Elisa Serna inició su trayectoria
artística en el mismo colectivo musical que Hilario Camacho, el denominado “Canción
del Pueblo”. Elisa, como su colega Hilario, supuso un aire nuevo en el
denostado mundo de la “canción protesta”, ya que además del fuerte y
desgarrador mensaje que impregnaba a sus canciones unía la belleza y los
registros de su magnífica voz. Al escuchar a Elisa se aspiraban influencias tan
distintas, y a la vez cercanas, como la India, Grecia, el Magreb y la Baja Andalucía.
Pero no tuvo excesiva suerte en
el mundo de la música. Como Hilario, Imanol, Pablo Guerrero, Luis Pastor, etc., su recorrido fue breve y, con el tiempo,
minoritario y apartada de los grandes circuitos músicales y el difícil acceso a las compañías discográficas. Aún la recuerdo la primera vez que la vi y escuché en un concierto
–allá por el 1975- en la Facultad de Medicina de Sevilla, con la guitarra en
las manos, pantalón vaquero de pitillo y camisa de cuadros desabotonada...
¡toda una aparición para sus enamorados platónicos! De pronto, allí estaba nuestra musa en carne y hueso.
Su primer disco, “Quejío” fue producido por Paco Ibáñez, y no se llegó
a publicar en España hasta dos años más tarde; la dictadura franquista hacía lo
indecible para enmudecer sus bocas y ensordecer nuestros oidos, pero ya por
aquel entonces funcionaba el “contrabando cultural” con Francia, tanto de
discos como de libros, y muy a pesar de ellos, la voz de Elisa Serna se oía
insistentemente en muchas casas y en bastantes disco-forum. Como ocurrió con
otros cantautores de la época, fue detenida “por subversiva” en varias
ocasiones y sus conciertos estuvieron
prohibidos por las autoridades gubernamentales durante algunos años.
La canción, letra de Lluis Serrahima y música de
María del Mar Bonet, “Esta gente qué querrá”, narra una de las muchas
historias negras que el franquismo nos obsequió: la muerte de Enrique Ruano, un joven
estudiante madrileño a manos de la policía política
del ya caduco régimen, y el posterior lanzamiento del cadáver por la ventana,
para intentar ocultar el crimen, fingiendo un suicidio que nadie creyó.
Elisa, a sus sesenta y nueve años, sigue siendo una mujer comprometida, escribe, canta y pelea junto a los nuevos movimientos sociales que aparecen en la vida española, y no pierde la esperanza de que algún día "lleguen los nuestros".
Elisa, a sus sesenta y nueve años, sigue siendo una mujer comprometida, escribe, canta y pelea junto a los nuevos movimientos sociales que aparecen en la vida española, y no pierde la esperanza de que algún día "lleguen los nuestros".
Esta gente qué querrá
Llamaron de
madrugada.
Toda la casa está en
calma.
La madre les sale a
abrir
arrebujada en la bata.
¿Esta gente qué querrá
que llaman de
madrugada?
Preguntaron por el
hijo.
El hijo duerme en la
cama
y al oir las fuertes
voces
de golpe se
despertaba.
¿Esta gente qué querrá
que llaman de
madrugada?
Lleva días sin hablar,
por las noches se
inquietaba
esperando con temor
que una mañana
llamaran.
¿Esta gente qué querrá
que llaman de
madrugada?
La madre nunca ha
sabido
por lo que el hijo
luchaba
y que en la
Universidad
su compromiso
afirmaba.
¿Esta gente qué querrá
que llaman de
madrugada?
No sabe cómo escapar,
el miedo le torturaba,
después de abrirse la
puerta
él caerá por la
ventana.
¿Esta gente qué querrá
que llaman de
madrugada?
Hay momentos de
tensión
nadie dice una
palabra,
la madre que entra
después
grita y llora
desgarrada.
¿Esta gente qué querrá
que llaman de
madrugada?
Llamaron de madrugada.
La ley una hora
señala.
Muerto el estudiante
está.
Fue un golpe al filo del
alba.
¿Esta gente qué querrá
que llaman de
madrugada?
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