Hay gente
Hay gente que desaparece en silencio, sin despedirse
en la esquela del diario local. Gente que cierra los ojos
contra la pared sin ayuda alguna y sin ser reconfortada
con la bendición de Su Santidad. Sin nadie al lado,
si acaso el perro que le acompañara con fidelidad
suicida, que comiera de su plato y lamiera de su pena.
Hay gente que planta su tienda de cartón a la boca sucia
y carcomida del metro o en parques abandonados
donde no llega la linterna nerviosa del vigilante
o la tijera del jardinero. Su almohada es un saco de ropa
sucia que vistieron otros y su esperanza
una ducha caliente y la muda limpia sobre la cama.
Hay gente que frecuenta comedores ajenos
con la vergüenza golpeando en el rostro o se procura
la cena en los contenedores de la abundancia al pie
del supermercado. La devoran en su escondite
sin mirar fechas ni códigos de barras. Sin comprobar
el ticket de compra. Sin acidez de estómago.
Hay gente que hila ovillos de cobre apartando la cáscara
plástica o amontona gavillas de cartón ondulado
para devolverlo a su origen. Cazatesoros en un mar
de desesperación cuando la ciudad duerme, sin permiso
ni licencia fiscal. Gente que nunca recibió de lustrosas
manos la medalla a la conservación del medio ambiente.
Hay gente que se encierra en la cámara acorazada
del cajero automático para ser de mañana
los primeros de la cola. Prisioneros de la cuenta
bancaria huyendo, dicen, del frío o la inseguridad.
Gente con miedo a que alguien, bien educado pero falto
de aliciente o diversión quiera romperles el sueño.
Hay gente que escupe descarada al frente, enseñando
su muestrario de caries o se hurga con la navaja las uñas
ennegrecidas como si limpiara pescado. Que ignora
las normas de urbanidad o que nunca fue al dentista
ni se hizo la manicura. Gente que ni sigue la bolsa
ni los vaivenes del euribor, que no aparece en internet.
Hay gente como tú y como yo que resiste el dolor
sin quejarse, que engulle infortunios y soledades
cual faquires de la escasez. Gente escondida que sale
a deshoras para no molestar. Con la cabeza baja rehuyen
nuestra mirada o evitan el encuentro. Gente como tú
o como yo, incluso peor, que nunca recibió un abrazo.
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