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lunes, 24 de septiembre de 2012

Estampas cotidianas de nuestro pasado (III): El dormitorio






En las casas tradicionales de la Andalucía de ayer, había una estancia que, según el estrato social al que pertenecías, se diferenciaba ostensiblemente: me estoy refiriendo al dormitorio principal.




El de las familias pudientes se reconocía esencialmente porque se situaba en una segunda planta, buscando la luz y la ventilación que su ubicación le permitía, mientras que el de las humildes solía estar situado al fondo de la propiedad, alejados de la ventilación y la iluminación natural, y es que la importancia que cada una de las dos familias daban a esta estancia, era muy distinta.




Para la primera, el dormitorio seguía formando parte de la composición ornamental de la vivienda, por ello se amueblaba con piezas de caoba, cerezo, roble, castaño, etc., mientras que para la segunda, el dormitorio no era más que el lugar donde reponer fuerzas, después de una larga y dura jornada de trabajo, tal vez por eso se amueblaba de manera más convencional y práctica.




Sólo coincidían las dos familias en una cosa: convertir esa estancia en el lugar donde podían perpetuar a placer (casi siempre del varón) la especie. En este mismo lugar se incubaban los nuevos señoritos y también los nuevos sirvientes que más tarde les ayudarían a prosperar. 
 



¡Qué señaladas están las cartas! Parece increíble que, dependiendo del dormitorio donde nacieras, así estaba marcado tu destino.   



  

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