El artículo de Eduardo Galeano que reproduzco a continuación, fue publicado en el periódico “El Mundo” el 30 de diciembre de 2001, cuando la asfixia económica que generan los mercados afectó de lleno a Argentina. Pero sigue estando de rabiosa actualidad. Los especuladores no descansan jamás y cuando aún no han terminado de devorar la presa que tienen entre sus garras, ya andan al acecho de otra a la que dar caza.
Han pasado casi once años de esta
publicación y el texto parece haberse escrito ayer mismo para tratar la crisis
que padece Portugal, Irlanda, Grecia, España, Italia, y muy pronto Francia, Bélgica... concretando, Europa entera.
Es maravilloso el análisis escrupuloso que hace de los
mercados, los banqueros, los grandes manejos que gestionan el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, a los que se adelantó en calificar -antes de que lo voceara el 15-M en España-, como "la Cueva de Alí Babá".
También le da un profundo repaso a la política desarrollada en ese país y que no difiere nada de la que se ejecuta en la actualidad en el resto del mundo, así como a los políticos “asueldados” que trabajan por establecer los mandatos de estos mafiosos adinerados en sus respectivos países, además del desprestigio de la política y el descrédito que la democracia suscita entre la población.
Hay que pasearse por él con atención. El texto no tiene desperdicio y aunque ha cumplido algunos años, ocurre como con el buen vino, el envejecimiento le ha añadido nuevos sabores y cualidades. Merece la pena leerlo, a veces, en ciertos pasajes del mismo, perdemos la situación geográfica y pareciera que hablara de nuestra sufrida tierra, España, ese hermoso crisol de pueblos que tanto maltratan los falsos patriotas de la banderita roja y gualda.
También le da un profundo repaso a la política desarrollada en ese país y que no difiere nada de la que se ejecuta en la actualidad en el resto del mundo, así como a los políticos “asueldados” que trabajan por establecer los mandatos de estos mafiosos adinerados en sus respectivos países, además del desprestigio de la política y el descrédito que la democracia suscita entre la población.
Hay que pasearse por él con atención. El texto no tiene desperdicio y aunque ha cumplido algunos años, ocurre como con el buen vino, el envejecimiento le ha añadido nuevos sabores y cualidades. Merece la pena leerlo, a veces, en ciertos pasajes del mismo, perdemos la situación geográfica y pareciera que hablara de nuestra sufrida tierra, España, ese hermoso crisol de pueblos que tanto maltratan los falsos patriotas de la banderita roja y gualda.
Los invisibles (30-12-2001)
"Esto empezó con una explosión de violencia. Pocos días antes de la Navidad, muchos hambrientos se lanzaron al asalto de los supermercados. Entre los desesperados, como suele ocurrir, se colaron unos cuantos delincuentes. Y en esas horas del caos, mientras corría la sangre, el presidente argentino habló por televisión. Palabra más, palabra menos, dijo: la realidad no existe, la gente no existe.
Y entonces nació la música. Empezó de a poquito,
sonando en las cocinas de algunas casas, cucharones que golpeaban cacerolas, y
salió a las ventanas y a los balcones. Y se fue multiplicando, de casa en casa,
y ganó las calles de Buenos Aires. Cada sonido se juntó con otros sonidos, la
gente se juntó con la gente, y en la noche estalló el concierto de la bronca
colectiva. Al son de los tachos de cocina, y sin más armas que ésas, se alzó el
clamor de la indignación. Convocada por nadie, la multitud invadió los barrios,
la ciudad, el país. La policía respondió a balazos. Pero la gente,
inesperadamente poderosa, derribó al Gobierno.
Los invisibles habían ocupado, cosa rara, el centro
de la escena. No sólo en la Argentina, no sólo en América Latina, el sistema
está ciego. ¿Qué son las personas de carne y hueso? Para los economistas más
notorios, números. Para los banqueros más poderosos, deudores. Para los
tecnócratas más eficientes, molestias. Y para los políticos más exitosos, votos.
La pueblada que volteó al presidente De la Rúa fue
una prueba de energía democrática. La democracia somos nosotros, dijo la gente,
y nosotros estamos hartos. ¿O acaso la democracia consiste solamente en el
derecho de votar cada cuatro años? ¿Derecho de elección o derecho de traición?
En la Argentina, como en tantos otros países, la gente vota, pero no elige. Vota
por uno, gobierna otro: gobierna el clon.
El clon hace, desde el Gobierno, todo lo contrario
de lo que el candidato había prometido durante la campaña electoral. Según la
célebre definición de Oscar Wilde, cínico es el que conoce el precio de todo y
el valor de nada. El cinismo se disfraza de realismo; y así se desprestigia la
democracia.
