El experto nos muestra un buen ejemplar de Tentullos
El mes de noviembre, a los amantes de la sierra, se nos hace
excesivamente corto, y nos atrevemos a reivindicar que lo trastoquen y le
añadan –a ser posible- cuarenta o cincuenta días más, así y todo, no satisfaría
nuestras necesidades camperas.
Como viene siendo habitual las últimas semanas, la pasada
hemos vuelto a patear la sierra en busca del tesoro soñado, un puñado de buenas
setas que pudieran alegrar nuestra afligida congoja. Porque ocurre –con las
setas- que éstas te proporcionan una doble satisfacción: primero, la que
produce el “milagro” de que esta esquiva te encuentre –nunca mejor aplicado el
término, porque para algunos, son ellas las que te localizan, todo lo contrario
de lo que la mayoría de los mortales pensamos-; y segundo, el infinito placer
–una vez “conquistada”- que da en la mesa.
Pero este año, las bellas diosas del bosque no quieren
permitirnos estos disfrutes y hacen que sus preciadas hijas jueguen con
nosotros al ratón y al gato, y que la mayoría de los que nos internamos en él
salgamos del bendito territorio completamente derrotado, el cesto vacío, el
alma partida y el espíritu contrariado. Luego –para consolarnos- nos lanzamos
unos a otros palabras y frases de ánimos, como “no te preocupes, es que este
año no hay ninguna...”, o “la falta de lluvia... esto es culpa del
cambio climático...”
Pero nosotros sabemos que esto sólo son excusas, porque
luego, cuando nos reunimos a mediodía a reponer las fuerzas que en el intento
hemos perdido -y acabar con los últimos litros de mosto que Reyes y José María elaboran artesanalmente para disfrute nuestro-, nos damos cuenta y comprobamos que setas hay, lo que ocurre es que tenemos que saber encontrarlas, y que nosotros no somos más que unos advenedizos,
unos pardillos, a los que les quedan muchas jornadas de aprendizaje. Al final
llego a la conclusión de que, como en la mayoría de los asuntos, la veteranía
es un grado superlativo que no se logra sólo con desearlo.
Y este cesto, repleto de Tentullos, Josefitas, Níscalos y algún Gallipierno, nos demuestra que setas hay, lo que ocurre es que hay que saber dar con ellas.
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