“Escribir para el pueblo es escribir para el hombre de nuestra raza, de nuestra tierra, de nuestra habla... Es llamarse Cervantes en España; Shakespeare en Inglaterra; Tolstói en Rusia...”
Antonio Machado
El conde León Nikoláevich Tolstói, nace el 28 de agosto de 1828 en Yásnaia Poliana, una hermosa aldea de la provincia de Tula, a doscientos kilómetros de Moscú, bajo el reinado de Nicolás I, donde las jerarquías (oficial-soldado, señor-siervo) permanecían inmutables desde la época de Catalina II.
De familia aristocrática, dueña de una considerable fortuna, su infancia, sin embargo, se ve truncada por la prematura muerte de su madre, cuando contaba apenas dos años de edad, y más tarde, la de su padre, a los diez. La tutela de los huérfanos fue confiada a las hermanas del difunto conde.
Durante sus primeros años en la finca de Yásnaia Poliana, Tolstói desarrolla, de forma imperceptible, un amor “casi físico” por la naturaleza y los mujíks (campesinos) –sus miserables vidas, sus hábitos, canciones, lenguaje-, amor que conservó durante toda su vida como su característica más acusada. En 1844 ingresa en la Universidad de Kazán, decepcionándose muy pronto de los estudios y dedicándose de lleno a la lectura –Pushkin, Lérmontov, Stendhal, y, sobre todo, Rousseau, además del Evangelio-. Fue una persona muy religiosa, preconizando un tipo de cristianismo primitivo.
Hereda la finca donde nace y a los diecinueve años es dueño de 330 campesinos y 1.500 Ha de tierra. Decide mejorar la vida del campesinado, darle educación, pero pronto se encuentra con la barrera de la indiferencia y la desconfianza de éstos. Todos sus esfuerzos son vanos, sintiéndose desmoralizado, vencido, reflejándolo en el relato titulado “La mañana de un terrateniente” (1852).
Decepcionado de sus planes, retoma con ahínco sus estudios y decide cambiar radicalmente de vida, alistándose en el ejército como cadete de artillería, desarrollando una intensa actividad literaria. En 1856, Tolstói abandona el ejército, trasladándose a vivir a Petesburgo, dedicándose exclusivamente a escribir, interpretando como ningún otro autor ruso los acontecimientos de la época que le toca vivir.
Viaja por toda Europa, y a pesar que con su certera mirada crítica hace notar que las libertades democráticas-burguesas imperantes son hipócritas y sofisticadas, reconoce que mucho peor es la situación de su amada Rusia y la de su campesinado, que se le antoja abominable. Decide pues, volcarse de nuevo en la educación de éstos, ejerciendo él mismo de maestro e introduciendo el sistema de “educación libre”, tratando de despertar la curiosidad y la espontaneidad del niño.
El nuevo zar, Alejandro II, cediendo a las presiones de la opinión pública, decide liberar a millones de campesinos, pero éstos deben pagar por esta liberación indemnizaciones a sus amos. Tolstói se siente decepcionado, ya que vive como suya la opresión de ésta gran mayoría de compatriotas.
A principios de la década de 1860 contrae matrimonio con Sofía Andriéevna Bers, hija de un destacado médico moscovita, convirtiéndose en un gran apoyo para el autor. Por esa misma época publica “Los cosacos”, donde comienza a perfilarse la transformación que se operaría en él a lo largo de su vida.
Entre 1864 y 1869, crea la gran epopeya “Guerra y Paz”, crónica detallada de los acontecimientos que rodearon la invasión napoleónica de 1812, periodo de grandes turbulencias en la historia de Rusia, que marcaría, también, el destino de Europa, y que él mismo no duda en comparar sin falsa modestia con “La Iliada”. Continua su preocupación por la educación de lo que, él piensa, constituye el mayor tesoro de Rusia: la infancia. Publica un abecedario con el que espera que estudien varias generaciones de niños de todas las clases sociales, a la vez que escribe multitud de relatos infantiles destinados a este mismo fin.
En 1877 sale a luz la que sería su obra más artísticamente hermosa: “Anna Karénina”. La novela es un reto a la falsedad, a la caridad de salón y a las leyes inexorables de la sociedad para castigar el pecado. Tolstói ahonda como nadie en el alma humana, creando personajes al límite del amor, del odio, del sufrimiento. En esta obra desarrolla magistralmente lo que se ha dado en llamar “naturalismo”, un estilo literario en el que proclama, con un intenso lirismo, su amor a la naturaleza.
A partir de esta época sufre una profunda crisis moral: reniega del estado, de la iglesia, de la propiedad y del modo de vida de las clases privilegiadas, a las que él mismo pertenece. En 1881 se traslada a Moscú con su familia (tuvo un total de trece hijos), tratando de llevar una vida lo más austera posible, acorde con su sensibilidad para con los más pobres, cuya situación le horroriza cada día más. En “¿Qué debemos hacer?” (1884-1886), Tolstói arremete implacablemente contra el estado, al que califica de “asesino”, y contra la iglesia, a la que denomina como “asociada”.
La síntesis de toda esta evolución personal la encontramos en “Resurrección”, publicada en 1899, magnífica obra donde el protagonista, el prícipe Dmitri Nejliúdov, se nos muestra claramente como su alter ego. Es admirable la capacidad de observación que revela esta obra, en la que su realismo psicológico alcanza la máxima expresión. El autor nos hace espectadores de cómo, la visión fugaz de un mundo paralelo al que el protagonista había desdeñado asomarse -la penosa situación social del campesinado ruso-, da un giro radical al rumbo de su vida.En febrero de 1901, a instancia de las autoridades eclesiásticas, Tolstói es excomulgado por la iglesia rusa, acusado de heterodoxo.
En la última parte de su vida siente repugnancia por seguir viviendo en el lujo y la abundancia, y no haber sido consecuente con su pensamiento; en su mente va tomando cuerpo la idea de abandonarlo todo para ir a vivir al campo en la más completa austeridad. Cede todos sus bienes a su esposa e hijos y a la edad de 82 años marcha, por última vez y para siempre, a la finca que lo vio nacer. Fallece el 7 de noviembre de 1910 en la estación de Astápovo, camino de la misma, aquejado de fiebre, producto de una pulmonía, a las 6.05 de la mañana; desde entonces, el reloj de dicha estación marca invariablemente esa hora. Los restos del genial escritor yacen en Yasnáia Poliana, en una modesta tumba, a solas con la naturaleza rusa que tanto amó y que supo describir con arte incomparable.
Autora: Carmela
He disfrutado mucho con este resumen biográfico. Gracias. (Se ha colado un error en el año de nacimiento)
ResponderEliminarDoblemente gracias, Anónimo: por dejar un comentario y por informarme de la errata.
ResponderEliminarUn saludo.