Las encuestas indican que América Latina es, hoy
por hoy, la región del mundo que menos cree en el sistema democrático de
gobierno. Una de esas encuestas, publicada por la revista The Economist, reveló
la caída vertical de la fe de la opinión pública en la democracia, en casi todos
los países latinoamericanos: según los datos recogidos hace medio año, sólo
creían en ella seis de cada diez argentinos, bolivianos, venezolanos, peruanos y
hondureños, menos de la mitad de los mexicanos, los nicaragüenses y los
chilenos, no más que un tercio de los colombianos, los guatemaltecos, los
panameños y los paraguayos, menos de un tercio de los brasileños y apenas uno de
cada cuatro salvadoreños. Triste panorama, caldo gordo para los demagogos y los
mesías de uniforme: mucha gente, y sobre todo mucha gente joven, siente que el
verdadero domicilio de los políticos está en la cueva de Alí Babá y los cuarenta
ladrones.
Un recuerdo de infancia del escritor argentino
Héctor Tizón: en la avenida de Mayo, en Buenos Aires, su papá le señaló a un
señor que en la vereda, ante una mesita, vendía pomadas y cepillos para lustrar
zapatos:
Ese señor se llama Elpidio González. Míralo bien.
Él fue vicepresidente de la república.
Eran otros tiempos. Sesenta años después, en las
elecciones legislativas del 2001, hubo un aluvión de votos en blanco o anulados,
algo jamás visto, un récord mundial. Entre los votos anulados, el candidato
triunfante era el pato Clemente, un famoso personaje de historieta: como no
tenía manos, no podía robar.
Quizá nunca América Latina había sufrido un saqueo
político comparable al de la década pasada. Con la complicidad y el amparo del
Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, siempre exigentes de
austeridad y transparencia, varios gobernantes robaron hasta las herraduras de
los caballos al galope. En los años de las privatizaciones, rifaron todo, hasta
las baldosas de las veredas y los leones de los zoológicos, y todo lo
evaporaron.
Los países fueron entregados para pagar la deuda
externa, según mandaban los que de veras mandan, pero la deuda, misteriosamente,
se multiplicó, en las manos ágiles de Carlos Menem y muchos de sus colegas. Y
los ciudadanos, los invisibles, se han quedado sin países, con una inmensa deuda
que pagar, platos rotos de esa fiesta ajena, y con gobiernos que no gobiernan,
porque están gobernados desde afuera.
Los gobiernos piden permiso, hacen sus deberes y
rinden examen: no ante los ciudadanos que los votan, sino ante los banqueros que
los vetan.
Ahora que estamos todos en plena guerra contra el
terrorismo internacional, esta duda no está de más: ¿Qué hacemos con el
terrorismo del mercado, que está castigando a la inmensa mayoría de la
humanidad? ¿O no son terroristas los métodos de los altos organismos
internacionales, que en escala planetaria dirigen las finanzas, el comercio y
todo lo demás? ¿Acaso no practican la extorsión y el crimen, aunque maten por
asfixia y hambre y no por bomba? ¿No están haciendo saltar en pedazos los
derechos de los trabajadores? ¿No están asesinando la soberanía nacional, la
industria nacional, la cultura nacional?
La Argentina era la alumna más cumplida del Fondo
Monetario, del Banco Mundial y de la Organización Mundial del Comercio. Así le
fue.
Damas y caballeros: primeros son los banqueros. Y
donde manda capitán, no manda marinero. Palabras más, palabras menos, éste ha
sido el primer mensaje que el presidente George W. Bush ha enviado a la
Argentina. Desde la ciudad de Washington, capital de los Estados Unidos y del
mundo, Bush declaró que el nuevo Gobierno argentino debe «proteger» a sus
acreedores y al Fondo Monetario Internacional y llevar adelante una política de
«más austeridad».
Mientras tanto, el nuevo presidente provisional
argentino, que sustituye a De la Rúa hasta las próximas elecciones, metió la
pata en su primera respuesta a la prensa. Un periodista le preguntó qué iba a
priorizar, la deuda o la gente, y él contestó: "La deuda". Sigmund Freud sonrió
desde su tumba, pero Rodríguez Saá corrigió de inmediato su respuesta. Y poco
después, anunció que suspenderá los pagos de la deuda y destinará ese dinero a
crear trabajo para las legiones de desocupados.
La deuda o la gente, ésa es la cuestión. Y ahora la
gente, la invisible, exige y vigila.
Hace cosa de un siglo, don José Batlle y Ordóñez,
presidente del Uruguay, estaba presenciando un partido de fútbol. Y comentó:
- ¡Qué lindo sería si hubiera 22 espectadores y
10.000 jugadores!
Quizá se refería a la educación física, que él
promovió. O estaba hablando, más bien, de la democracia que quería.
Un siglo después, en la Argentina, el país vecino,
muchos de los manifestantes llevaban la camiseta de su selección nacional de
fútbol, su entrañable señal de identidad, su alegre certeza de patria: con la
camiseta puesta, invadieron las calles. La gente, harta de ser espectadora de su
humillación, invadió la cancha. No va a ser fácil desalojarla."
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