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jueves, 3 de marzo de 2011

¿El desajuste climático es sólo un fallo de cálculo humano?



Que las estaciones se han corrido, es algo indiscutible. No recuerdo bien cuando se ha producido este fenómeno, pero lo cierto es que, el tiempo ya no es como cuando yo era un chiquillo –los datos son evidentes-, pero no sabría concretar desde cuando. Lo cierto es que ateniéndonos a la pura memoria, sin necesidad de consultar ninguna estadística, el tiempo actual es bien diferente al de hace cincuenta años. Da la impresión de que hubiera habido un fallo en la elaboración del calendario que los humanos nos hemos fabricado para resituarnos en el tiempo. Parece que le faltan días, horas, minutos... qué sé yo, de algo adolece, ya que las estaciones del calendario no coinciden con las de la naturaleza.





Verán ustedes, yo tengo clara la imagen de cuando era niño. Por ejemplo, agosto casi no era verano, de hecho las “vacaciones” se acababan en julio y era difícil encontrar alguien que las eligiera en ese mes pudiéndola escoger antes. Por lo normal, a partir de mediados de este mes comenzaban las fuertes tormentas que dejaban bastantes precipitaciones y empapaban las tierras para recibir las aguas de otoño e invierno, incluso hay un refrán que hace referencia a ese fenómeno, y que venía a decir: “En agosto, frío en el rostro”. Luego, los primeros quince o veinte días de septiembre se volvía a echar el calor –la pegajosa calor- que solía denominarse “del membrillo”, ya que era la época donde maduraban y se recogían estos singulares frutos-. En Grazalema, siempre se habló “de la primavera de septiembre”, porque, normalmente, era la fecha en la que se producía una nueva floración en los valles de estas preciosas sierras. Tanto es así que aquí en Sevilla se le llamó “el veranillo de San Miguel”, el cual se aprovechaba para celebrar una feria comercial (generalmente de ganado) que duró hasta hace bien pocos años y que hace ocho o diez, se quiso volver a rescatar, pero fracasó la intentona.




Luego venía el otoño -¡terrible!-, siendo “el mes de los santos” (noviembre) el más feo, gris y frío de todos los meses. Aún lo recuerdo con horror. Eran días seguidos de un cielo gris sucio plomizo, donde una continuada “agua nieve” ponía a prueba nuestras mermadas resistencias. No es que fuera el mes más frío, lo que lo hacía especial era que junto a la bajada de temperaturas se unía la elevada humedad que caracteriza a esta ciudad en esa estación, y que los que la conocen saben de qué les hablo. Podía tirarse más de dos meses lloviendo -no como lo hace ahora, todo de un golpetazo- poco a poco, hasta que entraba el mes de diciembre que se caracterizaba por la instalación de un poderoso anticiclón sobre la península, que nos traía una fuerte bajada de temperaturas helando los charcos de las terrizas calles -en los que los chavales nos divertíamos rompiendo sus gruesos cristales de hielo- pero con un agradable sol durante el resto del día, hasta que caía la noche y con ella, las fuertes heladas nocturnas.
Enero, por lo general, era más de lo mismo, quizás a partir de la mitad llovía algo, pero lo habitual era que hiciera mucho frío por las noches y agradables mediodías.
Hasta que llegaba febrero. Desde hace algunos años suele ser el mes en que caen algunas nevadas por la sierra cercana a la ciudad (en 2008 y 2009, llegaron a caer algunos copos en ella, aunque no cuajaron), y en este que despedimos, vuelve a repetirse la tónica. Pero en mi niñez era el mes que anunciaba el buen tiempo, si por ello se entiende, la llegada del terrible calor.



Recuerdo perfectamente, cómo costaba volver de nuevo al colegio por la tarde (antes había cole, todos los días, por la tarde (de tres a cinco), incluso los sábados por la mañana), debido a las altas temperaturas que ya se registraban y a las pocas sombras que encontrábamos en el camino para protegernos de ella. Visualizo con toda nitidez la imagen de los perros echados en el suelo, aprovechando el frescor que le producía alguna diminuta sombra que habían encontrado. De aquella época recuerdo el otro refrán que decía, y que a mí personalmente me hacía bastante gracia: “En febrero busca la sombra el perro”, a lo que contestaban los más espabilados: “Y el hombre también”.
Marzo era inestable. De él recuerdo como una característica habitual, el fuerte viento de solano que soplaba y que sigue la misma tónica también en la actualidad. Precisamente este año vuelve puntual a su cita anual, ya que, desde finales de febrero nos está obsequiando con su molestor soplar. Hoy mismo corre un molesto viento de levante que a mí, personalmente (igual que le ocurría a mi padre) me saca de quicio. De este mes decían los antiguos: “Marzo ventoso”, “Marzo ventoso y abril lluvioso”, “Marzo ventoso y abril lluvioso hacen a mayo florido y hermoso”, pero también había otro para cuando este fenómeno fallaba en este mes y se solía decir: “Cuando marzo “mayea”, mayo “marcea”, dicho en cristiano venía a decir que si en este mes no aparecía el viento, y en cambio hacía calor, nos fuésemos preparando, puesto que lo tendríamos sin falta en mayo. Como ven, refranes para todos los gustos; lo que está claro es que en el mes de marzo sigue corriendo aún el viento. Era el mes que elegíamos los chavales para fabricar nuestros panderos (luego descubrimos por la tele que le llamaban cometas, miren ustedes la decepción, porque el nombre de panderos no puede ser más hermoso y agradable) y salir al descampado a remontarlos.



En abril regresaban las lluvias -solían aparecer en fuertes tormentas, a veces de granizos- acompañadas de una relativa bajada de temperaturas, hasta que nos metíamos en mayo, donde el agobiante calor daba paso a tres meses de este molesto fenómeno y que los chavales esperábamos “como agua de mayo” (otro refrán), porque con él comenzaban las vacaciones: en el llamado “mes de María” dejábamos de ir por la tarde al cole, aunque a cambio de darnos el lote de rezarle a la virgen.
En junio y, en especial, julio, las temperaturas se disparaban y ya no había dios que se librara de ellas. Eso no era óbice para que los arrojados chiquillos de entonces, nos escapásemos de las obligatorias siestas, para jugar un partido de fútbol, a pleno sol, sobre las cinco de la tarde.




Esto es todo lo que puedo contar sobre el tema que he traído a colación hoy. Que sea acertado o no, es cuestión que dejo en manos de los especialistas. Yo, como cronista de la vida, sólo reflejo lo que he vivido y cuento lo que recuerdo
.



2 comentarios:

  1. Que bonito post le ha quedado Manuel,todos esos refranes me suenan de oirlos a los mayores.Entrañables y muy hermosos,señor,y con imagenes,que sabe que soy la tonta de las fotos,jajaja,lo marcaré como favorito en buzz,
    saludos.

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