Vista de la Torre Pelli desde la calle Castilla (Triana)
Una vez superados los obstáculos que, supuestamente,
aducía la UNESCO para su paralización -y que algunos sectores de la ciudad
esgrimían para estar en contra de su construcción-, la Torre Pelli sigue
adelante, hacia arriba, a la búsqueda de ese apacible cielo de Sevilla donde
moran todos los dioses del universo.
No tiene ínfulas de Babel, ni quiere ser declarada la
octava maravilla del mundo. Su intención no es competir con nadie, ni pecar de soberbia desmedida que pudiera ofender a las
divinidades celestes, ni mucho menos atentar contra “el buen gusto” de los que se oponen a su construcción. Lo que pretende, sencillamente, es levantarse sobre los restos de
un barroco malentendido, para disfrute y orgullo de las generaciones venideras.
Es lo mismo que hicieron nuestros antepasados en el siglo XII, construyendo la
Giralda, que hoy engalana y hermosea el paisaje urbano de nuestra ciudad.
Felicitémonos por ello y... ¡Al
cielo con ella!
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