estás cansado. Eso es todo.
-No sé cómo fui capaz de darle la mano. La limpió en el delantal. Pero aún así, tenía escamas.
-Era una pescadera, una pescantina bigotuda. Nada más.
-Se hizo como un silencio larguísimo. Como el de una fotografía.
-La gente estaba contigo. No creo que a nadie le guste ver cómo les arrancan los ojos a los peces.
-Parecían vivos. Me refiero a los ojos. Tan abiertos y con una expresión de perplejidad... Debe de ser una manera horrible de morir, la de los peces. A veces pienso cómo será más brutal morir: por falta de aire o porque hay aire de más.
-(...)
-¿De qué te ríes?
-Tú eres la respuesta a ese dilema. Ni poco ni mucho aire. Lo justo. Todo el mundo sintoniza con esa propuesta electoral. El aire justo para vivir.
-Conseguí sonreir cuando al fin le di la mano a la pescadera. Y eso que tenía bigote, y escamas en las manos.
-No abandones nunca la sonrisa. Especialmente cuando no tengas nada que decir.
-Me costó tanto. Sobre todo cuando aquel tipo, el porquero, me increpó. Traté de recordar lo que decimos en el programa sobre el precio del porcino. Pero era imposible razonar.
-Mejor así. En el programa decimos que ya nunca será rentable criar cerdos.
-Creo que si pudiera, me hubiera matado allí mismo. Gritaba cosas terribles, siempre referentes a los cerdos. Pero conseguí sonreir.
-Eres el que mejor lo hace. Nadie sonríe como tú.
-A veces me siento inseguro. No sé. ¿Crees que es acertado sonreir cuando te aborda un porquero furioso, fuera de sí?
-Peor sería decirle lo que escribió en equipo de programas. Esa gente del gabinete técnico llegó a la conclusión de que no podemos seguir subvencionando la crianza de cerdos. Según ellos, resultaría más rentable comprar todas las granjas y cerrarlas.
-Sí, creo que me hubiera matado si pudiera. Retorció la boina como si fuera el pescuezo de un ave. Pero yo sonreí. Le di mil pesetas, pero no le enseñé la mano. Tenía los ojos del color de la ceniza.
-Ese detalle quedó muy bien ante las cámaras.
-¿Crees que vamos a ganar? –preguntó el candidato.
-Seguro –dijo el asesor.







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