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viernes, 8 de febrero de 2013

De la indignación al humor, y dentro de tres días, al olvido








Imágnes como esta han proliferado estos días por las redes sociales. Los españoles somos muy dados a canalizar la indiganción por los caminos del humor, convertir lo que es bastante serio en simple anécdota o nefasto chiste, y en pocos días, ya lo tenemos olvidado, de esa manera, para las próximas elecciones, ya estaremos curados de ascos y escrúpulos  para seguir votando a los partidos -y a los políticos- que durante más de treinta años nos han estado robando. Por lo tanto, somos nosotros, los atracados, los indignados, los inconstantes, los que legalizamos esta vergüenza nacional en la que más de uno quisiéramos estar invitado, y criticamos a los políticos, no porque reprobemos sus actos, sino porque nos gustaría ser los protagonistas de ellos.
Me niego a aceptar que los políticos -por el mero hecho del cargo que ocupan- sean unos chorizos;  el problema es mucho más complejo y puede residir en que son españoles, y los españoles, en general, somos los reyes de la picaresca y los mayores enamorados de lo ajeno. Y el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra; cada cual se apropia, a su nivel, de lo que tiene a mano: el administrativo, el boli, el folio, las grapas, etc., los sanitarios, las gasas, los guantes y demás materiales fungibles, y así hasta relacionar el infinito; y el político, como está por las altas esferas, "trabaja" con lo que tiene más cercano: el tráfico de influencias y el trasiego de bolsas de basuras llenas de dinero, qué no sé por qué llaman negro, cuando tienen un precioso color violeta.
Pienso que el problema es para tomárselo más en serio, puesto que la gravedad del caso lo requiere; hacer fáciles chascarrillos de todo lo que nos acontece no es más que desviar la antención del caso hacia lugares donde se difuminan y extravían, logrando con ello que se trivialicen y acabemos aceptándolo como algo "normal" dentro de nuestro comportamiento ciudadano. No me opongo a la gracia ni al más rabioso cachondeo, lo que ocurre es que con las cosas de comer habría que comportarse con mucha delicadeza, y los casos de corrupción que asolan al país es para tomarlo con mucha más sensatez de la que estamos empleando; lo otro, el chiste fácil, la guasa a destiempo, "el todo da igual, todos son iguales, esto no tiene remedio", hace un flaco favor a la lucha contra el mangoneo institucionalizado en España. 






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