Finaliza el día y, a más de uno, parece que se le rompiera el
alma.
De nunca me gustaronn las puestas de sol, porque pronostican el final y dejan un gran pozo de melancolía.
Cuando anochece, el triste se amustia;
el desdeñado, teje su tela de araña para cazar mariposas;
y el feliz, repone las pilas de su motor medio escacharrado para creerse contento.
Muchas veces me he dicho que la tristeza que perseguía al
pequeño personaje de Saint-Exupery, fue consecuencia de presenciar tantas
puestas de sol...
¡Y es que tanta belleza no puede ser buena!
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