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lunes, 1 de agosto de 2011

¿Elecciones? ¡Para qué!




El próximo 20 de Noviembre (la fecha, ¿es pura coincidencia, o en cambio, el subconsciente, ha traicionado a los chicos de la socialdemocracia?), tenemos nuevas elecciones y también –si PP y PSOE lo quisieran-, una oportunidad para que el país lograra cambiar algo. Por desgracia, las perspectivas no pueden ser más negativas: de los previsibles ganadores, el que con más posibilidad cuenta –según todos los resultados demoscópicos-, es el Sr. Rajoy, otro político “descafeinado” con semejanzas a Zapatero, un perdedor que no lo quieren ni en su propio partido. El otro, el que trata de restar votos al primero, para que su victoria no se produzca por goleada, Rubalcaba, es una momia de la época de Tutankamon, que el gran amigo de los socialistas, Mubarak -antes de que cayera en desgracia- les regaló por si la necesitaban en un futuro. Hay quienes insisten en que fue cofundador del partido, junto a Pablo Iglesias, hace algo más de un siglo.

El dilema no puede ser más aterrador: gane quien gane, más de lo mismo, ya que los objetivos que persiguen cada uno de ellos son similares. En sus gobiernos, la única diferencia que los distingue es, la táctica a emplear y el color de las camisetas que se enfundan, nada más. Mientras en el campo de juego, los dos se coordinan para chutar sobre la misma portería y darle la victoria al mismo amo, al terrorífico capital. Es la estrategia de las seudo democracias, hacernos creer que con la alternancia de dos grandes partidos “entreguistas”, los ciudadanos no se darán cuenta del engaño, así, cada ocho años, juegan al cambio de poder y de ideología, para que el invento no se les estropee y puedan seguir gobernando hasta que encuentren otro sistema que les permita su supervivencia indefinidamente, ejemplos tenemos en la historia.

Pero todo no han de ser malas noticias. Al menos, con la marcha de Zapatero se acabarán las imbecilidades, los ministerios del amor, de la fantasía, de la relatividad, de la tontería, y de otras monsergas estúpidas con las que nos ha obsequiado. También dejaremos de oír las chirriantes zetas, en lugar de las des; así, de nuevo, igualdad, solidaridad, hermandad, incluso incapacidad, sonarán de nuevo como Cervantes las pronunciaba y no como el perfecto leonés puso de moda.
Por fin se le acaba la cuerda a este presidente que, si no llega a ser por el cable que le echaron los moritos, a estas alturas de la historia ya ni nos acordaríamos de él. No creo que haya pasado por la presidencia del país un dirigente más incapacitado que este y a la vez, más soberbio. La soberbia, dicen, suele ser una característica consustancial a este tipo de patología. Con su marcha, al menos no sufriremos su presencia. Algo es algo.

Pero volviendo al tema que ha motivado la creación de este post, he de decir que, convocar unas nuevas elecciones, sin haber cambiado antes la ley electoral –cosa demandada por una gran parte de la población-, además de ser una injusticia, es, literalmente, un atropello democrático, es hacer oídos sordos a un clamor popular que cada día se oye con más fuerza en las calles del estado. No querer rectificar una ley electoral de más de treinta años, y que hubo que confeccionar –con temor a un golpe de estado-, bajo la vigilancia de un ejército dispuesto a retroceder al pasado, es, sencillamente, una putada. Es la mejor manera que tienen los dos grandes partidos de repartirse la tarta electoral entre ellos, dejando fuera del festín a un gran sector de la sociedad. Como ya dije en anteriores post (“Urge una reforma electoral” y “Seamos democráticos: Una persona, un voto”) el sistema D´Hondt no es justo ni representativo, ya que está pensado para penalizar a las agrupaciones minoritarias y a las grandes poblaciones. La provincia tiene que dejar de ser la circunscripción electoral, sustituyéndose por la estatal, algo semejante a lo que ocurre con las elecciones europeas. "Si no se realiza así -argumentan los beneficiados de la actual ley- es para evitar que el parlamento se convierta en un mosaico de ideas, y asegurar que las poblaciones pequeñas tengan representación”. Pero esto no es más que una patraña que esgrimen para ocultar su verdadero objetivo, que es, el de asegurarse grandes mayorías y aprovecharse de la gran infraestructura organizativa que poseen para estar en aquellos lugares donde no pueden llegar los otros, por lo tanto, aquellas fuerzas que se presentan en circunscripciones pequeñas, donde sólo pueden estar los dos grandes partidos –y también, algunos nacionalistas-, se ven notablemente recompensados.

Visto lo visto, hago la siguiente reflexión: en estas condiciones, ¿Elecciones? ¡Para qué! ¿Alguien cree que con pintar el burro de otro color, el carro va a andar más rápido? Es lo que parece olvidar la gente. Aquí nos hablan de elecciones y, al instante, se nos olvida quienes son los culpables de nuestras desdichas. Ya no recordamos que el previsible vencedor estuvo “pringado” en el gobierno de Aznar, hace ocho años, y hoy se presenta -y lo que es mucho peor, la ciudadanía se lo cree-, como un novedosísimo político, con un partido “nuevo” del que aún se desconoce cómo gestionará la administración. Pero sólo hay que mirar hacia atrás y recordar los recortes sociales que implantaron, lo favorables que eran a las privatizaciones de la cosa pública (sanidad, educación, administraciones, etc.) o, simplemente, mirar la situación de las comunidades autónomas donde gobiernan: igual o peor aún que Zapatero.
Otro tanto sucede con el mago Rubalcaba, presente en gobiernos socialistas, durante la etapa de Felipe González y, ahora, con Zapatero, y miren por donde, hasta hoy que entramos en campaña electoral -¡Horror, cada vez son más pesadas y largas!- no se le ha ocurrido sacar de la chistera las pócimas milagrosas que posee para salvar al país.

Si hay algo, en el mundo, más mentiroso que un político, son dos políticos. Ellos se lo han currado para tener esta fama y, en justicia, sólo a ellos les cabe el honor de ostentarla.
Mientras el debate de tres cuartas partes de la población es cómo lograr llegar a final de mes con el frigorífico medio lleno (o peor aún, medio vacío), el pago de la hipoteca, el desempleo de los hijos, su propia inestabilidad laboral, etc., ellos, nuestros admirados políticos se reparten el botín electoral sin importarles que un gran sector de la sociedad española se quede sin representación en la cámara de diputados. A ellos sólo les interesa -¡enterémonos de una maldita vez!- turnarse, cada ocho años, en la dirección del país, incluidas las “bicocas” y prebendas que ello conlleva, lo demás, sólo es palabrería, ocultamiento y mala intención, que para eso son maestros trileros.

Tenemos a la vista nuevas elecciones que, por previsibles y conocidas, no me inspiran ninguna confianza. Perdonen, soy así de insensible, van quedando pocas cosas que me pongan la carne de gallina.
El 20-N, la derecha española tendrá doble motivo para festejar tan macabra fecha. Señores del PSOE, os ha traicionado el alma.

2 comentarios:

  1. Hola Mayco, Nada más claro que este artículo, al menos para los menos. Lo peor de este, es que desgraciadamente dice la verdad.

    Sólo hay una porteria.


    Saludos; Paco Mejias

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  2. Paco, como bien dices, sólo hay una portería, y por desgracia, parece que todos se han puesto de acuedo para destrozarla.

    Felices vacaciones, amigo.

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