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martes, 13 de noviembre de 2012

Noviembre, mes de las setas en la sierra de Aracena




 El experto nos muestra un buen ejemplar de Tentullos




El mes de noviembre, a los amantes de la sierra, se nos hace excesivamente corto, y nos atrevemos a reivindicar que lo trastoquen y le añadan –a ser posible- cuarenta o cincuenta días más, así y todo, no satisfaría nuestras necesidades camperas.
Como viene siendo habitual las últimas semanas, la pasada hemos vuelto a patear la sierra en busca del tesoro soñado, un puñado de buenas setas que pudieran alegrar nuestra afligida congoja. Porque ocurre –con las setas- que éstas te proporcionan una doble satisfacción: primero, la que produce el “milagro” de que esta esquiva te encuentre –nunca mejor aplicado el término, porque para algunos, son ellas las que te localizan, todo lo contrario de lo que la mayoría de los mortales pensamos-; y segundo, el infinito placer –una vez “conquistada”- que da en la mesa.
Pero este año, las bellas diosas del bosque no quieren permitirnos estos disfrutes y hacen que sus preciadas hijas jueguen con nosotros al ratón y al gato, y que la mayoría de los que nos internamos en él salgamos del bendito territorio completamente derrotado, el cesto vacío, el alma partida y el espíritu contrariado. Luego –para consolarnos- nos lanzamos unos a otros palabras y frases de ánimos, como “no te preocupes, es que este año no hay ninguna...”, o “la falta de lluvia... esto es culpa del cambio climático...”
Pero nosotros sabemos que esto sólo son excusas, porque luego, cuando nos reunimos a mediodía a reponer las fuerzas que en el intento hemos perdido -y acabar con los últimos litros de mosto que Reyes y José María elaboran artesanalmente para disfrute nuestro-, nos damos cuenta y comprobamos que setas hay, lo que ocurre es que tenemos que saber encontrarlas, y que nosotros no somos más que unos advenedizos, unos pardillos, a los que les quedan muchas jornadas de aprendizaje. Al final llego a la conclusión de que, como en la mayoría de los asuntos, la veteranía es un grado superlativo que no se logra sólo con desearlo.   



 Y este cesto, repleto de Tentullos, Josefitas, Níscalos y algún Gallipierno, nos demuestra que setas hay, lo que ocurre es que hay que saber dar con ellas.







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