Vivimos momentos de intensa confusión. A los ladrones de guante
blanco, a los parásitos antisociales (lease políticos, curas, militares, policías, etc.),
a los saqueadores de las arcas del estado que no tienen ningún recato en tirar millones de euros por las alcantarillas,
se les justifica, ensalzan, absuelven y, más de uno, los comprenden y envidian,
mientras a los actores de simples acciones testimoniales -que sólo tratan de llamar la
atención de una narcotizada sociedad a la deriva-, se les calumnia, recriminan,
ofenden y llaman lo que callan de los
otros.
Llamar bandoleros, asaltantes, cuatreros, chorizos,
rufianes, y otro montón de lindezas a los activistas del SAT, por "apropiarse" de unos cuantos
carros de alimentos y otros tantos de material escolar, que luego repartirían
entre la gente necesitada, es el eufemismo más cínico y repugnante que esta
sociedad enferma se puede permitir.
Después de saber cómo nos saquean los políticos; lo que nos
cuesta mantener la casa real; o a un ejército y policía que no nos sirve para
nada y que cuando actúan, ya sabemos para qué; después de los muchos Bárcenas
que sufrimos, de los muchos Urdangarín que padecemos, de los casos Gürtel, Palau de la Música y Filesa, para
la financiación ilegal de los partidos, de la desvergüenza de los ERE, del golferío de
los dos sindicatos mayoritarios, que se inflan de mariscadas con el dinero de los parados, etc., llamar delincuentes, bandidos, truhanes,
etc. a los miembros del SAT, es para arañarse hacia arriba... Por no soltar una palabrota que llene de
inmundicia toda la página del blog.
¿Habráse visto mayor hipocresía? ¡Qué fácil es descalificar
con el estómago lleno!
Yo comprendo que quienes hacen ésto deben de tener
contento al amo que los "mantiene" porque todos los meses tienen que pagar la
hipoteca del par de viviendas que poseen,
el buen colegio de sus hijos, las actividades extraescolares, la tarjeta
de El Corte Inglés de la santa, el pisito y los antojos del querido o la querida,
etc., pero de ahí a lo que llegan a escupir desde las páginas del periódico que
casi nadie lee, o desde esas tertulias radiofónicas o televisivas que me
recuerdan más a un lavadero de pueblo que a una opinión ecuánime y seria, va un
largo trecho. Después que no se quejen cuando algunos les llamamos sicarios, mantenidos,
voceros, mamporreros, lameculos, peseteros, etc. Después que no se quejen y soliciten
el respeto que ellos no tienen hacia otros.
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