Bienaventurado
Y para que alguien pueda
abrir ancha la boca y declarar
“este soy yo, este mi nombre,
aquí están mis palabras y aquí
mis gestos cotidianos”,
para que alguien pueda palpar su cuerpo
y estar seguro de encontrarse,
es necesario llevar muy dentro la mirada
y la voz de nuestra gente querida.
Bienaventurado el que es capaz
de pedirle a otro “ven”,
de susurrar “gracias, amigo”
o “qué bien que estés tan cerca siempre.”
Bienaventurado también el que,
en franca y justa correspondencia,
sabe decir “no hay de qué”,
“para eso estamos, compañero, claro que sí.”
Sólo entonces puede alguien afirmar
que está vertical y útil,
con todo su nombre,
sus palabras, sus gestos,
puesto en pie sobre la tierra.
abrir ancha la boca y declarar
“este soy yo, este mi nombre,
aquí están mis palabras y aquí
mis gestos cotidianos”,
para que alguien pueda palpar su cuerpo
y estar seguro de encontrarse,
es necesario llevar muy dentro la mirada
y la voz de nuestra gente querida.
Bienaventurado el que es capaz
de pedirle a otro “ven”,
de susurrar “gracias, amigo”
o “qué bien que estés tan cerca siempre.”
Bienaventurado también el que,
en franca y justa correspondencia,
sabe decir “no hay de qué”,
“para eso estamos, compañero, claro que sí.”
Sólo entonces puede alguien afirmar
que está vertical y útil,
con todo su nombre,
sus palabras, sus gestos,
puesto en pie sobre la tierra.
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