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viernes, 5 de agosto de 2011

Indignados, pacíficos y apaleados




De momento, se acabaron las elecciones y comienzan las desconsideraciones con el Movimiento 15-M. No es que algúna vez llegaran a ser del agrado de los partidos mayoritarios, pero sí tenían que rebozar y endulzar el sentido de sus opiniones, por temor a que el saco de los votos se desinflara. Desde un principio captaron cómo había calado este movimiento, refrescante y regenerativo, entre un gran sector de la población y no querían correr el riesgo que por una mala acción (la intervención desproporcionada de las fuerzas del “desorden”), o una crítica incorrecta, llegara a restarles los votos que necesitaban para alcanzar el triunfo. Durante todo un mes, fue divertido ver y escuchar las declaraciones de los distintos dirigentes, donde arremetían contra los indignados (incluso llamándolos zarrapastrosos, piojosos, etc.), pero en cambio mostraban, de manera sibilina, “las enormes simpatías que les inspiraban”.

Una vez configurado el mapa municipal y autonómico del estado, la maquinaria conspirativa, para desacreditar y destruir esta oleada de aire fresco, se ha puesto en marcha de manera precipitada. La coincidencia de tener a las puertas la llegada del que, hasta hace poco, fue el jefe de la Inquisición (prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe), y, sobre todo, una nueva convocatoria electoral para el 20 de noviembre, hacen que los partidos que son el centro de las críticas de este movimiento se den prisa por acabar, por todos los medios, con esta peligrosa tormenta moral que ha despertado las conciencias de muchos ciudadanos que andaban hibernando en la profunda cueva donde estos políticos los habían metidos.

El 15-M, ideológicamente, no es un movimiento revolucionario. No tiene etiquetas, ni color, ni obediencia, pero son todos estos aspectos los que lo convierten en peligroso ante sus ojos, porque, en el fondo, son estas cualidades las que hacen que sea un revulsivo impactante, sobre las conciencias que andaban dormidas. Y esto último es lo que temen los partidos estructurados: un fuerte movimiento reivindicativo que se escapa del control que ellos suelen ejercer sobre todas las cosas que se mueven en el país. Por ese motivo, hay que acabar, como sea, con ellos. Después de tanta tolerancia durante las elecciones pasadas, ahora, cuando sólo eran diez o doce, en un puesto informativo, se les desaloja de la Puerta del Sol, manteniendo, durante tres días, un bloqueo policial total sobre la plaza, con el consiguiente daño económico a los comerciantes y las incomodidades producidas a sus vecinos, en un intento vano de que los manifestantes lograran perder la cabeza –cosa que, muy a pesar de ellos, no han logrado, ya que el 15-M puede estar indignado, pero no abandona su comportamiento pacífico y respetuoso-, y enfrentar a una parte de la población contra ellos.






Esta estrategia provocativa ha fracasado. De momento, se ha consentido -a la espera de que perdieran los estribos y así poderlos machacar y desacreditar-, durante toda la semana, que se movieran a su antojo por todo Madrid, sin necesidad de hacer intervenciones duras, hasta que anoche decidieron concentrarse delante del Ministerio del Interior... y en ese instante cundió el terror. Porque, no lo olvidemos, estos pijos que nos gobiernan, la mayoría, ve un rojo y se echa a temblar; siguen siendo hijos de sus padres. Por lo tanto, aterrorizados por la cercanía del pueblo, por el griterío subversivo de los manifestantes, o, por el temor a que los contagiaran de piojos –ellos, los angelitos, ¡tan pulcros!-, llamaron a las fuerzas del “desorden”, esa que dicen que está para proteger al pueblo, y se lanzaron a repartir golpes a una concentración respetuosa y pacífica. Y la policía, esa que sus miembros cobran, sin tener ninguna titulación, más que cualquier profesor titulado, cargó -como ya es costumbre en ella- contra un grupo de personas indefensas, sin importarles lo más mínimo, las consecuencias que ello produciría.

La mecha está encendida. Algún interesado lo ha logrado. Esta tarde, a las ocho, hay una nueva concentración ante el ministerio del Interior, para protestar contra la carga policial de anoche. El movimiento 15-M irá –como es su costumbre- pacíficamente; confiemos que el nuevo ministro no complique más las cosas, aunque lo dudo mucho: las órdenes son acabar, cuanto antes, con este movimiento que los deja en evidencia y, a la vez, repescar esos votos "revolucionarios" que, indistintamente, unas veces vota al PSOE, otras, al PP.

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